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EL FUTURO DE EUROPA

Una ola de pasión europea invade Turquía

La sociedad turca acoge como un mal menor el retraso de las negociaciones de adhesión hasta 2005

Turquía se consume de pasión europea. Tres cuartas partes de sus casi 70 millones de habitantes comparten la voluntad de formar parte de Europa. Pero los turcos saben que el suyo no es un amor correspondido. Ayer se despertaron con un sentimiento agridulce. La cumbre de Copenhague de la Unión Europea (UE) dejó pendiente hasta 2005 la asignatura turca. "Esperábamos una fecha mejor", dijo el primer ministro, Abdula Gül, que deseaba comenzar las negociaciones de adhesión el año próximo antes de la incorporación de los 10 nuevos miembros. Pero en Copenhague tampoco se produjo el portazo. La UE no descartó la incorporación de Turquía.

En Estambul, esa metrópolis de 12 millones de habitantes a caballo geográfica y culturalmente entre Europa y Asia, hace mucho frío y en algunas partes, como la avenida Istiklal, la calle comercial de lo que fue la zona cristiana, y el centro comercial Armerkez, en el barrio de negocios y residencias millonarias de Etiler, luce la decoración navideña. Pero la europeidad de Estambul es más profunda. La mayoría de sus habitantes son más altos y de piel más clara que el resto de los turcos; muy pocas mujeres cubren sus cabellos con el velo islámico que aquí llaman turban; nadie lleva chilabas o kaftanes; puede beberse alcohol sin problemas; Hable con ella, de Almodóvar, compite en las salas de cine con las segundas partes de Harry Potter y El señor de los anillos; los libreros exhiben las novelas de Orhan Pamuk al lado de las de Paul Asuter y Michael Ondaatje, y los bares y discotecas están más abarrotados en las noches de este fin de semana que las mezquitas al mediodía del viernes.

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En Estambul se pueden ver en abierto una veintena de canales de televisión turcos y se leen una quincena de diarios nacionales a todo color y de todas las tendencias políticas. Los titulares que ofrecían ayer reflejaban la mezcla de irritación y esperanza que ha dejado en Turquía la cumbre de Copenhague. En todos destacaba la palabra Avrupa, Europa en turco, que obsesiona al país. "Seguimos igual", afirmaba decepcionado el diario Hurriyet.

Lo "bueno", según el periódico Milliyet, es que Turquía tiene ya una fecha para comenzar las negociaciones de adhesión: finales de 2004, siempre y cuando cumpla plenamente los criterios europeos de democracia, primacía de la ley, derechos humanos y respeto a las minorías. Lo "malo" es que esa fecha no es la deseada por los turcos, el año 2003. Lo "feo" fue la actitud en Copenhague del francés Jacques Chirac y del alemán Gerhard Schröder, los más reacios a las aspiraciones turcas. En cambio, los líderes del Reino Unido, Italia, Grecia, España y Portugal fueron comprensivos con la pasión europea de este pueblo surgido del Asia Central que lleva siglos caminando hacia el Oeste.

Los dirigentes turcos coincidían ayer en intentar presentar una "lectura positiva". La mayoría de los empresarios turcos sería feliz en el seno de la UE, pero también lo sería el pueblo, que identifica Avrupa con mejoras sociales y económicas. Así que los líderes del AKP, que obtuvo el 34% de los votos en las legislativas de noviembre y con ello mayoría absoluta en el Parlamento, no se hicieron de rogar a la hora de mostrar de nuevo su vocación europeista.

"Vamos a mantener las reformas por nuestro propio interés", proclamó Gül. El primer ministro turco, que estuvo en Copenhague en unión del líder del AKP, Recep Tayyip Erdogan, subrayó algo muy importante: la UE ha dejado claro que no pretende ser un club exclusivamente "cristiano". En Copenhague ha dejado la puerta abierta a la incorporación de Turquía, un país musulmán y situado mayoritariamente en Asia..

Erdogan, el líder del AKP que insiste en que su formación debe ser vista como los democristianos de Alemania o Italia, prometió tras Copenhague un esfuerzo gubernamental para que el PIB per cápita de los turcos suba a 5.000 dólares anuales al término de los próximos cinco años. La brecha socioeconómica entre Turquía y la UE es hoy enorme. El PIB per capita turco es de 2.700 dólares al año, 10 veces inferior a la media de los Quince. Además, las desigualdades sociales de Turquía, con una minoría riquísima y una mayoría pobre o muy pobre, son brutales y su tasa de crecimiento demográfico, muy superior a la europea, le llevaría a convertirse pronto en el más poblado del club.

En Sabah, el columnista Metin Munir criticó a Erdogan por haber culminado su gira a favor de la candidatura turca con un encuentro con George Bush. Esa entrevista, señaló, fue percibida como "un regateo" con Estados Unidos -apoyo del Gobierno islamista turco a la guerra contra Irak a cambio de apoyo norteamericano a la candidatura turca a la UE- y como "un chantaje" a los europeos. Es "nefasto para los intereses turcos", apuntó Munir, que los europeos sientan que la incorporación de Turquía se produce bajo presión estadounidense, como pago de los servicios de jenízaro que este país hizo a Washington en la guerra fría contra la URSS y efectúa ahora en el pulso con Irak y otros países árabes rebeldes al imperio.

Una imagen de una calle comercial del centro de Estambul.
Una imagen de una calle comercial del centro de Estambul.ANTÓN GOIRI

Estado laico con carencias democráticas

Muchos piensan que las fronteras de Europa no deben definirse por criterios geográficos, sino por un conjunto de valores compartidos como la democracia, los derechos humanos, la igualdad de la mujer, la justicia social, la tolerancia, la diversidad cultural, el respeto a las minorías, el rechazo a la violencia y el fomento del diálogo. Y es aquí donde Turquía está lejos de pasar el examen. Desde que Atatürk terminara en los años veinte del siglo pasado con el Imperio otomano, Turquía es un Estado laico, beligerantemente laico, pero medianamente democrático. Su sistema de partidos es imperfecto, las torturas son corrientes en comisarías y cuarteles, sus sistemas públicos de educación y sanidad dejan mucho que desear, la corrupción administrativa es notable y la lengua y cultura de los kurdos, 17 millones de personas, no existen en las escuelas, las cadenas de televisión y los documentos oficiales.En cuanto al Ejército, el de Atatürk, sigue siendo, y por mandato constitucional, el guardián del sistema político. Los militares turcos ya han protagonizado cuatro golpes de Estado: 1960, 1971, 1980 y 1997. En el último, que aquí llaman "golpe posmoderno", depusieron al Gobierno liderado por el Refah, el islamista Partido del Bienestar, que había ganado las elecciones de 1995. Y todo ello por no hablar del problema de la división de Chipre.El anterior Gobierno turco adoptó en agosto un paquete de leyes para mejorar la situación de la democracia y los derechos humanos, incluyendo la abolición de la pena de muerte, el castigo a la tortura y cierto reconocimiento de la cultura kurda. El actual, el de los islamistas del AKP, acaba de confirmar esa dirección. El AKP ha comenzado a gobernar de modo moderado, con gran astucia y cautela en sus dirigentes y férrea disciplina y paciencia en sus militantes. Se ha olvidado de los aspectos más controvertidos de su agenda interior y, por ejemplo, no insiste en reivindicar el derecho a que las mujeres puedan llevar el cabello cubierto en la Universidad, el Parlamento y los edificios gubernamentales. La legalización del velo islámico "no es una de las prioridades del Gobierno", afirma Erdogan. En cambio, añade, lo es la incorporación a la UE.

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