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Columna
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Escenas obscenas

A las cuatro de la madrugada, se despertó el señor ministro, húmedo, tembloroso y lívido. Casi me ahogo en el chapapote galaico, murmuró, con un rictus patético. El psicoanalista procuró tranquilizarlo: un mal sueño, excelencia, un mal sueño. Según Freud, tan sólo pretendíais regresar al útero materno, lo que no hace más que confirmaros en vuestro amor filial y en la unidad de la familia. Lo que se os figuró inmundo chapapote no era sino la transferencia onírica de un fértil fluido vaginal. Y como ya amanecía, el psicoanalista abrió la contraventana y mostró al señor ministro todo el esplendor del valle y de las cumbres de la cordillera. Ánimo, excelencia, allá arriba, os espera el rebeco. Y os garantizo que a esas alturas no llega la marea, bromeó. El señor ministro, repuesto de sus angustias nocturnas, llamó por teléfono a uno de sus colegas.

Su colega escuchó repetidamente los fragmentos de un Vivaldi móvil, cuando perseguía a unas hermosas jóvenes de piel oscura y oleaginosa, chapoteando en el estanque de su propio semen, con nenúfares adhesivos. Pero la insistencia de Vivaldi, le impidió desflorar a la virgen de turno. Alargo el brazo y cogió el terminal. ¿Diga?, pero, hombre, qué inoportuno, precisamente ahora, que ya la tenía a punto y no sabes cómo de lubricada. Pero, ¿de qué barco me hablas? Ah, ni caso. Haz lo que yo: de mis ocios no rindo cuentas, y menos aún de mis negocios, que hasta ahí podíamos llegar. Así que olvídate de la carga: el jefe afirma que está tan solidificada, como cuanto tocamos. Muchacho, tú, a tu trofeo; y yo, a los míos, si es que recuerdo las instrucciones de la excitante postura.

Mientras, el viceprimer ministro primero videoconferenció con el primer ministro, que hacía escala en una remota isla de olivos, vides y chotos. Y el primer ministro sentenció: yo no he mandado a mis percebes a luchar contra el chapapote. De modo que ventila eso de "Maricón y demagogo el político que se haga una foto". Y luego viaja al desastre, parapetado en el rey. Porque el rey no gobierna, pero tampoco le tiran huevos.

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