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Un tetrapléjico ciego y mudo pide la eutanasia a Chirac en una carta

El ministro de Sanidad rechaza dejar que un "hombre mate a otro"

Vincent Humbert tiene 21 años. Desde el 24 de septiembre, este francés es tetrapléjico, ciego y mudo. Puede oír y mover el dedo pulgar. Le basta para comunicarse con el mundo. Para pedir la muerte. "Señor presidente de la República, usted tiene el derecho de gracia, y yo le pido el derecho a morir". Quisiera hacerlo en beneficio de mí mismo, pero sobre todo en el de mi madre, que lo ha dejado todo para permanecer a mi lado". Así reza la carta laboriosamente dictada por Humbert al presidente francés.

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El caso de Vincent Humbert vuelve a plantear la necesidad de legalizar la eutanasia o, en cualquier caso, de admitirla en circunstancias extremas. Humbert no deja lugar a dudas pues en su posdata especifica: "Deseo una respuesta de su parte, aunque sea negativa".

El ministro de Sanidad, el democristiano Jean François Mattei, se ha apresurado a volar en ayuda de Chirac: "La eutanasia es la mala respuesta a tres problemas de fondo: el dolor, la soledad y el abandono". Literalmente, ninguno de esos tres problemas afecta a Humbert. Más interesante es que Mattei diga no creer que convenga "publicar una ley que autorice a un hombre a matar a otro hombre". "La transgresión puede existir pero no debe figurar en la ley", añade. Sin duda, Mattei recuerda que los nazis -o los países nórdicos- empezaron por legalizar la eutanasia para luego embarcarse en un plan eugenésico, más tarde genocida en el triste caso de la Alemania hitleriana.

Un accidente de circulación es el culpable de la situación dramática de Vincent Humbert. Este joven deportista, que trabajaba como bombero, sobrevivió a un choque frontal con otro vehículo. Tras nueve meses en estado de coma, recuperó la conciencia pero casi totalmente paralizado. "Sólo el oído y la inteligencia me permiten sentirme vivo", escribe desde su cama del Hospital Helio-Marins, en Berck, una población vecina de Boulogne-sur-mer, en el norte de la costa atlántica francesa.

En su carta al presidente, Vincent Humbert dice "no creer merecer un futuro tan atroz" pero se preocupa sobre todo por su madre. "Trabaja siete días a la semana para poder estar junto a mí un rato todos los días. Ha tenido que abandonar su domicilio y hoy todo se le va en pagar el alquiler de un miserable estudio. De momento es joven, pero luego no podrá mantener esa cadencia de trabajo y se verá obligada a regresar a su residencia en Normandía. No puedo ni imaginarme lo que sería tener que seguir viviendo sin tenerla al lado", escribe.

Los médicos de Berck han tenido que negarse en repetidas ocasiones a suministrarle a Humbert la pastilla que le permitiría "no tener que despertar otra vez". Él, en su desesperación, ha llegado a proponer el contratar un asesino a sueldo. Su madre, Anne-Marie, dice: "Comprendo la voluntad de mi hijo aunque no puedo aceptarla. Pero sé que habla de la muerte como yo puedo hablar de la vida, con alegría".

Vincent Humbert, antes del accidente.
Vincent Humbert, antes del accidente.AFP

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