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Lula ordena dar títulos de propiedad a millones de habitantes de favelas de Brasil

El presidente obliga a sus ministros a visitar las zonas pobres antes de ocupar sus despachos

Juan Arias

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha ordenado la puesta en marcha de un plan para conceder títulos de propiedad a los habitantes de las favelas, los grandes barrios de chabolas y casas que abarrotan las ciudades del país, levantadas de forma ilegal por gente pobre procedente de las provincias. Lula, que en su primer Consejo de Ministros suspendió la semana pasada la renovación de la flota aérea de las Fuerzas Armadas, ha destinado 300 millones de euros al proyecto. Millones de personas pasarán a ser propietarios de forma legal.

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Lula da Silva sigue firme en el anuncio de nuevos proyectos en la lucha contra las desigualdades sociales que afligen al país. Después del programa Hambre Cero, ya en marcha y para el que va a pedir incluso la ayuda voluntaria internacional, ha lanzado dos nuevas e importantes iniciativas: el rescate de la propiedad de los terrenos de las favelas de las grandes ciudades, donde generalmente familias huyendo de la miseria del interior del país se han construido ilegalmente sus chabolas, y el apoyo del Estado para recuperar a jóvenes y adolescentes involucrados en el narcotráfico ofreciéndoles trabajo y protección si desean llevar una vida normal.

Del proyecto de recuperación de la propiedad de los terrenos de las favelas se ha encargado el ministro de Justicia, Márcio Thomaz Bastos. Se va a tratar de una decisión que podría tener grandes repercusiones, según el ministro, en la misma economía del país además de ser un gran designio social. Son millones de personas las que ocupan las favelas de ciudades como Río, São Paulo, Recife, Salvador de Bahía, Bel Horizonte y cientos más. Esas personas quedan excluidas del mundo del trabajo porque al carecer de la propiedad donde construyeron su chabola no tienen dirección oficial y por tanto no pueden aspirar a un pequeño crédito en los bancos, ni pueden tener un empleo fijo. La idea es dar a esos millones de personas la dignidad de ciudadanos.

El presidente Lula ha pedido al ministro Bastos que un grupo de expertos busque las soluciones jurídicas para resolver ese problema y si no bastaran las leyes ya existentes que se aprueben leyes nuevas. Los problemas no van a ser pequeños, pero el resultado podría ser sorprendente. Propietarios ya del terreno de la chabola o casita construida en terrenos ocupados ilegalmente, generalmente, como en Río, en lugares panorámicos privilegiados, muchas de esas personas podrían acabar vendiendo dicho terreno para poder trasladarse a su tierra de origen de donde salieron para evitar el hambre. Para muchos, como para João Agnelo, de 49 años, que vive con su mujer y sus cuatro hijos en una chabola de El Salvador de Bahía, el poder conseguir la propiedad de su casa y del terreno que ocupó hace 12 años le permitiría poder comprarse una casita en un barrio popular en la tierra de donde salió. A esas personas podría bastarles, en vez de complicadas escrituras de propiedad, piensa Lula, que el Estado les diera una especie de tarjeta de ciudadanía que equivaldría a la propiedad, a todos los efectos, del terreno y de la chabola.

El Estado va a tener que gastarse unos 300 millones de euros para los estudios de viabilidad del proyecto y para asegurar asesoría jurídica gratuita a todas esas familias. Aunque aún no existe un mapa completo de las personas que habitan en esos lugares ilegales, se sabe que son millones. Sólo entre Río y São Paulo no son menos de cuatro millones de habitantes.

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Jóvenes muertos

Del proyecto de protección de los adolescentes y jóvenes comprometidos en el tráfico drogas, en su 90% dentro de las favelas, se va a encargar Nilmário Miranda, el secretario nacional de Derechos Humanos, que ha anunciado ya la decisión tomada por el presidente de la República. Todos esos muchachos que están atenazados por los narcotraficantes que les impiden dejar el tráfico bajo pena de muerte (cada día aparecen muertos algunos de esos jóvenes que se resisten a seguir colaborando), van a recibir amparo del Estado como hoy lo reciben los testigos en los procesos contra los narcotraficantes. Quienes deseen abandonar ese infierno y llevar una vida normal, podrán hacerlo. A ellos se les ofrecerá residencia y trabajo fuera de las favelas, incluso en otros Estados, además de protección especial si fuera necesario.

Miranda ha afirmado que no se trata sólo de ayudar a esos 10.000 jóvenes que ya están viviendo, por ejemplo en Río de Janeiro, al servicio de los narcotraficantes, sino por lo menos a ocho millones de adolescentes y jóvenes vulnerables y dispuestos a entrar en el mercado de la droga por falta de trabajo o porque sus mismos padres, generalmente desempleados, los empujan a ese trabajo bien remunerado. La idea de Nilmário es introducir el proyecto en el área de defensa de los Derechos Humanos de todos y cada uno de los ministerios.

Mientras tanto, el viernes saldrá de Brasilia la caravana de los ministros, presidida por Lula, para visitar durante dos días los lugares más pobres del interior del país. Lula lo había prometido durante la campaña electoral: "Antes de sentarse a trabajar, los ministros tendrán que ir conmigo a mirar a los ojos de la gente que aún pasa hambre", había prometido. Y no se ha olvidado.

Una calle de una favela de Río de Janeiro.
Una calle de una favela de Río de Janeiro.BERNARDO PÉREZ

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