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Una semana negra para los museos holandeses

Isabel Ferrer

La desaparición de los van gogh de su museo de Amsterdam culmina una semana negra para los museos holandeses. El pasado martes, el Museon de La Haya, una de las salas municipales de exposiciones de la ciudad, fue objeto de otro robo, esta vez de piedras preciosas valoradas en unos seis millones de euros. Incluidas en la muestra Diamantes: de la piedra a la joya; varias de las piezas desaparecidas pertenecían a la familia real portuguesa. Había también una tiara prestada por la casa holandesa de Orange, así como collares, pendientes y pulseras de selectas colecciones particulares.

Como ya ocurriera en Amsterdam, los ladrones forzaron una ventana en La Haya y lograron abrir después la "cámara del tesoro" recreada por el centro sin que sonaran las alarmas. Apenas recuperados de la sorpresa inicial, los responsables del museo abrieron la sala al público una vez concluidas las primeras investigaciones policiales. El Museo Van Gogh hizo otro tanto ayer por la tarde y los turistas acudieron en gran número como si nada hubiera ocurrido.

Antecedentes

A pesar de la calma con que los investigadores holandeses llevan a cabo su labor en ambos museos, otros dos de los robos de arte perpetrados en los Países Bajos en las últimas décadas figuran entre los mayores de la historia reciente. Y Van Gogh ha sido el pintor escogido por los ladrones en ambos casos. En diciembre de 1988, tres de sus obras fueron sacadas del Museo Kroller Muller, de Otterlo, en el centro del país. Tituladas Girasoles secos, Interior con telar y una primera versión de la Familia comiendo patatas, se las llevaron poco después de que el pintor apareciera entre los diez artistas más caros del mundo en una lista publicada por las salas de subastas Sotheby's y Christie's. La policía los recuperó sin que nadie pagara el rescate de 2,5 millones de dólares pedido por los ladrones.

En abril de 1991, dos delincuentes tuvieron en su poder durante una hora escasa 20 telas de Van Gogh pertenecientes al museo de Amsterdam. Uno de ellos penetró de noche en el centro y encañonó a los vigilantes de turno. En otro quitó los marcos y metió a toda prisa los cuadros en bolsas, dañando tres de ellos. Perseguidos a la salida por la policía, que fue alertada por los guardas, los ladrones dejaron los lienzos en una furgoneta abierta a las puertas de una estación de ferrocarril de la capital. Confundidos entre los viajeros, se supone que tomaron un tren para huir. Calificados de "aficionados" por los agentes, que no habían visto nada igual, este asalto ha pasado a los anales policiales por lo que pudo haber ocurrido. Como una veintena de obras de Van Gogh resultaban imposibles de vender sin levantar sospechas, el botín recogido con cuidado por los agentes del maletero del auto abandonado habría sido moneda de cambio en el mercado negro del arte, en opinión de los expertos.

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