El escenario de una catástrofe
Los estrategas estadounidenses creen que la batalla será rápida. Pero Sadam Husein o Al Qaeda pueden reaccionar de maneras que conduzcan a una catástrofe en Irak y en Estados Unidos.
La pesadilla se desarrollaría así: poco después de que las fuerzas estadounidenses invadan Irak, Sadam Husein se da cuenta de que el fin está próximo. Ante la derrota inminente y una muerte casi segura, decide autorizar un último y espantoso acto terrorista. Escoge a un agente fiel entre su servicio de seguridad y ordena a los científicos que trabajan con gérmenes que le inyecten. Sacan al agente del país y lo colocan en un avión comercial con destino a Estados Unidos. Docenas de pasajeros que respiran el mismo aire que el agente iraquí resultan contagiados sin saberlo. Al mismo tiempo que las tropas norteamericanas llegan a Bagdad, miles de civiles estadounidenses empiezan a experimentar fiebre, náuseas y dolor de espalda: todos los síntomas de la viruela.
Udai Husein: "El 11 de septiembre, por el que tanto lloran y que consi-deran algo tremendo, será una fiesta en comparación, si Dios quiere"
Bush está preocupado por un posible ataque con viruela contra las fuerzas que invadan Irak; el mes pasado se vacunó a 500.000 miembros del ejército
"Una invasión de Irak dará más fuerza a los argumentos de los extremistas, que aseguran que su postura es la única solución", dice un diplomático árabe
Un veterano diplomático árabe predice que si Sadam quiere usar armas químicas o biológicas, EE UU no podrá detenerlo. "Será una guerra sucia", afirma
En las altas instancias de la Administración estadounidense, las autoridades creen firmemente que esta secuencia de acontecimientos es posible. Nadie sabe con certeza si Sadam posee muestras de viruela, y nadie está seguro de que fuera a emplearlas. El régimen iraquí insiste en que no tiene armas de destrucción masiva, incluidas las biológicas, pero el Gobierno de George Bush está lo suficientemente preocupado por un eventual ataque con viruela contra las fuerzas que invadan Irak como para ordenar, el mes pasado, que se vacunase a 500.000 miembros del ejército destinados al frente.
Bajo la confianza de la Administración en que la guerra con Irak se puede ganar rápidamente, y con un número limitado de bajas estadounidenses, acecha cierta angustia sobre la catástrofe que podría desencadenar una invasión. "Podemos derrocar a Sadam Husein, de eso no hay duda", dice un estratega del mando central, "pero la pregunta es: ¿podemos hacerlo y al mismo tiempo mantener contenidas sus armas de destrucción masiva?". La respuesta, advierte el hijo mayor de Sadam, es no. "Si vienen", declaró Udai Husein la semana pasada, "el 11 de septiembre, por el que tanto lloran y que consideran algo tremendo, será una fiesta en comparación, si Dios quiere".
Al presidente norteamericano y a sus estrategas les gusta afirmar que el desarme de Irak es fundamental en la guerra contra el terrorismo. Pero eso significa que el riesgo de represalias contra los estadounidenses no se limite al campo de batalla. Ante la dificultad de equipar misiles con cabezas químicas y biológicas, Sadam puede llegar a la conclusión de que le va a ser más fácil dotar a agentes terroristas independientes de armas no convencionales para que las empleen contra ciudadanos inocentes lejos del escenario de la guerra. Un informe de la Rand Corporation calcula que un ataque con viruela realizado por equipos de fuerzas especiales en los 10 principales aeropuertos de Estados Unidos podría infectar a entre 5.000 y 100.000 personas.
Mientras tanto, a las autoridades militares y antiterroristas estadounidenses les preocupa que Al Qaeda pueda estar preparándose para aprovechar la crisis y realizar atentados contra objetivos israelíes y occidentales, incluso dentro de Estados Unidos. "Si yo fuera miembro de Al Qaeda", dice un responsable de los servicios de información norteamericanos, "y tuviera un plan más o menos esbozado para llevar a cabo algo importante, intentaría acelerarlo lo más posible".
Aunque las autoridades del Gobierno de Bush, en privado, se preparan para lo peor, vacilan a la hora de suscitar la alarma pública sobre la posibilidad de represalias terroristas. Sin embargo, otros no se reprimen. La semana pasada, el primer ministro británico, Tony Blair, dijo que un atentado de Al Qaeda en el Reino Unido era "inevitable". Según The New York Times, las autoridades estadounidenses creen que los militantes islámicos detenidos hace unas semanas en Londres por presunta fabricación de ricino -un veneno derivado de la planta del mismo nombre que tal vez posee Sadam- podían estar preparando una operación para manipular los alimentos servidos a los soldados británicos, al menos, en una base cercana.
