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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Contestación a Rubio Llorente

Dice Stephen Holmes en su libro Anatomía del antiliberalismo que la Constitución norteamericana, en especial las 10 primeras enmiendas, forma parte de los principios liberales clásicos. Pese a eso, estos días informa The Washington Post que la CIA, sujeta a esa Constitución, negó con extrema crueldad los derechos humanos en Afganistán. Anteayer informaba ese mismo diario que se están ofreciendo salarios millonarios a los militares que colaboren en un golpe de Estado en Venezuela, y el presidente de la Comisión Internacional del Congreso alentaba a Bush a actuar contra el otro eje del mal formado por Lula, Castro y Chávez. Llama la atención tanto disparate, porque el texto constitucional es, quién lo dudaría, impecable. Supongo que tanto como la Constitución venezolana de 1961 que defiende el profesor Rubio Llorente. Menos mal que la información viene del Washington Post, pues, de lo contrario, la retahíla de sospechas e insultos ya vertidos crecería. Igualmente, hace unos días las autoridades estadounidenses (que deben cumplir y hacer cumplir esos principios liberales) decidieron sobornar a periodistas extranjeros en su campaña contra el terrorismo, y aprobaron igualmente que sus cuerpos de seguridad puedan ase-

sinar a "opositores" en cualquier lugar del mundo, incluida España. No he visto a muchos juristas demócratas pronunciarse al respecto. Del mismo modo que tampoco tuve ocasión de leer cartas con amargas quejas preguntándose qué le ocurría a un sistema político como el venezolano, que cerraba las puertas del futuro al grueso de la población. Nadie como usted, profesor Rubio, sabe que el Estado, en la definición de Weber, "reclama" el monopolio de la violencia física legítima porque ofrece algo a cambio. Un Estado es un contrato social. ¿Y qué ocurre cuando una de las partes incumple sus obligaciones?Puede ser que, como usted dice, quien esto suscribe esté "mal informado" o que no sea "serio intelectualmente" e, incluso, que al firmar esa carta se haya quebrado mi "vinculación con la izquierda". Si lo dice alguien a quien tanto respeto, no puedo sino considerarlo. Pero, de cualquier modo, no puedo dejar de preguntarme, una y otra vez, cómo puede pretenderse tanta bondad a una Constitución bajo cuyo texto buena parte de la población a la que debía proteger nunca tuvo la más mínima posibilidad de desarrollo personal. ¿Qué dignidad les dio una Constitución que les condenaba a la ignorancia, la miseria y la muerte? Quizá las Constituciones, como las esencias, estén por encima de las necesidades de los pueblos. Yo no pienso como usted, pero no se me ocurre imaginar que eso le hace poco serio intelectualmente o mal informado. Si es o no de izquierdas, ¿aporta algo? Generacionalmente me he librado de la estéril disputa entre democracia real y democracia formal. Sé que la una sin la otra deviene en humo o en opresión. Y por eso he firmado un manifiesto de apoyo al Gobierno legítimo venezolano. Ni más ni menos.

Pierde algo de calidad su discurso cuando, quizá preso de la indignación, dice de Chávez que es nuestro "admirado comandante", o cuando afirma que nos hemos lanzado "entusiasmados en apoyo de un gobernante que encarna lo peor del viejo caudillismo latinoamericano". Nada de eso hay en el texto, sino la desnuda convicción de que en un mundo atravesado por una lógica guerrera, sólo el derecho puede ayudarnos a recuperar la razón. Se podría haber entrado a calificar en el manifiesto a quienes convocan a la intentona golpista en Venezuela (principalmente los políticos y empresarios, que se beneficiaron de la ruina de la mayoría de la población en el pasado), pero ni siquiera hace falta. La OEA también lo ha entendido así y piden escuetamente: respeten la legalidad vigente. Por eso me duele cuando quiere caricaturizar esa intención abundando en los rasgos de un presidente que, aun teniendo toda la legalidad y la legitimidad, pertenece a un ámbito bien alejado de nuestros usos y costumbres. Tendrá sus razones. Qué duda me cabe. Pero ha hecho trampa con mis intenciones y las de los demás firmantes, y a eso no tiene usted derecho. Entiendo la generosidad personal que le ha motivado su carta. Pero permítame pedirle que no nos la cobre a nosotros.

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