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Reportaje:AMENAZA DE GUERRA

Escuela de guerra

Antiguos 'marines' británicos imparten un curso en Inglaterra a periodistas sobre cómo actuar en conflictos armados

Yolanda Monge

Una bomba hace que el conductor del todoterreno pierda el control del vehículo. De repente, tres, o quizá cuatro hombres armados y enmascarados salen de entre los arbustos. Entre disparos, gritos e insultos, los cinco periodistas que van dentro del coche son arrancados de sus asientos y tirados al suelo. "¡Get out. Get the fuck out!" (¡Fuera. Fuera de una puta vez!). Lo siguiente es el barro en la cara y parte que entra en la boca. No hay tiempo de escupirlo. Nos agarran del pelo y nos ponen una capucha en la cabeza. Un compañero del Times ha perdido las gafas en la violencia del asalto. Inútil reclamarlas, todo lo que obtiene es una patada. "Somos periodistas, sólo somos periodistas", alega. No hay tiempo para protestar. El cañón frío de una pistola en el cuello así lo aconseja. De nuevo, los gritos. "Shut the fuck up" (Callaos la puta boca). Con la cabeza cubierta, nos ponen de pie. En fila india. Las manos sobre el colega de delante. Andamos no sabemos cuánto tiempo. De nuevo, al suelo, bocabajo. Nos atan las manos a la espalda. A las mujeres nos separan las piernas. Después, no sucede nada. Todo lo que se oye es el viento y el latido del corazón.

"Pasar siempre desapercibido. Si eres un problema, te pegarán un tiro en la cabeza"
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Hemos sido secuestrados. Pero no estamos en Sierra Leona, Colombia o Chechenia. Estamos en Hampshire (suroeste de Londres), y acabábamos de desayunar con nuestros captores, ex marines del Ejército británico. "Es un juego, sólo es un juego". Sabíamos que era un falso secuestro dentro de las muchas situaciones falsas, pero extremas, vividas en cinco días. Todas ellas dentro del curso Hostile Environments, impartido por la empresa Centurion Risk. Bombardeos, fuego cruzado, campos de minas, francotiradores. Ponerse la máscara antigás en menos de nueve segundos. Guerra biológica. Y primeros auxilios. Salvar vidas. Y evitar que te maten.

El curso fue creado en 1995 por Chris Cramer, entonces responsable de BBC News y ahora presidente de CNN Internacional. Cuentan que en principio la idea fue muy impopular. Cuentan que le hicieron saber que "las señoritas y los niños se quedan en casa, mientras que los hombres de verdad van a la guerra". Fue entonces cuando bastantes de los enviados especiales de Cramer empezaron a caer bajo el fuego. Sólo en los dos primeros años y medio de la guerra en la antigua Yugoslavia murieron más reporteros que durante toda la guerra de Vietnam. Y eso que la contienda de los Balcanes fue mucho más convencional que la mayoría de los conflictos desencadenados tras el fin de la guerra fría, con desdibujadas líneas del frente tomadas por milicias irregulares que detestan a los testigos. Desde la caída del muro de Berlín han muerto más de 500 periodistas mientras hacían su trabajo.

Pero si hubo un acontecimiento que hizo a la BBC pensar en el especial entrenamiento para sus redactores, ése fue la muerte de John Schofield en 1995. Schofield cubría la guerra de Yugoslavia desde su comienzo. Mientras él y su equipo filmaban casas ardiendo de un pueblo serbio, los soldados croatas abrieron fuego. Schofield tenía su torso a salvo con un chaleco antibalas, pero la bala le atravesó el cuello. Sus dos compañeros fueron heridos, pero salvaron la vida. Es difícil saber si lo que los croatas pretendían es que no filmasen o si -como alegaron- confundieron a los reporteros con tropas enemigas. También es difícil aventurar si aquel día Schofield tomó más riesgos de los necesarios. "Tus jefes te dicen: 'No hagas nada peligroso", se queja un fotógrafo de Reuters, "para después preguntarte: '¿Por qué no tienes la historia?". "Ninguna crónica merece mi vida", responde airado un corresponsal de The Wall Street Journal.

Similar razonamiento al que se hizo la BBC llevó a la agencia Reuters a obligar a todos sus empleados a pasar el curso: la muerte del periodista Kart Schork, junto con el cámara Miguel Gil, en el año 2000 en una emboscada en Sierra Leona. Hoy son muchos los medios que apuntan a sus informadores en el seminario ante una eventual guerra contra Irak.

Hora y media después de iniciado el secuestro, somos liberados. Dos participantes no pudieron concluir la simulación presos del pánico. Las mujeres confesaron su angustia ante una violación. De vuelta a la clase, los chicos de Tim Holleran, el instructor a cargo del curso, nos aleccionan. "Pasar siempre desapercibido. Si causas problemas, te pegarán un tiro en la pierna. Para entonces no podrás andar y, si tienen que trasladarte, el siguiente tiro será en la cabeza".

Cinco días de entrenamiento a cargo de ex comandos de las fuerzas especiales británicas que el único teatro de operaciones en el que admiten haber estado es el Ulster y las Malvinas. Del resto no hablan. "Pero conozco todos los países de Centroamérica, América del Sur y bastantes de África", concede orgulloso Tim. Le miramos con tanto miedo como miraríamos a un niño de 11 años con un Kaláshnikov en cualquier control de carreteras de un país africano en guerra.

Dos periodistas utilizan máscaras de gas durante un simulacro realizado el pasado enero en EE UU.
Dos periodistas utilizan máscaras de gas durante un simulacro realizado el pasado enero en EE UU.AP

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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