Comunistas
Los comunistas han vuelto y están por todas partes, lo que pasa es que ahora es más difícil identificarlos porque algunos visten de Armani, advertía ante los micrófonos de Radio Nacional, al referirse a los Goya, un director de cine, compañero de oficio que no de viaje, de los bolcheviques disfrazados de actores, o de los actores disfrazados de bolcheviques. La gala de los Goya fue este año más goyesca que nunca, comenzó con Los desastres de la guerra y terminó con los Fusilamientos de La Moncloa.
Los comunistas están por todas partes, y ellos sin enterarse, creyéndose pocos y no muy bien avenidos. Un grupito selecto de estos comunistas de diseño tuvo que prescindir unos días después, muy a su pesar se supone, de sus galas predilectas para posar en camiseta desde la tribuna del Parlamento y, por supuesto, la presidenta de la Cámara les puso de patitas en la calle por semejante falta de respeto. Las camisetas no son para las Cortes, aunque sean de diseño, y menos aún si llevan inscritas consignas comunistas subversivas, provocadoras y políticamente incorrectas como "No a la guerra".
Sacar del armario el apolillado fantasma del miedo al coco comunista en estos tiempos que corren indica una pasmosa falta de creatividad, de realismo, de reflejos y sobre todo de sentido común por parte de un Gobierno que cuando se siente acorralado reacciona dando suelta a los doberman que lleva dentro después de quitarles el bozal. Con el sector en crisis y sin poder recurrir al "oro de Moscú", los actores comunistas, o los comunistas actores, lo llevan crudo para vestirse de Armani, seguramente tendrán que hacer grandes sacrificios, dejar de comer y de beber, incluso de ir al cine, para financiarse sus trapitos, o tal vez se dediquen en los numerosísimos ratos libres que les deja su oficio a trabajos dudosos y menesteres inconfesables. Ya se sabe que los actores y los comunistas carecen casi por completo de valores morales y no dudan en dejar de lado los pocos que tienen para conseguir un buen papel o el triunfo de la revolución proletaria. En el caso de los actores comunistas, esta doble misión escénica e histórica puede ser agotadora y muy estresante.
Alertados sobre la irrupción de un comando de actores comunistas en la tribuna del Congreso, las fuerzas del orden montaron un operativo de seguridad digno de Al Qaeda y se cercioraron a conciencia, por ejemplo, de que Ana Belén no era Osama Bin Laden de incógnito y que la barra de labios de Aitana Sánchez Gijón no era una cabeza de misil, ni el tampón de María Barranco un ingenioso camuflaje para pasar ántrax de matute. Lo comprobaron y luego les echaron a todos por enseñarle la camiseta a Luisa Fernanda, demostrando que aunque los comunistas se vistan de Armani siguen siendo unos horteras.
En las inmediaciones del Congreso, los geos se preparaban para el asedio comunista, no se veían muchos armanis entre los portadores de pancartas de la plaza de Neptuno, pero por si acaso los guardias se habían traído sus máscaras antigás para repeler un posible ataque químico a base de Diorisssimo, Hugo Boss o Calvin Klein.
El politólogo de guardia de La Moncloa se lo temía, tras la reaparición en el horizonte hace unos meses de los progres trasnochados; los comunistas, que siempre están a la que salta, como las garrapatas que resucitan al olor de la sangre caliente, no tardarían en asomar el colmillo.
Menos mal que estamos avisados y que esta vez no nos van a pillar desprevenidos. Desde las tribunas y los micrófonos, los platós, las tertulias y los cenáculos afines, nuestros gobernantes, a través de sus corifeos amaestrados, nos advierten: cuidado con los comunistas, que ya no llevan barba, ni pana, ni boina, ni jerséis tejidos por la compañera en colores sobrios y con cremallera. Los comunistas han perfeccionado sus técnicas de camuflaje, que no se reducen a las ropas de marca, los comunistas de hoy se disfrazan también de pacifistas, ecologistas, okupas, progresistas, anarquistas, incluso de personas normales como usted y como yo. Pero lo malo, lo peor de todo es que muchos de estos comunistas modernos no saben que lo son, o no lo sabían hasta que se lo contaron en los telediarios y se lo confirmaron en la radio. Ésos son los peores.
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