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Columna
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Dígaselo con flores

Ayer concluyó en San Sebastián la ronda de Ibarretxe presentando su Plan. Aunque la guinda o colofón sucedió una semana atrás en Vitoria, porque lo hizo con flores. Con una sutileza digna de encomio, nuestro lehendakari regaló a los asistentes al acto semillas de nomeolvides. Y no se equivocó mucho, porque esa flor no significa lo que parece sino amor sincero en el lenguaje de la flores. La traducción exacta del acto de memoria la hubiera logrado con las miosotis. Aunque peor habría sido que les hubiera regalado siemprevivas, que también parecen apropiadas al hecho de que le tengan a uno en cuenta cuando se halla en un territorio donde no es muy querido como el alavés; pero entonces sí que habría metido la pata hasta la flor, porque las siemprevivas quieren decir te declaro la guerra (a menos que hubiera querido expresar sus pensamientos más íntimos).

Ya sabíamos que el famoso plan era un cardo para muchos, por más que para otros fuera una espiga de alpiste -tú eres mi salvaguardia-, muérdago -venzo todas las dificultades- o tulipán tricolor, que quiere decir exactamente independencia. Y es que las cosas vistas a través de las flores tienen otra gracia. Resulta un poco lamentable que Ibarretxe no hubiera llevado su Plan a Francia, porque entonces habría podido regalar a la asistencia flores de jacinto silvestre, que significan juego peligroso, a menos que se hubiera decantado por las de dalia morada, que dicen ten piedad de mí. En Navarra, aparte de guardarse de mencionar las setas, podría haber empleado la flor de algodón, que se traduce por pasaron mis mejores días. Pero no todo se acaba en el Plan o, dicho con flores, en la sandía, que quiere decir voluminosidad; la botánica puede dar cuenta de mucha más política.

Si el consejero Azkarraga insiste en llevarnos a las islas Äaland porque gozan de la potestad de emitir sellos de correos, tendríamos que regalarle un ramo de campanilla azul, que significa compadéceme. El bueno de Madrazo es por sí mismo una flor de romero o, dicho en lenguaje corriente, tu presencia reanima. Pues bien, para sacarle de esos líos lingüísticos que tiene con la U y con la Y le recomendaríamos que hablara con flores de reseda de jardines, por ejemplo, que quieren decir: tus cualidades exceden a tus atractivos. A Egibar, que sería traducible por unas hojas de laurel, porque ya demostró que dimitiría en cuanto ETA rompiera la tregua, le vendrían bien las flores de limonero, que significan recuerdo, para ver si nos puede decir también de qué manga se sacó la encuesta sobre los empresarios que, por cierto, olía a flor de extraña blanca, es decir, a mentira o, por lo menos, a clavel seco, o sea a desprecio. A desprecio por la inteligencia ajena.

Como la vicelehendakari o cidro -atracción perturbadora- sigue con sus ardores guerreros, esta vez a cuenta de un Gobierno central que habría favorecido el éxodo de la sede social de una empresa vasca, tendría que recibir para enfriarse un mix de higo sensitivo -pudor-, de flor de tamarindo -una nube cubre mis ojos- y de boca de dragón, que significa reconciliación. El lehendakari también está hecho una flor, pero de lupino -voracidad- aunque transgénico o sea, con genes de hipérico y de caráota -no carota, ojo-, que vendría a decir falsa modestia, si bien la semana pasada dio muestras de capuchina -patriotismo-, puesto que al asistir a una reunión de regiones europeas con poder legislativo habló todo el rato de que allí se estaban reuniendo los países y naciones sin Estado, cuando a sus espaldas había el gran cartelón que decía "regiones".

Y que es lo que ya ocurrió cuando financió la campaña del Plan con dinero público o des-violeta, es decir, con deslealtad. Porque, una de dos, o se trataba de sufragar los gastos privados del PNV con el dinero de todos o, como están diciendo los suyos con lobelia, es decir, con malevolencia, se trata de un proyecto en realidad público porque es del Gobierno. Y esto sería peor, ya que significa que el lehendakari de todos los vascos promueve con dinero de todos la alternativa sólo de sus vascos. Y eso tiene también su flor, la de la viscaria blanca (o de la traición).

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