"La escritura surge del dolor para tratar de sacarle a la noche la poca luz que tiene"
Tan seductor y locuaz como siempre, arrollador con su utópica vitalidad, misterioso en su desencantada sabiduría, el escritor, viajero y pensador italiano Claudio Magris (Trieste, 1939) recibió ayer en Madrid la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.
Rodeado de amigos y lectores, el autor de Microcosmos y Utopía y desencanto agradeció la distinción como "la coronación" de su "feliz relación con España, un país", dijo, "que siempre me ha dado generosidad y comprensión". El homenaje se completa hoy, en el Círculo, con una mesa redonda sobre la fallecida escritora Marisa Madieri, que fue su mujer durante 30 años, y mañana, con el estreno de los monólogos Las voces y Haber sido a cargo de Pepe Martín.
"La exposición' es un libro muy salvaje, escrito con violencia"
"Vivimos una locura general objetiva, y lo peor es que parece no haber salida"
Además, Anagrama acaba de editar La exposición, breve y tensa pieza teatral, o relato de forma coral, que narra la tragicómica vida y la tremenda muerte del loco, anárquico y autodestructivo pintor y poeta Vito Timmel (Viena, 1886-Trieste, 1949).
Pregunta. La exposición es un libro difícil y denso, lleno de verdades, voces, violencia, poesía, canciones, lenguas... Nada parecido a El Danubio o a Utopía y desencanto...
Respuesta. Creo que hay dos tipos de escritura. Una que trata de dar una visión global del mundo, de tus sentimientos, tus valores, tus sufrimientos y tus dolores con un lenguaje amplio, elaborado, que sería la ficción, con mi mirada, de El Danubio, o de Microcosmos. Y luego esa otra escritura que viene de improviso, de la sombra, eso que Sábato llama la escritura nocturna, y que está formada por cosas que no son tuyas, que son como el negativo de tu fotografía, tu contrario, tus opuestos. Por eso es un libro difícil, porque es doloroso y violento. Aunque todo es una metáfora, porque yo no estoy ni loco, ni soy pintor, ni estoy muerto, La exposición pertenece a esta estirpe, que es también la de Las voces.
P. Así que comparten más cosas que el de ser piezas teatrales.
R. La escritura teatral, para mí, recoge cosas muy hondas, que vienen de muy abajo. Es como la playa tras un naufragio: el mar trae de todo, maravillas y porquerías, pedazos de madera y joyas. Timmel me interesaba hace tiempo, es un personaje que me viene de lejos. Su anárquica autodestrucción es muy atractiva, su amor a la vida era tan terrible que trató de destruir su propia vida, su anarquismo absoluto le llevó a celebrar incluso el fascismo, decía que así no tendría que sufrir su libertad. Prefería ser un fracasado, vivir una vida falsa...
P. No parece su caso...
R. Aunque ningún texto literario es autobiografía pura, porque la voz literaria es siempre impostada, a veces la autobiografía se hace de forma directa y otras al revés. Vivir una historia de amor puede llevarte a contar una feliz historia de amor o, al contrario, una muy infeliz, que deje ver lo que uno se pierde sin amor. La autobiografía de lo que no hemos hecho, lo que no hemos sido o lo que hubiéramos querido ser... Éste es un libro muy salvaje, escrito con violencia, puesto a reposar un año y cortado salvajemente después... Y es el primer libro que escribo del todo sin Marisa, y el más doloroso. También porque ella era una maestra en cortarme lo que sobraba a mis textos... Cortar, como tirar la ropa vieja, es una tarea que suelen hacen mejor los otros que uno mismo.
P. Todo el rato ronda por aquí la palabra esquizofrenia...
R. En Italia, una periodista me preguntó si este libro era un punto de no retorno. Timmel siempre está a punto de romperse, pero nunca deja de luchar. Siempre acaba incurriendo en ese pequeño heroísmo del pobre hombre racional, tan responsable que no puede permitirse la libertad, ni la coquetería, de ser esquizofrénico...
P. ¿Y escribir es su lucha?
R. Bueno, mi escritura no nace del bienestar, y espero ser capaz de decirlo sin coquetería. Siempre parte de dos sentimientos, de un dolor personal y de otro general. Por un lado, nace de la necesidad de contar el dolor, lo invivible que es la vida, ese saber que a la medusa con cabeza de serpiente no la podemos mandar al peluquero. Pero también parte de la resistencia a ese dolor, de sacarle a la noche la poca luz que tiene, de encontrar la felicidad en el dolor. De nuestro deseo general de una vida bella. Yo nunca he tenido los problemas del bienestar. La vida es muy difícil y está tan amenazada que todo lo que puedo coger de ella me resulta un regalo. Y esto no es la negación del dolor, es simplemente la otra cara.
P. Dice que La exposición nace del insomnio. Y muchas veces la lucidez del insomnio nos parece estúpida al día siguiente.
R. Sí, no se puede presumir mucho de la lucidez del insomnio. Tenemos la necesidad de cubrirla con un poco de desencanto. El sueño es el bienestar, la armonía, la liberación, eso lo sabía muy bien Kafka. El insomnio es el dolor, la laceración, la culpa, pero eso no puede convertirse en estilo. Es la eterna duda del alcance épico. La fractura, lo disonante, no se puede convertir en una profesión. Igual que el pesimismo. Si repites mil veces que la vida no tiene sentido, al final es un desastre, no sirve para nada, es una letanía. De ahí parte mi desacuerdo con Cioran, me parece que a veces es demasiado feliz en su pesimismo, está contento de estar triste. La tristeza no es la melancolía del crepúsculo ni la nostalgia; lo triste significa negrura, miedo, depresión, pérdida, malestar...
P. No corren precisamente tiempos muy alegres...
R. Vivimos una locura general objetiva, y lo peor es que parece no haber salida... Pero hacer declaraciones políticas me da mucha vergüenza, la traducción al papel siempre las falsifica, las ideologiza demasiado. Aunque fui senador, querría ser un hombre impolítico, ocuparme de la política una vez cada cuatro años. No me gusta la lucha, sino el diálogo, pero si de repente alguien mata a alguien aquí delante tendremos que parar la entrevista y hacer algo... Un amigo mío muy conservador dice que no perdona a Berlusconi haberle obligado a votar a la izquierda. Yo no le perdono haber tenido que dedicarme a escribir contra la regresión de la sociedad italiana, contra su totalitarismo y su tendencia, habilísima, a limitar a quienes tratan de limitar su poder. Aunque muchos de mis artículos los suelen escribir más mis hijos que yo, y ese proceso es muy divertido, me preocupa más ver cómo se combinan los cambios vertiginosos del mundo con mi creatividad, mi autonomía, mi libertad. ¡Y espero no convertirme en un maestro del arte de cortar!
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