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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lula pone rumbo

En sus pasos iniciales como primer presidente de izquierdas de Brasil, Lula está respondiendo a las expectativas creadas, y a la prioridad de su programa Hambre Cero. Ha cancelado la compra de aviones militares para dedicar ese dinero público al combate contra la pobreza. Y va a utilizar a las Fuerzas Armadas en labores de construcción civil. Mañana iniciará con su Gobierno un recorrido por las zonas más pobres del país, para que los ministros tomen contacto con la cruda realidad antes de meterse en sus despachos.

Son gestos que tal vez sean en exceso populistas, pero Lula está tratando de responder con seriedad a las razones por las que fue elegido. Es una seriedad que los mercados le están reconociendo, con una marcada apreciación del real, tras la pérdida de casi un 40% de su valor respecto al dólar en los meses previos a su llegada a la presidencia. A esta aceptación contribuye su equipo, fundamentalmente moderado, y el nombramiento al frente del Banco Central de Henrique Meirelles, ex alto directivo de BankBoston, quien ha prometido una política monetaria "sin aventuras".

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Lula necesitará un amplio consenso para sacar adelante sus proyectos en materia de pensiones, impuestos o empleo, en un Parlamento en el que su Partido de los Trabajadores no tiene mayoría. Dar título de propiedad a los habitantes de las favelas puede resultar útil para integrar en la ciudadanía activa a millones de marginados. Requiere primero entrar en esas zonas a menudo dominadas por bandas violentas, y luego una legislación compleja. Pero vale la pena intentarlo.

Afortunadamente, ha rectificado al ministro de Asuntos Exteriores, Celso Amorin, al señalar que el derecho a la investigación nuclear que se reserva Brasil no se refiere a la bomba atómica, sino a usos pacíficos de esta energía. Para ser reconocido como país de peso, que aspira a entrar en el G-8 y a un escaño permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, Brasil no necesita ser una potencia militar. Pesará mucho más si logra reducir la desigualdad social, el mayor lastre para el despegue de este enorme país, y en general de América Latina.

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