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LOS NUEVOS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

Una carrera al límite de la realidad

La NASA ficha a un licenciado en la primera titulación que relaciona ciencia y ciencia-ficción

Películas como 2001: Odisea en el espacio, Blade Runner, AI, o 28 days after, la última cinta del realizador de Trainspotting, Danny Boyle, además de las novelas de H.G Wells y sus sucesores en el género de la ciencia-ficción, han descubierto una morada inesperada en la Universidad galesa de Glamorgan. Todas ellas forman parte del material de estudio de la carrera de Ciencia y Ciencia-Ficción que se imparte allí desde hace tres años. Copérnico, Darwin y los clásicos del cine y la literatura de ciencia-ficción comparten terreno en la Universidad de Glamorgan, a pocos kilómetros de Cardiff. Las revolucionarias teorías de los primeros y las tramas futuristas que presentan un mundo dominado por robots o extraterrestres, producto de la imaginación de sucesivas generaciones de autores y realizadores, conforman el material de estudio de una carrera de reciente creación y perspectivas laborales.

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A la Universidad vía Internet

La primera hornada de licenciados acaba de salir de las aulas (acabaron el curso pasado) y uno de ellos, el portugués Carlos Oliviera, fue inmediatamente fichado por la NASA. Otros orientan su futuro laboral a los campos de prensa, comunicación, educación, creación literaria, cinematográfica o investigación. "El temario es muy variado, así que las posibilidades son también muy amplias. Los estudiantes proceden tanto de la rama de ciencias como de humanidades", señala Mark Brake, profesor de Comunicación Científica y uno de los fundadores de la carrera.

La carrera de Ciencia y Ciencia-Ficción se fundamenta en la estrecha relación que existe en la vida real entre ambas disciplinas. El contacto es bidireccional, con los científicos y portavoces de la ciencia-ficción alimentándose mutuamente. Brake menciona la iniciativa del Museo de la Ciencia de Londres que, en el año 2000, montó una exposición sobre Star Treck como vía para explicar la tecnología en la era espacial.

El profesor recuerda también que expertos de la Agencia Europea Espacial (ESA) están revisando actualmente novelas y relatos cortos de ciencia-ficción publicados desde principios del siglo XX. Quieren comprobar si la tecnología ha avanzado al ritmo de la imaginación futurista de los maestros de la ficción. Cualquier idea prometedora que surja de esta revisión se analizará con vistas a ser utilizada en misiones de exploración espacial de la ESA.

La NASA, por otra parte, ha solicitado la colaboración de autores del género. Gregory Benford, Greg Bear y Larry Niven, entre ellos, se han comprometido a aportar propuestas innovadoras que posibiliten la perforación de la superficie de hielo de Europa, una de las lunas de Júpiter. La ciencia y la ciencia-ficción recortan la distancia que antaño les separaba. "Se tiende a ver la ciencia como un área divorciada de la sociedad y como una disciplina dura y aburrida. Ambas concepciones son absolutamente erróneas. Con esta carrera queremos popularizar la ciencia y hacerla más accesible a la gente. Dada su estrecha conexión con el progreso económico y social, no podemos limitar su conocimiento a los científicos, quienes no siempre son fidedignos", defiende Brake.

No es el único que recela del papel de los científicos. Un reciente sondeo de la Universidad de East Anglia sugiere que los británicos confían más en los comunicados de las organizaciones dedicadas a la conservación del medio ambiente que en las advertencias gubernamentales en temas científicos. Paralelamente, la Royal Society, club de la élite científica del Reino Unido, busca formas novedosas para difundir los resultados de investigaciones evitando alarmas innecesarias entre el público. Las técnicas de comunicación forman una parte escencial en el currículum de Glamorgan.

El temario se estructura en módulos que avanzan en paralelo entre sus dos ramas de ciencia y ciencia-ficción. Son temarios complementarios que enlazan el estudio del espacio y la tierra con la evolución de la ciencia-ficción, entre las materias fuertes del primer año. El módulo Estrellas, ciencia y bomba se contrarresta con los llamados futuros utópicos y distópicos, en referencia a los escenarios posapocalípticos propios del mundo de la ciencia-ficción. Vida en el universo, asignatura de la rama científica, se enseña frente por frente a la ciberciencia, mientras que el módulo Espacio, tiempo y Big Bang se complementa en la rama de ciencia-ficción con la Exploración espacial y del tiempo. En Vida extraterrestre se analiza la presencia de ovnis y la existencia de marcianos desde ambas perspectivas, científica y ficticia. De acuerdo con el profesor Brake, este módulo es el más popular entre los 50 matriculados en el presente curso. A sus clases asisten también estudiantes de carreras complementarias que se imparten en Glamorgan.

Durante los tres años de carrera, el alumno estudia la evolución de la ciencia-ficción y de las teorías espaciales. Los estudiantes concluirán habiendo asimilado técnicas en crítica literaria y cinematográfica y en la divulgación de avances científicos.

De Gales al 'Columbia'

El mortal accidente del Columbia alarmó, pero no sorprendió, a los alumnos de Ciencia y Ciencia Ficción de la Universidad de Glamorgan. "El pasado lunes llegaron a clase bastante abatidos, pero han estudiado desastres anteriores durante el curso y saben que también pueden producirse en el futuro", señala el profesor Mark Brake. "La ciencia avanza en base al esfuerzo humano, y los errores y desastres son inevitables", añade.El departamento de Brake sigue la evolución del accidente por un conducto más directo que el de los medios de comunicación. Un antiguo estudiante, Carlos Oliviera, natural de la ciudad portuguesa de Oporto, participa en la operación de rescate y envía informes diarios por correo electrónico a los profesores. "Está recogiendo fragmentos del Columbia y nos informa del progreso de la investigación", explica Brake. Oliviera se licenció el año pasado y fue inmediatamente fichado por la agencia espacial estadounidense, la NASA, para su programa educativo. Cursa actualmente un doctorado en Ciencia y Educación, financiado por la NASA, en la Universidad de Tejas y aspira a participar, en un futuro próximo, en sus trabajos de investigación con fines educativos. Por lo pronto, desarrolla ya una función básica en el esclarecimiento de las causas del siniestro. La información que transmite Oliveira a Glamorgan será, además, punto de referencia en el debate sobre desastres espaciales que presidirá un astronauta ruso el próximo marzo en la Universidad. La historia y el desarrollo de la exploración espacial, que obviamente cubren los accidentes del presente y pasado, dominan el temario del primer curso de carrera. Esta disciplina no se limita en la Universidad de Glamorgan al estudio específico de la ciencia y tecnología. También se profundiza en el análisis de las repercusiones políticas, económicas y sociales de dichas exploraciones. Así, se pasa revista a cuestiones vivas en el debate público, como la justificación ética de la inversión espacial cuando la hambruna aún no se ha erradicado de la Tierra. La carrera espacial entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética se cubre en los cursos de Glamorgan, al igual que la tendencia actual hacia la cooperación entre países, simbolizada en la Estación Espacial Internacional. Otras materias son más oscuras y, entre ellas, Brake menciona la incorporación de expertos alemanes de la era nazi en el desarrollo y construcción de cohetes espaciales.

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