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Lula quiere poner al frente de Cultura al cantante Gilberto Gil

Juan Arias

El nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que tomará posesión del cargo el próximo 1 de enero con una gran fiesta popular en Brasilia, donde se esperan más de 200.000 personas, está pensando dar un golpe de escena y nombrar como ministro de Cultura al mítico cantante y compositor negro Gilberto Gil. Ya han conversado. Depende sólo de los últimos ajustes con los partidos aliados. Se había tambien barajado el nombre de la escritora Nélida Piñón, que fue la primera mujer que presidió la Academia de las Letras de este país. Ninguno de los dos es del partido de Lula.

El presidente electo había prometido gobernar de una manera diferente, consultando más a la sociedad civil. Lula lleva adelante su promesa y lo pone de manifiesto con la formación de su nuevo Gobierno. En vez de anunciar el Gabinete completo, Lula da a conocer a los elegidos con cuentagotas. A veces, de forma y en lugares inesperados. Los nombres del nuevo ministro de Economía y Hacienda, Antonio Pallocci, y de la nueva ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, los hizo públicos en Washington, durante una rueda de prensa, antes que en Brasil. Todo ello forma parte de una estrategia bien pensada.

Dos criterios guían a Lula en la formación de su Gabinete: crear un Gobierno que trabaje en equipo, y no como individualidades, "hablando y actuando siempre en plural", y reservarse él en las negociaciones con los partidos que formarán parte del Gobierno la opción de escoger los nombres de los ministros, y no dejarla a ellos.

Nombramientos consultados

Antes de cada nombramiento, Lula consulta mucho con las asociaciones civiles, con empresarios y expertos, sobre todo intelectuales de diferentes universidades. El futuro presidente quiere asegurarse de que cada nombre sea indiscutible desde el punto de vista profesional, aunque para ello designe, como ya lo ha hecho en los casos de los ministros de Agricultura y Desarrollo y del mismo presidente del Banco Central, a personalidades que no son de su partido.

Un caso simbólico es la mano firme con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el segundo mayor partido del Parlamento, que estuvo dividido en las elecciones y que Lula querría que entrara en el Gobierno para asegurarse la mayoría en el Congreso. El nuevo presidente ofrece al PMDB dos ministerios, pero no cede en cuanto a los nombres, que quiere elegir él mismo, sin dejar para ello autonomía al partido. Por último, un criterio al que no renuncia es el de colocar a personalidades de centro en los ministerios clave de la economía, donde está colocando a muchos empresarios y progresistas, posiblemente del Partido de los Trabajadores (PT), en el área social. De esa forma, Lula trata de evitar que Brasil pueda seguir el camino de Argentina o Venezuela y, al mismo tiempo, ser fiel a su propósito de formar un Gobierno más abierto en lo social que el de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso.

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