Más fiebre que fútbol
El Madrid y el Atlético, que no supieron ganar cuando tuvieron todo a su favor, empatan tras un duelo muy áspero (2-2) - Riazor ovaciona a Molina y el Depor remonta ante el Athletic (2-1) - El Betis frustra el estreno de Dimitri Piterman como presidente del Racing (0-1)
Tres penaltis, dos expulsados, alguna camiseta ensangrentada -la de Burgos, por ejemplo-, varias cargas policiales... El Madrid y el Atlético resucitaron un derby de lo más accidentado, más áspero que bello, más emotivo que plástico. Un duelo con el pulso acelerado desde que el árbitro, Daudén, castigara con demasiado rigor un choque de Roberto Carlos con José Mari. El penalti calentó a los madridistas -Helguera se autoexpulsó al atropellar violentamente a Javi Moreno, el goleador- y desfiguró al Atlético, que dilapidó su ventaja numérica y en el marcador. Figo le hizo pagar su errático planteamiento y luego Roberto Carlos se cobró dos penaltis. Figo aprovechó el primero, García Calvo hizo de Helguera, la nariz de Burgos evitó el 3-1 del portugués y, entonces, con todo a favor, fue el Madrid el que no supo marchitar el encuentro. Tras tanto disloque, el partido tuvo un cierre apropiado. A segundos del final, Albertini lanzó una falta que escupió la escuadra derecha de Casillas contra el cogote de éste y la carambola terminó con la pelota en la red. Un empate febril, conquistado por las bravas por parte de ambos bandos. Nadie supo ganar cuando mejor le pintaban las cosas. Cosas de los derbies.
Con este punto y perdido el Barcelona, sólo la Real Sociedad -encomiable su resistencia al frente de la Liga-, el Deportivo -que ya recupera lesionados, incluido Molina, al que ayer vitoreó Riazor en pleno- y el Valencia -con crédito aún tras su excelente segunda vuelta del pasado curso- mantienen junto al Madrid todas sus aspiraciones.
Con el Barça a la deriva, la directiva azulgrana aparenta tanta firmeza como Van Gaal, eje del tercer proyecto de Gaspart, al que han dado tanto carrete que ahora sólo tiene recambio en las filas de la oficina de desempleo de los entrenadores. Como hay telarañas en la tesorería y ya nadie se fía del ojo clínico del técnico holandés, tampoco el club azulgrana encuentra remedio en el mercado de invierno. Total, que ante la galería, en el Camp Nou, la confianza mutua es total: Gaspart sostiene con alfileres al entrenador -que ayer no dirigió el ensayo y se refugió en su despacho-; éste se agarra a una plantilla de plastilina, y los jugadores mascullan que apoyan al míster. Mientras tanto, quien no se fía de nadie es la hinchada, harta de dos años y medio de desgobierno, fracasos deportivos y pérdida de identidad. Hoy por hoy, el Camp Nou es el escenario más tormentoso del fútbol español, con truenos y relámpagos cada jornada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.