_
_
_
_
Reportaje:

La combativa señora Duisenberg

La esposa del presidente del BCE, investigada por supuesto antisemitismo

Isabel Ferrer

Un comentario acerca del número de firmas recogidas en apoyo de una campaña civil contra la ocupación israelí de la franja de Gaza podría llevar a la holandesa Gretta Duisenberg, esposa del presidente del Banco Central Europeo, ante los tribunales de su país. Preguntada en octubre pasado en un programa de radio sobre dichas rúbricas, que entonces sumaban ya 6.000, esta antigua coordinadora de ensayos clínicos hospitalarios convertida en la primera dama de la banca continental respondió bromeando: "Seis millones". Como ésa fue la cifra de judíos víctimas del holocausto, las críticas no se hicieron esperar. Aunque ella aclaró que se trataba de una simple exageración, un abogado de Amsterdam interpuso una demanda en su contra por fomentar el odio antisemita, demanda que están estudiando los fiscales. Este incidente ha supuesto un nuevo quebradero de cabeza para Wim Duisenberg, marido de la demandada, que está siendo blanco de críticas por no frenar las actividades de su mujer.

El Gobierno de Sharon calificó de poco grata su presencia en una visita a Israel por su apoyo a los palestinos

"Lucho por los derechos humanos y las libertades. La libertad no puede disociarse de la paz, que es una misión para todos, y no sólo un ideal. Estoy en contra de las decisiones políticas del Gobierno de Israel, pero no contra el país o los judíos en general", aseguraba el pasado fin de semana la propia Gretta Duisenberg en un artículo en forma de agenda ilustrada sobre su semana publicado por el rotativo NRCHandelblad. Las declaraciones acerca de su apoyo a la causa palestina estaban fechadas el 6 de noviembre, día de su 60º cumpleaños. En ese momento, todavía pensaba visitar Israel y los territorios palestinos con el grupo cívico que anima, bautizado Fin a la Ocupación. Un deseo que tardará en hacerse realidad, porque el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí calificó su presencia de poco grata y el viaje fue anulado indefinidamente. El entorno de Duisenberg alegó motivos de seguridad para posponer la salida, y ella misma, siempre optimista, tuvo que cerrar su periodístico recuento semanal haciendo votos por pisar Gaza el próximo año.

Siempre solícito y tal vez para consolarla por este contratiempo, su esposo le pidió que le acompañara a una visita de trabajo a México. En lugar de mostrarse como Gretta Duisenberg, la activista, tendría que seguir allí el programa establecido para las señoras en este tipo de reuniones, pero no perdió el buen humor. "Estoy en la ciudad de México con Wim en lugar de pasear por Ramala. Qué extraño. Sin embargo, debo admitir que resulta muy agradable salir un par de días después de tanta reunión, llamadas de teléfono y faxes", decía en su diario. Una franqueza que no llama la atención al verla impresa, pero que le ha valido más de un insulto cuando ha expresado en voz alta sus opiniones. O cuando ha utilizado símbolos tan conflictivos como algunas banderas para airearlas.

En mayo pasado, sin ir más lejos, colgó la de Palestina del balcón de su casa de Amsterdam. Su foto apareció en toda la prensa holandesa y sus vecinos judíos se quejaron de que pareciera apoyar los atentados suicidas palestinos. El matrimonio recibió múltiples amenazas acusándoles de atacar al pueblo judío. Después de muchas discusiones y cuando las críticas sobre la tibieza con que Wim Duisenberg, el banquero que dicta el vaivén de los tipos de interés europeos y gestiona el euro, abordaba las inclinaciones políticas de su esposa, la bandera fue retirada. Sin que mediara consigna, otros ciudadanos tomaron el relevo y la enseña palestina ondeó poco después en numerosos edificios privados de la capital holandesa.

Después de que Wim Duisenberg descolgara la expuesta por su esposa, él mismo anunció que la decisión había sido tomada de mutuo acuerdo. Un gesto típico del que fuera presidente del Banco Central holandés, un hombre que suele destacar en público por su estatura (193 cm), su poblada cabellera blanca y, sin duda, la caballerosidad con que trata a su esposa. En mayo, cuando las críticas por la bandera arreciaban y hasta algunos diputados holandeses se vieron obligados a recordar que la vida privada de sus compatriotas en altos cargos europeos no les incumbía, los Duisenberg acapararon la atención también por otros motivos. Llegados a la ciudad alemana de Aquisgrán para recibir el Premio Carlomagno, otorgado este año al euro, Gretta Duisenberg tuvo dificultades para pasear por las viejas calles de la monumental ciudad con sus zapatos de fino tacón. Siempre solícito, su esposo le prestó los suyos y siguió andando con el calzado de su esposa en la mano, para deleite de los fotógrafos.

Wim Duisenberg resuelve problemas de calzado de su esposa en Aquisgrán.
Wim Duisenberg resuelve problemas de calzado de su esposa en Aquisgrán.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_