El ex consejero pide que el Parlamento investigue los negocios de su familia
El objetivo prioritario del ex consejero de Obras Públicas Xosé Cuiña en las próximas semanas será demostrar la legalidad de los negocios de su familia, que en los últimos 15 años ha levantado un imperio empresarial vendiendo materiales de construcción, en muchos casos a compañías contratadas por las administraciones públicas. El ex consejero de Política Territorial difundió ayer un escueto comunicado en el que anuncia que va a pedir a la comisión del Estatuto del Diputado del Parlamento de Galicia que investigue las actividades empresariales de su familia o "cualquier otro aspecto" relacionado con su gestión en la Xunta. Cuiña dijo que emplazará a esa comisión a que realice un "riguroso trabajo" y que examine, "desde los puntos de vista ético y legal", la compatibilidad entre sus negocios y sus cargos públicos.
Las informaciones sobre el patrimonio empresarial de Cuiña y sus ventas de material para obras públicas han proporcionado desde hace años sobresaltos periódicos a quien era el delfín de Fraga. Pero el presidente de la Xunta y el PP gallego lo defendieron siempre a capa y a espada. Sin embargo, una operación de cuantía mucho menor a las reveladas anteriormente, la venta de material por valor de 42.000 euros para limpieza de la costa afectada por la marea negra, han proporcionado ahora la excusa para forzar su salida de la Xunta, reclamada por otros miembros del Gabinete y por sectores del PP en Santiago de Compostela y en Madrid.
Esa partida de material incluía palas y trajes de agua que una empresa de la familia Cuiña cedió, sin beneficio alguno, según su versión, a la firma Peycar S.L, contratada a su vez por Tragsa, la sociedad pública encargada de la limpieza de playas. El presidente de Tragsa, Roque Manresa, explicó ayer que su empresa desconocía que el material procediese de una sociedad de la que Cuiña es accionista junto a su madre y hermanos. Manresa confirmó que la empresa de los Cuiña había presentado también una oferta a Tragsa para venderle aperos de limpieza, que fue rechazada porque "había otras mejores".
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