Una exposición refleja la grandeza poética de Robert Graves
Está el Robert Graves íntimo, el poeta, el familiar, el amante de la taza de té, las playas, el aire libre, el gentleman impecable y como perdido en medio del aire mediterráneo mallorquín, ese que inspiró tanto la vida y la obra de uno de los escritores británicos fundamentales del siglo XX. Están las cartas que mantuvo con actrices como Anna Magnani o Ingrid Bergman, las fotos con Ava Gadner, los testimonios de amistad con otros escritores como Ramón J. Sender, George Steiner, T. S. Eliot, Kingsley Amis o Gertrude Stein; y el hombre práctico, que pedía que la luz llegara a Deiá, como muestra una carta de respuesta de Manuel Fraga en su época de ministro franquista...
Los documentos, los libros, los manuscritos se encuentran estos días en la Sala Goya del Círculo de Bellas Artes, en la exposición Robert Graves, una vida de poeta, que según su hijo Guillermo "es la que más manuscritos poéticos suyos reúne de las que se han hecho". Porque al autor de Yo, Claudio, Los mitos griegos o La diosa blanca, se le considera uno de los más grandes poetas ingleses.
Su hijo Sam, el mayor de los ocho que tuvo de dos matrimonios, hace de amable cicerone y muestra con cariño las fotografías expuestas. "Ahí está mi padre con Karl, un alemán al que salvó la vida y que le pasaba a máquina sus manuscritos porque él era un desastre", dice. "Y ahí estoy yo", mostrando un cochecito de bebé en plena campiña inglesa.
Escritores mal vistos
Sam Graves está encantado del homenaje que tributa el Círculo a su padre, lo mismo que Lucía y Guillermo Graves, que también acudieron a la inauguración ayer. Los dos últimos hablan perfectamente español, crecieron en Mallorca. "La primera vez que volvimos, después de la guerra española, y llegamos a Mallorca en el primer avión civil que aterrizaba en la isla, como los escritores estaban mal vistos en aquella época, los periódicos dijeron que había vuelto el publicista Robert Graves", recuerda el hijo del autor.
De aquellos tiempos existen gran variedad de documentos y fotografías, que muestran a un hombre feliz, que durante su estancia en Londres, a donde fue para librarse de los horrores de la Guerra Civil, acudía a todas partes donde pudiera lograr información sobre España y que no dejaba de añorar su casa frente al mar.
Su vigencia poética está viva, según demuestra la exposición de estos días en Madrid, pero también, hoy con más fuerza que nunca, su toque de atención moral. Así lo recordó César Antonio Molina, director del Círculo, con unas palabras que Graves escribió en La diosa blanca: "El hombre moderno ha destrozado el orden armónico de la naturaleza. A través de la poesía hay que advertirle de la corriente culposa en que ha caído", afirmaba el escritor británico con unas palabras que retumbaban ayer desde Madrid entre las manchas de la marea negra.
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