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Reportaje:

Tres sociedades para tres pastillas

Los científicos buscan diferentes fármacos para retrasar la vejez, y cada uno generaría una sociedad distinta

Javier Sampedro

Si alguien le vende una pastilla para retrasar el envejecimiento, se trata con toda seguridad de un farsante. Pero si alguien promete venderle la pastilla dentro de 10 o 20 años, lo más probable es que sea un científico solvente y muy bien financiado. La búsqueda de un fármaco que retrase la vejez, o que incluso la revierta, es una de las líneas prioritarias de investigación en las principales universidades occidentales, y una de las mejor costeadas por organismos públicos como los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos y el Medical Research Council (MRC) británico. Science, una de las dos publicaciones científicas más prestigiosas del mundo, dedica hoy ocho artículos al asunto. ¿Está su hijo preparado para vivir 200 años?

Eric Jüngst, profesor de Oncología y de Ética Biomédica en la Escuela de Medicina de la Universidad Case Western Reserve (Cleveland, EE UU), resume hoy en Science las tres grandes líneas de investigación en que se está concentrando la élite científica:

1. Morbilidad comprimida. Trata de anticiparse a los achaques de la edad avanzada interferiendo con los procesos biológicos básicos que hacen envejecer a las células. Su objetivo es el más modesto de los tres: no pretende alargar la vida máxima (la gente más longeva seguiría viviendo lo mismo que ahora), sino sólo la media (más gente viviría hasta los 80 o 90, y en buen estado de salud).

El efecto socioeconómico de una pastilla de este tipo es fácil de predecir. La pirámide de población envejecería drásticamente, pero mucha más gente mayor estaría en plena actividad hasta su muerte. El paro juvenil, que ya es elevado ahora, se aproximaría al 100%. A menos, naturalmente, que otra pastilla fuera capaz de mejorar la capacidad de previsión de los políticos.

2. Desaceleración. La idea es también interferir con el envejecimiento celular, pero de un modo tan radical que no sólo aumentaría la vida media (hasta los 112 años, según algunas estimaciones), sino también la máxima, de modo que los matusalenes de 130 años no serían tan raros. El escenario social es similar al anterior, salvo que se necesitarían más recursos para atender a estos super-ancianos.

3. Restauración. No pretende ya retrasar la vejez, sino revertirla mediante el drenaje de los compuestos químicos dañinos que las células van acumulando. Pero ahora no hay predicciones obvias, porque si cada vez que un órgano se estropea llega el médico y lo arregla, no habrá forma humana de morirse en un plazo decente. Se admiten ideas.

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