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Tribuna:LEY DE VOLUNTADES ANTICIPADAS
Tribuna
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En defensa de la libertad del individuo

Recientemente ha sido presentada en Andalucía la Ley de Voluntades Anticipadas, conocida en otros lugares por Testamento Vital. No conozco el documento definitivo pero sí puedo decir ahora que tuve el privilegio de participar en los debates sobre el borrador, junto a filósofos, bioeticistas y políticos. No creo que haya cambiado sustancialmente el espíritu de aquel borrador sobre el que hubo un apasionante debate y un razonable consenso. Espero que sea, pues, una buena ley. Presencié siendo muy joven la muerte de mi abuelo Carlos, médico rural. Murió en nuestra casa rodeado de toda su familia, incluidos los numerosos nietos que asistíamos respetuosos y en silencio a sus últimas horas. Dos días antes de su muerte, un colega médico, tan anciano como mi abuelo le aplicó unas ventosas en la espalda (fue la primera y última vez que vi aplicar este remedio) y unas palabras de aliento. Algunos años después, ya médico, una joven amiga, afecta de una enfermedad pulmonar irreversible, ingresó en el hospital con una reagudización de su enfermedad. Decidimos trasladarla a la UVI donde se le aplicó ventilación asistida. Murió después de varias semanas de vida artificial y una amarga agonía. Nunca debimos de ingresarla a nuestra querida amiga sino limitarnos a ayudarla en sus últimos momentos, como hizo el viejo colega con mi abuelo. No habían pasado tantos años entre una y otra historia y otras muchas podría contar. Desde luego no ha pasado el tiempo ni la experiencia en balde. En estos años el debate sobre la dignidad de la muerte o ante la muerte se ha abierto con mayor libertad y en algunos países como Holanda se ha llegado a legislar sobre la eutanasia sin tapujos. No es el caso de la ley andaluza ni de la ninguna otra de las comunidades autónomas donde ya se ha legislado a este respecto. Se trata tan sólo de ofrecer la posibilidad a quien quiera preveerla de dejar constancia de hasta dónde quiere que se le preste asistencia en caso de una enfermedad terminal, para no tener que dejarlo a la discreción, a la moral o a los intereses de los médicos o de los familiares. En este sentido la ley no es más que un paso adelante en el reconocimiento de la autonomía del sujeto, en el momento más importante de su vida, que es su muerte. Desde luego es difícil vivir pensando en la muerte y la mayor parte de los ciudadanos vivimos de espaldas a ella, pero hay muchos momentos en que tenebrosamente nos asalta, como a Camus en la primera página del Mito de Sísifo, la única pregunta verdaderamente importante. Al final la evidencia de lo inevitable siempre se impone y terminamos haciendo testamento o previendo el lugar donde queremos que nos entierren o que nos incineren. El carnet de donantes de órganos o el testamento vital son algunas de las formas de dejar constancia. Habrá, como siempre, médicos que hagan objeción de conciencia a la última voluntad de una persona pues, militantes de las opciones radicales provida, entienden que la vida es un regalo de Dios y como tal nadie puede ni debe hacer nada por limitarla. Otros discutirán cuales son los límites del soporte vital y cuales son las situaciones clínicas que deben ser consideradas. Algunos, en fin, sobre todo si han acompañado al paciente en su enfermedad sabrán comprender en toda su dimensión la última voluntad del paciente. Pero la diferencia fundamental es que si el paciente ha dejado constancia de su voluntad nadie podrá ignorarla, pues como sabemos desde Kant, no hay especialistas en fines sino en medios y de todos los fines el de la vida es el único irreversible. De Saint-Exupery, Marcel Proust cuenta que ya casi moribundo, desobedece las órdenes de su médico, porque morir le importa menos que terminar de corregir sus manuscritos. A Salvador Paniker le sirve esta historia para recordarnos que en el ser humano hay siempre latente una cierta necesidad de dar la vida por algo y que probablemente sólo se puede vivir por aquello por lo que se estaría dispuesto a morir. Al fin y al cabo es ésta probablemente la razón del ser trascendente que todo sujeto lleva dentro, la mejor definición de fe, el mínimo común denominador de todas las creencias. Seguramente pocas personas ejercerán su derecho a acogerse a esta ley pero su existencia es una garantía contra el encarnizamiento terapéutico, una ayuda inestimable para la buena práctica clínica, una defensa del individuo frente a posibles abusos de familiares y sobre todo un signo de salud y de libertad. Y por tanto de vida. Bienvenida.

Federico J. C-Soriguer Escofet es jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición. Hospital Civil- Hospital Universitario Carlos Haya.

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