¿Quién rompe la unidad europea?
Con gran elocuencia escriben ocho mandatarios europeos que "Europa y América deben permanecer unidas" (EL PAÍS, 30-1-2003). Afirman que es "vital que preservemos la unidad y cohesión". E identifican al terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva como los principales riesgos para esa unidad atlántica. Consecuencia: o paramos a Sadam Husein o se romperá la unidad occidental. Curioso argumento circular que aparentemente no deja fisuras para preguntar: ¿y si fuese la unidad europea más importante que la unidad Atlántica? O reflexionar sobre: ¿quién amenaza esa preciada cohesión, los países que se alinean con una política autoritaria y antidemocrática liderada por EE UU o los que dicen que prefieren ir más lentamente y pensar qué se hace, como Francia y Alemania? Es interesante que en este artículo los mandatarios no mencionan para nada la unidad de este continente, como si fuesen procónsules del Imperio Americano en vez de líderes de Estados europeos.
Estamos sometidos a una operación de modelación del discurso político
En todo caso, la unidad por la unidad en sí misma no es nada. Si los europeos están juntos será alrededor de uno o varios proyectos pactados; si Europa o varias Europas están unidas o distanciadas de EE UU será por cuestiones concretas. Y todavía más: ¿unidad de gobiernos o de sociedades? Millones de estadounidenses coinciden en el rechazo al ataque a Irak con millones de europeos. Entonces, cuando las encuestas de opinión en España y otros países indican que las opiniones públicas no quieren la guerra, ¿qué hacen estos líderes llevándonos a apoyar o participar en esa acción militar?
Los ciudadanos estamos sometidos a una de las operaciones más fuertes de modelación del discurso político que se han visto en años. El artículo de los ocho mandatarios es una nueva pieza. Desde el verano pasado EE UU ha indicado que quiere librar una guerra contra Irak. El Gobierno de George Bush Jr., su coro de intelectuales propios y amigos en Europa no cesan de lanzar mensajes, definir y reescribir la realidad hasta que las mentiras se tornan verdades. En el camino, Naciones Unidas ha quedado todavía más desgastada; las relaciones entre los Estados europeos más deterioradas; y queda por ver cuáles serán los resultados directos (en Irak) e indirectos (Israel-Palestina, más la reacción antioccidental en el mundo árabe) de esta guerra.
Desde Washington se ha deslegitimado de forma sistemática a los inspectores de la ONU, se ignora al secretario general Kofi Annan, se desprecia a Francia y Alemania y se miente de forma sistemática sobre si Sadam Husein tiene armas nucleares que luego son químicas que en realidad son biológicas que en verdad nadie encuentra. Pero EE UU sabe y le cuenta a sus aliados de la "nueva Europa" cuáles son esas armas y dónde están.
En este camino de desinformación, muchos gobiernos y medios ayudan, repiten, ignoran, elevan y minimizan sucesos e información. Así, un ejemplo entre mil, cuando el jefe de los inspectores de la ONU, Hans Blix, afirma que Irak no hace todo lo que debiese pero que ha colaborado y no se ha encontrado nada, muchos medios le hacen eco a la Casa Blanca quedándose sólo con la primera parte de lo dicho.
Los mensajes públicos en estos días revelan un clima inquisitorial: si Sadam confiesa, es culpable, y si no confiesa, es culpable porque no lo hace. Si se encuentran armas, merece ser castigado; si no se las encuentra, es porque las tiene escondidas. Pero, si colabora, no alcanza, porque, dice Blair, "tiene que decirles a los inspectores dónde tiene las armas".
Porque hay una verdad secreta. Es algo que sólo conoce el Dios del Imperio y que poco a poco va contándola, hoy a este primer ministro en Londres, mañana a aquel presidente de la "nueva Europa" que le gusta al secretario de Defensa, Donald Rumsfed, hasta que los aspirantes a estrategas, en sus despachos de Madrid, Lisboa o Roma, se ven iluminados, pasan a formar parte del secreto y afirman sin dudar que Irak tiene armas nucleares. De ahí a la arrogancia autoritaria de afirmar que se gobierna en contra de la opinión de las mayorías en nombre de la "responsabilidad" de las minorías hay sólo un paso.
De las cosas más graves que emergen en este artículo de nuestros líderes europeos es ese súbito compromiso que tienen con "la paz y la seguridad mundiales". Ya ocurrió después de la guerra de Kosovo, cuando Blair y el ex presidente Bill Clinton dijeron que nunca más se permitirían violaciones masivas de los derechos humanos, y poco después Rusia arrasó Chechenia y nadie se inmutó.
Afirman los ocho que hay que desarmar a Sadam Husein con el fin de liberar a los iraquíes y para no ser negligentes con los propios ciudadanos y con el mundo. Grandes palabras, realmente. ¿Cuál es el próximo Gobierno con armas nucleares al que atacarán?, ¿el de Ariel Sharon o el de Pakistán? En estos días oímos a gente consternada por la represión de Sadam Husein a los kurdos hace más de una década. Loable. Pero ¿qué hacemos ahora con los palestinos? ¿Y dónde están las tropas que espera la ONU desde hace meses para imponer la paz en la República Democrática de Congo? El comentarista Thomas Friedman llega al cinismo de plantear que esta guerra servirá para liberar en el futuro a la sociedad civil y a las mujeres de Oriente Próximo.
Los discursos sobre los derechos humanos y la preocupación por otros están, en la argumentación de los ocho, vacíos de contenido. Su visión es que el mundo se mueve por intereses (petróleo, por ejemplo), por ideologías (la legitimación que da la guerra global contra el terrorismo para imponer políticas autoritarias) y por relaciones de poder (las que algunos líderes europeos aceptan sumisamente hacia Washington). Sobra el sistema multilateral; aquí sólo valen los líderes y los amigos. El resto son problemas (como Francia y Alemania para Rumsfeld) o enemigos.
Vamos a una guerra injusta porque el presidente Bush Jr. y su equipo la han definido como necesaria. Se acepta su poder porque es el más fuerte del mundo. Quizá se consiga algo del petróleo iraquí. Estos mandatarios están dispuestos a sacrificar el proyecto europeo, el sistema multilateral, a algunos de nuestros soldados y la vida de mucha gente en Irak. Lo demás son palabras, puras historias.
Mariano Aguirre es director del Centro de Investigación para la Paz (CIP) en Madrid. José M. Pureza es coordinador del Núcleo de Estudios para la Paz en la Universidad de Coimbra.
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