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ANTONIO MEDINA | Empresario | MEDALLAS DE ANDALUCÍA

El forjador del milagro de la fresa

Alejandro Bolaños

"Los amigos siempre se alegraban en Navidad cuando llegaba a una fiesta". Los ojos de Antonio Medina destellan burlones mientras sus interlocutores se hacen cruces, ansiosos por saber qué tendrá que ver eso con una de las más rentables historias de la Andalucía reciente. "Es que yo llevaba la fruta", suelta al fin. Medina habla de los años setenta y también relata como a él le gusta, "con una anecdota", algo que entonces parecía un milagro navideño. Porque lo que llevaba a las fiestas de sus amigos eran las fresas que se recogían en su finca, unas fresas tempranas que ya entonces se exportaban a medio mundo.

Cada vez que se intenta dibujar un panorama alentador para la economía andaluza, un tópico viene a la cabeza: la California europea. Pues bien, ese tópico debe gran parte de su fortuna a la iniciativa de Antonio Medina y sólo unas pocas experiencias como la suya avalan que no se trate de una idea disparatada. Porque si la historia de Antonio Medina (Pilas, Sevilla, 1923) volviera a empezar ahora, encajaría como anillo al dedo en el perfil de emprendedor en un mundo globalizado tan celebrado ahora. Sólo que Medina lo hizo hace cuarenta años. Y lo hizo en Huelva, una de las provincias españolas y europeas más atrasadas en aquella época.

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"Todo empezó con una finca que compré con un yacimiento de turba debajo de una laguna". Medina entresaca de su maltrecha memoria el arranque de la historia, a la que vuelve una y otra vez. Su hija Rocío, consejera de la empresa, le reprende con cariño por dar tantas vueltas. "¡Si es que yo hoy tengo ganas de hablar!", responde. Y retoma un papel, un bolígrafo y las palabras, las armas con las que convenció a tantos para llevar adelante sus ideas. Ahora, con 80 años, su pulso y su discurso van demasiado lento para unas ideas que no han perdido agilidad.

La obstinación en el yacimiento de turba no es baladí. La exportación del carbón vegetal extraído en su finca de Las Madres, en Mazagón, le permitió financiar y sembrar su idea. La desecación de la laguna le proporcionó agua en abundancia y la turbera un abono excelso. Medina decidió entonces probar con la fresa, un cultivo residual en Huelva, con un consumo nacional casi inexistente y una demanda internacional muy limitada a las clases altas.

Medina era todo menos un agricultor al uso. Había estudiado derecho en Sevilla, "sin un duro", mientras hacía de pasante de una notaría por las tardes. Ejerció como abogado laboralista y suspendió las oposiciones a notaría. Eso, y su afición al mundo rural, le llevó a colgar la toga y a volcarse en la explotación de la finca. Su inquietud académica le sirvió para rastrear libros científicos sobre las distintas variedades de fresa. Primero probó, sin éxito, con las europeas. Hasta que topó con un artículo en la versión española de la revista Reader's Digest en el que daba cuenta de los buenos resultados de una variedad de fresa en California, en unas condiciones ambientales similares a las de Huelva. Ahí fue donde gritó eureka Medina, que, sin pensarlo un segundo, se puso en contacto con la Universidad de California y viajó a Estados Unidos para adquirir plantas madre que luego reproducir en su finca.

Las primeras plantaciones se realizaron en 1962. Y desde entonces la producción de fresa en Huelva, primero en exclusiva por el grupo Medina y luego por centenares de agricultores abastecidos por las plantas madre que adquiría este empresario no ha dejado de aumentar. Cuando comenzó Medina, apenas había dos hectáreas de cultivo en Huelva: ahora hay 7.000 y España se ha convertido en el primer exportador del mundo.

Medina también ensayó y difundió las primeras técnicas para usar plásticos en los cultivos, lo que permitio una producción más temprana. Construyó enormes cámaras frigoríficas que permitieron alargar la vida util de la fresa y canalizó hectáreas y hectáreas para el regadío.

"Mi inglés era pésimo, de japonés un poquito más", dice Medina, mientras su nieto se troncha de risa en las mismas oficinas que ocupa la empresa desde hace más de 30 años en Sevilla. El grupo empresarial se diversificó y redujo la producción de fresa hace más de 12 años en beneficio del caqui, las flores ornamentales o las ciruelas. "La única medalla que me falta es la del trabajo", ironiza.

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