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Reportaje:AMENAZA DE GUERRA | La situación en EE UU

El miedo llega a Washington

El agua mineral y la cinta aislante se agotan después de que el Gobierno eleve el nivel de alerta ante un atentado

Javier Casqueiro

Otra vez la sensación de miedo y psicosis colectiva ante un ataque inesperado. Las alertas decretadas por el Gobierno para advertir de una inminente acción terrorista sobre una zona de la costa este de Estados Unidos, especialmente alrededor de Nueva York y de la capital, y sus recomendaciones para proveerse de víveres y preparar planes caseros de evacuación, han desbocado de nuevo la alarma y la histeria en muchos ciudadanos.

El Gobierno ha desplegado un dispositivo de misiles antiaéreos y vuelos de reconocimiento sobre la capital y ha estrechado la vigilancia en los principales edificios. El agua ha sido lo primero en agotarse.

Empieza a ser algo parecido a una macabra costumbre para los residentes en las principales ciudades de la costa este de Estados Unidos vivir el día a día sometidos a una extraña presión. Desde los ataques del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono, la amenaza del ántrax (carbunco maligno) o incluso el reciente acoso, este pasado otoño, del francotirador de Washington, se ha convertido en una nueva pauta de comportamiento combinar la normal actividad diaria con una incierta incomodidad trufada de inseguridad, desconfianza y muchas veces miedo.

Se han preparado 14 rutas para salir del centro de la capital y un plan para sacar a los funcionarios
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La semana pasada el Gobierno elevó un grado, hasta el color naranja, el nivel de alerta ante un probable ataque terrorista contra algún edificio o instalación emblemática del país. Esta clasificación se aprobó tras los sucesos de septiembre de 2001 y contiene cinco niveles. El rojo es el más alto. El naranja es justo el anterior. El pasado lunes, los responsables del nuevo Departamento de Seguridad Nacional agravaron ese malestar al distribuir públicamente una serie de recomendaciones para actuar tanto en las empresas como en las casas particulares tras una acción terrorista. Algo que se llevaba haciendo desde hacía semanas, pero de forma más privada.

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Nada más facilitar la lista de consejos se elevó la tensión... Los medios de comunicación, y especialmente las televisiones, contribuyeron a generar esta nueva oleada de psicosis colectiva con su habitual despliegue y porque hay un caldo de cultivo muy propicio.

El Gobierno, además, ha desplegado tanquetas antiaéreas alrededor de puntos neurálgicos, como centrales energéticas o depósitos de agua, y vuelos de reconocimiento sobre la capital. Algunos edificios han sido sobreprotegidos, sobre todo los que forman la red entre la Casa Blanca y el Capitolio, y las redes de transporte público, como el metro, están siendo inspeccionadas por perros entrenados. Se han preparado 14 rutas para salir del centro y un plan específico para sacar a los 180.000 empleados del Gobierno Federal.

Muchos ciudadanos no han tardado en lanzarse a los centros comerciales directamente con la lista de la compra de las necesidades de emergencia sugeridas.

El listado contiene un variopinto panel de posibilidades. Desde las más obvias reservas, como disponer de botellas de agua, leche, abrelatas, linternas, pilas, radios y mantas, o comida para tres días, hasta otro tipo de aportaciones más complicadas para acometer en solitario. Por ejemplo, se aconseja destinar una habitación especial de la casa para refugiarse en caso de un ataque químico o bacteriológico. Por esa razón es por la que se incluye la recomendación de hacer acopio de cinta adhesiva y otros accesorios especiales de plástico para clausurar lo mejor posible ese espacio.

Las ventas por Internet han aumentado considerablemente. Una empresa radicada en Richmond, Long Life Food Depot, de comidas listas para ingerir, como las que llevan los militares, ha incrementado su negocio estos últimos días un 100%.

Pero lo primero que se ha agotado ha sido el agua envasada. En la tarde del miércoles, el Giant de Bethesda, el barrio cercano a Washington donde vive la mayoría de la colonia española del área (unas 10.000 personas), vio desbordadas sus previsiones sobre esa necesidad, lo que provocó alguna discusión entre amas de casa. La responsable del centro, Beth Tattar, admitió que sus ventas habían subido un 50% entre los artículos seleccionados por el Gobierno. Y confesó que muchos clientes preguntaban preocupados, otros extrañados y algunos con cierta ironía. Pero todos se llevaban algo. Una estantería especialmente montada para exponer agua, de unos quince metros de largo, estaba totalmente vacía. Justo detrás, George Dorsey, gerente de la firma Drink More Water, hacía el negocio del año. Dorsey tenía que reconocer, con cierta sonrisa, que normalmente vende unos 3.000 litros de agua mineral al día y que desde que ha aparecido la lista ha multiplicado esa cifra hasta 8.500.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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