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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sida: la vacuna esperada

Los espectaculares avances en el tratamiento del sida con cócteles de fármacos antivirales no aminoran la imperiosa necesidad de conseguir una vacuna que impida, o al menos reduzca notablemente, los nuevos casos de contagio. Ahora mismo hay en el mundo 42 millones de personas infectadas, y la cifra crece a una tasa de 5 millones de nuevos contagios al año, casi todos en el Tercer Mundo, donde el acceso a los fármacos es virtualmente nulo. Nada salvo una vacuna eficaz podrá detener el avance de esta epidemia, que ya constituye uno de los principales lastres para el desarrollo de los países pobres. De ahí que el fracaso del primer ensayo a gran escala de una vacuna contra el sida constituya una pésima noticia.

Ni siquiera el destello de optimismo con que la empresa fabricante de la vacuna, la estadounidense VaxGen, quiso edulcorar la presentación de su fracaso el pasado lunes -que el producto sí ofrecía cierta protección a las minorías de origen africano y asiático- ha resistido el más mínimo análisis por expertos independientes. La empresa cometió un garrafal error estadístico, y dio por significativos unos resultados que no lo eran. Si la vacuna sirve para algo en esas etnias, habrá que demostrarlo en nuevos ensayos diseñados adrede para abordar esa cuestión.

Pero en este momento el desaliento sería el mejor aliado del virus de la inmunodeficiencia humana. La vacuna de VaxGen es la primera que se ha probado en un macroensayo, pero precisamente por eso es la más simple y primitiva que cabe imaginar. Ahora mismo hay otros 30 ensayos en marcha en el mundo, y muchos de ellos se basan en vacunas diseñadas con procedimientos más modernos e inteligentes. Pocas líneas de investigación cuentan con tantos recursos humanos y financieros, y lo más sensato es confiar en que alguna de estas estrategias acabe funcionando. Una vacuna que bloquee el virus, aunque sólo sea parcialmente, puede servir no sólo para prevenir el contagio, sino también para contribuir al tratamiento de las personas ya infectadas. Si para algo ha de valer el fracaso de VaxGen, debería ser para redoblar los esfuerzos en estas investigaciones cruciales.

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