Brasil defiende su derecho a la bomba atómica si cambia la situación en el mundo
El nuevo Gobierno de Lula reclama el papel de gran potencia mundial para su país
Paralelamente a los proyectos concretos que cada día está presentando el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en el plano social, se van ya pergeñando algunas líneas importantes de su política tanto interna como exterior. Por lo que se refiere a esta última, aparece ya claro que Brasil aspira a colocarse en el futuro entre las grandes potencias mundiales. Desde el día en que fue elegido como ministro de Asuntos Exteriores el diplomático Celso Amorin, quedó claro que la política de puertas afuera de Brasil iba a ser más agresiva que en el pasado.
Ésa podría ser la razón de la polémica surgida ayer sobre el delicado tema de la bomba atómica por el ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Amaral, que en el ritmo de trabajo que Lula está imponiendo a sus colaboradores sigue despachando desde el hospital de las Fuerzas Armadas de Brasilia donde ha sido internado aquejado por una pulmonía.
El ministro ha afirmado, levantando gran revuelo en los medios de comunicación, que nadie puede prohibir a Brasil "investigar sobre la bomba atómica". "¿Quiere eso decir que este país piensa en su construcción?", titulaban algunos diarios brasileños, sobre todo en Internet. Pero, como el mismo ministro se ha ocupado de aclarar, la cuestión es otra. Lo que él defiende, según afirmó ayer el solvente diario O Globo, es que "no se debe prohibir a Brasil llevar a cabo investigaciones y estudios que puedan ayudar a preservar la soberanía de este país".
Según Amaral, que ayer volvió a repetir que Brasil no está pensando en construir en este momento la bomba atómica, el país "no puede renunciar a ningún conocimiento". También dijo que hoy algunos países que "controlan ese conocimiento" han llegado a un acuerdo con el resto de la humanidad de que la proliferación de dicha información puede ser peligrosa y que Brasil participa y seguirá participando de ese acuerdo de no proliferación de armas nucleares, pero añadió que mañana ese tratado podría no ser respetado y que Brasil debe estar preparado para ello.
Curiosamente, la misma polémica la había levantado Lula durante la campaña electoral y también los medios de comunicación titularon que el Partido de los Trabajadores quería la bomba atómica para Brasil.
Lula fue acusado de belicista por los otros candidatos que entonces disputaban las elecciones, y se vio obligado a desmentirlo. Pero quiso dejar claro que si debe haber desarme debe ser para todos y no sólo para los países subdesarrollados.
A lo que Brasil, fuera ya de la polémica puntual sobre la bomba atómica, no está dispuesto es a seguir siendo considerado como un país más del subdesarrollo, una colonia más de Estados Unidos. Es consciente, por ejemplo, de que ya hoy es una de las 10 primeras potencias económicas del mundo. Brasil es uno de los cinco mayores productores de uranio del mundo y necesita importar este producto. Es una de las reservas de biodiversidad mayores del planeta y podría ser uno de los mayores exportadores de productos agrícolas del mundo. Y su tecnología, por ejemplo en aeronáutica, es de primer mundo.
Hoy se sabe que Brasil aspira a un puesto permanente en Naciones Unidas y a formar parte del G-7. También se sabe que quiere abrir líneas de comercio y colaboración con China, África del Sur y los países árabes. A los americanos, durante su reciente visita al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, ante la pregunta de por qué Brasil quería estrechar las relaciones económicas con China, Lula les respondió: "Si China es importante económicamente para Estados Unidos, ¿por qué no va a serlo para Brasil?".
El Gobierno de Brasil está convencido, y lo ha expresado públicamente, de que le conviene una política de mano dura con las grandes potencias, las cuales, piensa Lula, no suelen escuchar a "los que tienen miedo a exigir". Es el caso de la posible entrada de este país en el ALCA (Tratado de Libre Comercio). Lula ya ha afirmado que lo hará sólo si Estados Unidos acepta "todas las exigencias presentadas por Brasil".
La polémica ayuda a Venezuela
En cuanto a la polémica sobre la ayuda a Venezuela, que ya lleva cinco semanas de huelga general, el presidente brasileño, Luis Inácio Lula da Silva, aún no ha decidido si aceptar la propuesta de Hugo Chávez de enviar técnicos de la estatal Petrobras en su ayuda, pero, a pesar de las críticas de algunos sectores que le piden que no los envíe, el Gobierno se lo está pensando. No sólo porque el Gobierno de Venezuela es un Gobierno democrático, sino porque eso forma parte de la nueva estrategia de Brasil de entablar relaciones económicas con otros países. Y Brasil, que ya tiene una autonomía de un 80% de producción de petróleo, tiene todo el interés en establecer buenos "acuerdos económicos" con esa potencia petrolífera que es el país amigo.Así lo dejó claro ayer el nuevo presidente de Petrobras, Eduardo Dutra, ex senador del partido de Lula y amigo suyo. "No es un problema político", dijo, "es sólo una cuestión de interés económico".
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