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La elegante abstracción de Zóbel llega al Reina Sofía con 94 obras

La exposición, que recorre 30 años de vida, viajará a Cuenca y Sevilla

Una selección de 94 pinturas, apuntes, bocetos y delicados cuadernos de dibujos y notas recupera en el Reina Sofía el trazo elegante, la abstracción y el buen gusto de Fernando Zóbel. La exposición podrá verse hasta el 5 de mayo, y luego viajará a las otras dos ciudades zobelianas españolas: Cuenca (23 de mayo a 8 de septiembre) y Sevilla (6 de octubre a 16 de noviembre). Zóbel, nacido en Manila en 1924, murió en Roma en 1984.

La exposición, que inauguró por la tarde la infanta Cristina, arranca sin prehistoria, sin la primera etapa figurativa de Zóbel. Pero revisa de forma amplia su obra abstracta, expresionista primero, expresionista después. Se abre con obras de los años 50, como el rojo Itálica (1955) o Sin título (1956), de influencia filipina según el comisario, Rafael Pérez-Madero, y acaba con distintos óleos de los primeros años 80, hasta llegar al melancólico Oscuro veneciano II (1984).

En medio, con muestras de sus series más conocidas (La blanca, Las Saetas, El Júcar, La vista...), hay cuadros sin color, otros en blanco y negro, sus característicos ocres, amarillos, grises, rosas y pardos, una evidente y progresiva estilización de formas y de trazos, su amor por la caligrafía oriental y por los paisajes conquenses, un tono general de "ausencia de expresión dramática y de reacción visceral" -sostiene Pérez-Madero- y una joya: el gabinete que enseña los exquisitos cuadernos de apuntes donde Zóbel dialogaba con otros artistas; los bocetos que dibujaba y los óleos que dedicaba a esa pasión: Degas, Vermeer, Veronés, Matisse...

La exposición fue presentada por el director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Juan Manuel Bonet, zobelista y discípulo confeso, al que acompañó el asesor artístico, Peter Soriano, sobrino del pintor.

Bonet definió a Zóbel como un hombre poliédrico y cosmopolita, "amateur de muchas cosas, pintor, gran dibujante, grabador, coleccionista y museógrafo".

Recordó su gran tarea coplectiva: fundar, con la ayuda de sus amigos Gustavo Torner y Gerardo Rueda, el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca en 1966, "un museo joya" que legaría a la Fundación Juan March en 1980 y donde colgó las obras propias y de sus contemporáneos Saura, Canogar, Palazuelo, Chillida, Mompó, Tàpies, Lucio Muñoz, Millares, Palazuelo...

Junto a la vertiente de mecenas, la bibliófila. Según documenta en la cronología del catálogo Ángeles Villalba -donde también escriben Soriano, Pérez-Madero, Bonet Correa, Barnatán y el propio Bonet...-, Zóbel nació en Manila (Filipinas), hijo de gente adinerada, lo que le permitió estudiar Filosofía y Letras en Harvard (Estados Unidos) y viajó incansablemente. Le apasionaba dibujar en los museos. En Estados Unidos, dijo Bonet, conoció la revelación que cambió su vida y su mirada: Rothko. Un infarto durante un viaje italiano acabó con su vida en Roma antes de poder leer su discurso de entrada en la Academia de San Fernando.

<i>El Patio III (Calle Vírgenes), </i>óleo de Zóbel (1980), hoy en la colección de la Fundación Juan March.
El Patio III (Calle Vírgenes), óleo de Zóbel (1980), hoy en la colección de la Fundación Juan March.
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