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Una exposición describe el ímpetu coleccionista de Lázaro Galdiano

124 obras maestras de una colección de 13.000 se enseñan en Madrid hasta febrero

Jesús Ruiz Mantilla

Reunió en vida cerca de 13.000 objetos, entre cuadros, joyas, esmaltes, artesanías, libros, espadones... José Lázaro Galdiano (Beire, Navarra, 1862-Madrid, 1947) fue un regenerador, preocupado por el destino de España, polemista, bibliófilo, editor, comprador compulsivo, con espíritu de dandi decimonónico e inmensamente rico. Su gusto se palpa en las 124 obras, desde cuadros de El Bosco, Murillo, Goya o El Greco, hasta joyas arqueológicas y varios objetos que son obras maestras de su colección y se muestran estos días en Madrid en la Fundación Santander Central Hispano.

Destacan los esmaltes, la platería y las joyas, con piezas del siglo XIII hasta el XIX

Dice Letizia Arbeteta, directora de la Fundación Lázaro Galdiano y comisaria de la muestra, que ésta es "un aperitivo" de lo que será el museo que lleva el nombre del coleccionista, "adelantado a su tiempo", que fue Don José, después de que se acaben las obras de ampliación y reahabilitación que concluirán el año próximo. Esta mujer enseña con ilusión contagiosa todos los objetos de la exposición, que lleva por título Obras maestras de la Colección Lázaro Galdiano: "Hay que ver y disfrutar la exposición como un auténtico regalo de Lázaro para la posteridad", dice.

Y qué regalo. Arbeteta no sabe por dónde empezar el itinerario. Si por los goyas -El aquelarre, Las brujas, La era o El verano, La muerte de Pepe Illo-, por los grecos -Adoración de los reyes o San Francisco en éxtasis-, por las Meditaciones de san Juan Bautista, de El Bosco, por Santa Rosa de Lima, de Murillo, por algún paisaje de John Constable o El retrato de lady Sondes, de sir Joshua Reynolds, o por una pieza atribuida al círculo de Leonardo da Vinci, que deja su aire mágico en la exposición con un retrato luminoso de una mujer, lo mismo que Cabeza de muchacha, otra obra similar que algunos expertos entienden que es de Velázquez.

Tampoco ve el momento de enseñar las esculturas como la Madonna de Cernazai, de Fiorentino, una pieza que Galdiano le compró a William Randolph Hearst, el magnate de los medios de comunicación que inspiró la película Ciudadano Kane, de Orson Welles. Y las joyas. "En el museo abriremos una cámara del tesoro, con todas estas piezas maravillosas", dice la comisaria, en las que, sin duda, tenía mucho que ver el criterio de doña Paula Florido, argentina rica heredera, que se casó con Lázaro Galdiano, quien nunca le hizo ascos a los lujos: "Era un auténtico dandi; no hay más que ver los gemelos que se compraba", dice Letizia Arbeteta.

Los esmaltes, la platería, las joyas, con piezas que datan del siglo XIII hasta el XIX, son de las cosas más impactantes de la exposición que se abre hoy y se cierra el 9 de febrero en la sede de la Santander Central Hispano (Marqués de Villamagna, 3). Pero también los tejidos, marfiles y cerámicas, las piezas de arqueología, como un jarro tartésico del siglo VI antes de Cristo, o los libros e iluminaciones, con biblias sefardíes o tratados de pintura, que dan auténtico testimonio de la pasión bibliófila del coleccionista, entre las 124 joyas dignas de verse que componen la muestra.

Todo da cuenta de un personaje único y paradójico, como Lázaro Galdiano, azuzador y contradictorio, capaz de discutir con Miguel de Unamuno y acercar firmas tan dispares como Clarín, Zorrilla, Pérez Galdós o Menéndez Pelayo a su revista La España Moderna, con el mismo arte que se convertía en un gastador compulsivo al tiempo que conservaba una fama ganada de tacaño. "Fue un hombre de su tiempo, muy conectado con el espíritu del 98, obsesionado con traer a España cosas y con exportar la cultura de España al exterior, amante del intercambio", dice Arbeteta.

De hecho, se forjó como coleccionista de fuste viajando por Europa y América en un periplo sin descanso, por Nueva York, donde pasó los años de la guerra civil, o por París, donde conservaba parte de sus colecciones, antes de regresar definitivamente a España en 1945, dos años antes de morir.

Su otra vertiente, la de amante de los libros, arroja también cifras que dejan impresionado. Reunió en vida 20.000 volúmenes, entre ellos varios incunables que se pueden ver en la exposición. Como el caso del Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, manuscrito por Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez, uno de los grandes teóricos españoles del arte del siglo XVI, o una copia de L'Antiquité Judaique, de Flavio Josefo, obra fechada entre 1460 y 1470.

En fin, que todas las obras se podrán ver también a partir de diciembre de 2003 en el Museo Lázaro Galdiano, que actualmente se encuentra en proceso de restauración. "Llevamos seis meses de adelanto sobre lo previsto", dice la directora de la Fundación; "será un museo muy rompedor", promete.

<i>Meditaciones de san Juan Bautista, </i>cuadro de El Bosco que data de finales del siglo XVI.
Meditaciones de san Juan Bautista, cuadro de El Bosco que data de finales del siglo XVI.
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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