Las amenazas de este tipo ya no parecen lejanas, por lo que es preciso tenerlas en cuenta. Por ello, los estrategas estadounidenses se desviven para responder las siguientes preguntas:
¿Tomará represalias Sadam?
¿Podemos detenerlo?
¿Cuánto daño puede causar?
Intentar usar armas químicas y biológicas es una cosa; otra muy distinta es conseguirlo con éxito. Seguramente, Irak equipará misiles de corto alcance y proyectiles de artillería con sustancias letales y los lanzará contra las fuerzas invasoras. Pero es probable que las tropas estadounidenses de primera línea, inoculadas y dotadas de equipos de protección, se hagan rápidamente con las posiciones iraquíes, lo cual limitará el número de bajas. Tal vez los iraquíes intenten atacar bases norteamericanas menos protegidas y ciudades israelíes con misiles de mayor alcance, pero es posible que tampoco lo consigan.
Los expertos militares dicen que las cabezas de misiles iraquíes no son lo bastante avanzadas como para diseminar su carga antes del impacto, momento en el que se destruye gran parte de su contenido letal.
Los estrategas aliados están siguiendo los esfuerzos iraquíes para convertir reactores de entrenamiento en aparatos mortales teledirigidos, cargados con depósitos de carbunco líquido (ántrax) que podrían fumigar sobre Israel. Esos mismos expertos confían en que Estados Unidos y sus aliados sean capaces de derribar unos aviones tan lentos antes de que se conviertan en un peligro serio para la población civil. "Una de las razones por las que la invasión es una opción lógica es, precisamente, la debilidad de Irak", dice Gary Samore, que dirigió la política de no proliferación en el Consejo de Seguridad Nacional durante la presidencia de Clinton. "Tiene muy pocas opciones reales de causar un número verdaderamente grande de bajas".
Pero, aunque sean pocas, son angustiosas. Fuentes del Gobierno citan los miles de toneladas de agentes bioquímicos que los iraquíes no han justificado jamás, y que incluyen enormes cantidades de carbunco, toxina botulínica, aflatoxina y ricino. "Si se piensa en la destrucción que pueden causar las armas biológicas", dice Myers, "en ciertas situaciones, se ve que podrían ser tan destructoras o más que un arma nuclear".
¿La guerra incitará a otros terroristas?
Pocas cosas les motivan más. "Los grupos terroristas siempre buscan un contexto o una forma de hacerse con parte de la atención cuando se produce una crisis internacional", afirma el experto en terrorismo de Rand Corporation Bruce Hoffman. Las autoridades policiales y de espionaje están de acuerdo en que, a medida que se acerque la guerra, los terroristas intentarán "subirse al carro" del sentimiento antinorteamericano y llevar a cabo nuevos atentados. Podrían suceder en lugares impensables. El grupo marxista peruano Tupac Amaru utilizó la primera guerra del Golfo como justificación para colocar bombas en locales de Kentucky Fried Chicken en Lima, y en uno de los casos volar asimismo un Pizza Hut vecino.
En esta ocasión, Estados Unidos está más preocupado. Desde el pasado mes de octubre, agentes de Al Qaeda y otros militantes han llevado a cabo acciones relámpago contra estadounidenses en Oriente Próximo y han matado a siete personas en diversas emboscadas. La semana pasada, unos pistoleros abrieron fuego contra una furgoneta cerca del campamento estadounidense en Doha (Kuwait) y mataron a un civil contratado por el Departamento de Defensa. Dado que Estados Unidos está dedicando gran parte de sus recursos bélicos a derrocar a Sadam, es posible que Al Qaeda decida que ésta es la mejor oportunidad para atacar en territorio estadounidense.
¿Estamos preparados para lo peor?
A pesar de las modestas medidas tomadas para reforzar la seguridad interior desde el 11 de septiembre, la red de protección de Estados Unidos sigue teniendo agujeros, y hará falta que pasen años para taparlos de forma suficiente. La semana pasada, el Gobierno norteamericano desveló planes para desplegar unos sensores ambientales en varias ciudades del país. Los monitores están pensados para detectar cantidades extraordinarias de gérmenes letales en el aire, pero no pueden descubrir muestras de viruela liberadas en entornos cerrados como centros comerciales y aeropuertos.
Los responsables policiales de Estados Unidos han comenzado a interrogar a 50.000 iraquíes que poseen la carta verde o el visado, otros que tienen vínculos especiales con Irak y algunos nacidos en ese país pero que poseen la ciudadanía estadounidense. Pero hasta ahora, según dicen, no han conseguido detener ninguna conspiración terrorista. "Algunos de ellos nos inquietan", explica un responsable. "En parte, se trata de hacer saber a la gente que somos conscientes de ello y estamos alerta". Ahora que se aproxima rápidamente el momento de la verdad, tal vez Estados Unidos no tenga tiempo de hacer mucho más que eso.
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