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Un instante simbólico

Las obras maestras de la pintura que ahora se reúnen en Madrid, tras haber estado excepcionalmente en Menorca el verano pasado, pretenden evocar un instante simbólico y trascendental: la llamada recuperación, retorno o devolución (a España) de la isla balear más oriental. Fue en 1802, tras la paz de Amiens.

La poderosa expresión cultural y científica de la Menorca contemporánea es hija de la memoria de muchas épocas de derrotas, una síntesis de sociedades superpuestas, algunas ya desaparecidas para siempre.

La isla es reserva de la bioesfera, según declaración de la Unesco, por su paisaje e inmensos valores patrimoniales y mantiene en el aire gestos y costumbres que denotan su diversidad: siete siglos de cultura en catalán, dos en español y una significativa aportación extranjera: no en vano durante el siglo XVIII estuvo dominada y civilizada por los ingleses, con breves paréntesis franceses.

Las herencias de este pasado en el lenguaje todavía se dejan notar en las variantes del catalán y el castellano de los menorquines. Bòtil por botella, algo parecido a window por ventana, etcétera. Las bibliotecas, museos, colecciones de mapas y restos monumentales militares contienen los pasos de una isla clave en las pugnas imperiales en el Mediterráneo.

El pasado es arte e historia, pero también presente: el popular gin heredado de los ingleses o la mahonesa que adoptaron los franceses.

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