Comienza la dispensación compasiva de un nuevo grupo de fármacos contra el sida
Los inhibidores de fusión impiden la entrada de material genético del VIH en los linfocitos
El arsenal contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida) cuenta desde este año con una nueva familia de medicamentos: los inhibidores de fusión. La multinacional suiza Roche pidió en septiembre del año pasado la autorización de las agencias del medicamento europea y estadounidense del T-20, el primero de estos fármacos, pero los resultados de los ensayos han sido "tan buenos" que el fabricante ha puesto a disposición de los enfermos de todo el mundo 1.200 tratamientos para "un programa de acceso precoz" (también llamado de uso compasivo) antes de que llegue el permiso, según ha explicado la directora de la unidad de Virología de la empresa en España, Belén Garbayo.
La enfuvirtida (nombre del principio activo del T-20) actúa impidiendo la acción de una de las proteínas de la cubierta del VIH, la gp41. Esta proteína es la responsable de que las membranas del virus y de los linfocitos se fusionen y creen el túnel por el que el ARN del virus infecta las células del sistema inmunológico, que son su diana (véase gráfico).
Este enfoque abre un nuevo frente contra la enfermedad. Desde 1987 se han autorizado 18 medicamentos contra el VIH, pero todos ellos pertenecen a dos grandes grupos: los inhibidores de la transcriptasa inversa, que impiden que el ARN viral se copie en ADN susceptible de integrarse en los cromosomas de la célula infectada, y los inhibidores de la proteasa, que obstaculizan la creación de las proteínas de nuevos virus.
La aparición de estos últimos en 1996 multiplicó las posibilidades de supervivencia de los infectados, al permitir la acción combinada de tres o cuatro medicamentos distintos con el fin de atacar por más sitios al virus. Estos cócteles son, sin embargo, muy caros, producen serios efectos secundarios, que van desde las diarreas a la osteoporosis, cambios en el metabolismo de las grasas (lipoatrofia) y, según se ha descubierto recientemente, necrosis óseas (sobre todo de caderas y otras articulaciones).
Con la incorporación de los inhibidores de la fusión se ataca al VIH en otro momento de su ciclo vital, lo que permite aumentar la variedad de combinaciones de fármacos (los llamados cócteles) disponibles. Además, se impide que el virus llegue ni tan siquiera a reproducirse, ya que para ello necesita la ayuda de componentes celulares (aminoácidos, enzimas) que los nueve genes del VIH no son capaces de producir y que toma de las células que infecta. Al no haber replicación celular se reducen las posibilidades de que el virus adquiera mutaciones que lo haga más peligroso o resistente a los medicamentos.
Pero tantas ventajas no ocultan aspectos negativos del fármaco. Para empezar, su dispensación no es en pastillas, sino mediante dos inyecciones subcutáneas de 90 miligramos al día. Tampoco evita a los pacientes la toma del resto de los medicamentos (entre tres y veinte pastillas diarias sujetas a rígidas pautas horarias) ya que en los ensayos efectuados hasta la fecha se ha usado el T-20 como un nuevo ingrediente de los cócteles y sólo en pacientes que han desarrollado resistencias a la mayoría de los productos ya usados.
Pese al inconveniente de que sea un inyectable, los ensayos han demostrado que la adherencia al tratamiento es muy elevada, afirma Garbayo. En España, por ejemplo, de 110 personas que comenzaron el estudio en febrero de 2001 más de 80 continúan recibiéndolo, y el laboratorio se ha comprometido a seguir suministrándoles el producto.
De momento, el T-20 parece destinado a los países ricos. Aparte de por su previsible precio, que la compañía no ha facilitado, se ha probado y pedido su autorización para su uso en pacientes previamente tratados y en combinación con otros fármacos, dos condiciones que no reúnen porque no pueden pagarlo el 90% de los infectados en los países en desarrollo.
Menos de 250 beneficiarios en España
A España le han correspondido 157 tratamientos con T-20 este año, según el reparto que ha hecho Roche. A ellos hay que sumar los 80, aproximadamente, que han participado en los ensayos del medicamento.
La cifra no es arbitraria. Según la empresa, sólo puede garantizar medicamentos durante un año para menos de 3.000 personas en el mundo (1.200 casos nuevos y 1.700 voluntarios de los estudios). Esto se debe a que la fabricación del T-20 es muy complicada. "Se trata de un péptido sintético [una cadena] de 36 aminoácidos y en su fabricación intervienen 100 reacciones químicas" porque hay que ir ensamblando los aminoácidos [los eslabones] de uno en uno, según explica la directora de virología de Roche en España, Belén Garbayo.
La fecha límite para solicitar el fármaco es el 1 de abril. El Ministerio de Sanidad y las ONG de afectados han formado un Comité Evaluador para decidir quién tiene derecho a disponer del medicamento. Este comité incluso ha elaborado un documento modelo para los hospitales que quieran solicitar el tratamiento para alguno de sus pacientes. De momento, la compañía ha recibido 48 peticiones.
José (nombre supuesto) espera ser uno de los beneficiarios. Reúne todos los requisitos: tiene un recuento de CD4 (la medida del deterioro del sistema inmunológico) inferior a 100 "desde hace varios años" (lo normal en una persona sana es tener más de 800); el número de copias de VIH en su sangre oscila entre las 300.000 y el millón (el comité exige que sea más de 10.000), y los medicamentos usados hasta ahora le producen numerosos efectos secundarios, "como diarreas, neuropatías, alergias y cansancio", explica. También tiene resistencias a la mayoría de los antirretrovirales. En definitiva, su situación es "pésima", como él mismo la califica.
Para algunas fuentes de ONG de afectados por el VIH, el número de candidatos que pueden recibir el T-20 es de 500, el doble de lo ofertado por Roche. Pero la empresa afirma que no puede tratar a más pacientes. "Nuestro objetivo es que nadie de los que empiecen el tratamiento se quede a medias", añade Garbayo.
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