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VISTO / OÍDO
Columna
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Los calabozos de Sol

La primera vez que bajé fue para visitar a Bardem. El jefe de lo político-social me lo permitió, después de convenir en que tal burgués, tan rico, no podía ser comunista. Me llevó a una cafetería. "Ahí dentro -en su despacho- no se puede hablar". En el cuerpo de guardia gritaron "¡Que suban al Bardem!", y subió aterrorizado. Claro. Habían hecho una redada de gentes de toda política, y eso asustaba más. Entre los presos estaba Ruiz-Gallardón: el padre del actual inquilino del piso noble. Volví mucho tiempo después, con Eugenio Suárez, director de El Caso y conocedor de la policía; escoltábamos a Camilo José Cela, que necesitaba pasaporte y le daba miedo. Sí, a Camilo le daba miedo: tal era el caserón y los ocupantes, tan inseguro era todo. El jefe político-social era otro. Eran vísperas de la "huelga nacional pacífica", y el comisario nos aseguró que no sucedería porque lo sabían todo. No era cierto: el cuartel general estaba en mi casa, montado por Fernando Claudín, segundo del PC.

El pánico a la Puerta del Sol era antiguo. Ha contado Fermín, escolta de Víctor de la Serna, director de Informaciones, que llegaba por la mañana y decía "Vengo harto de dar palizas": enseñaba su mano enorme y rojiza, con un anillo de piedra. Se sabía por la acera de la Puerta del Sol, donde las rejas estaban tapadas por hierro agujereado, se oían los gritos de los torturados. Luego pusieron guardias para que no se acercase nadie; pero los gritos traspasaban el espacio. La gente pasaba -pasábamos- con rapidez, mirando hacia otro sitio. Los guardias fumaban y charlaban.

Ahora es la Presidencia de la Comunidad, pero su presidente, Ruiz-Gallardón -el hijo de aquel preso- la hace llamar Casa de Correos: lo fue. Pero fue también Ministerio de Gobernación (Interior), Dirección General de Seguridad. Alberto no la puede llamar Casa de la República, y lo fue: con la Puerta del Sol abarrotada, con banderas y con himnos, salieron a su balcón los liberados de la cárcel de Alfonso XIII que el 14 de abril serían el primer Gobierno republicano. Cuando se proclame de nuevo, me gustaría ahora -después, la nada, tan grata- que recitasen cualquier cancioncilla, para recodarme. (Una oración, no, por favor: se torturaba y se mataba en su nombre).

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