Ganar el pan día a día
La reestructuración de la flota pesquera de Barbate es la última mala noticia para Cádiz, la provincia con más desempleo de España
Cádiz es la provincia con mayor paro de toda España (27,4%). Al hundimiento de los Astilleros se ha sumado la reestructuración de la flota pesquera que tiene un impacto enorme en poblaciones como Barbate, donde el 70% de sus 21.000 habitantes dependen de la pesca. Se calcula que Cádiz capital pierde anualmente entre 3.000 y 5.000 habitantes al año, gentes que emigran a Valencia, a Barcelona, a Canarias. Nieto, hijo y hermano de pescadores de Barbate, Antonio Corrales lleva un año sin ir a la mar. No es que eche en falta a su pesquero Virgen de la Oliva, ahora condenado al desguace. "La mar es muy dura y ese barco viejo y pequeño me ha dado mala vida durante 20 años. No tiene ducha y como decía un compañero no nos daba ni para dormir". El problema para Antonio es que con el Virgen de la Oliva se le ha ido a pique la esperanza en el porvenir.
"Llegamos a vivir 80 personas en un piso de 130 metros", recuerda el paquistaní Javed
Hay gente que envidia a Mestre porque perdió la visión de un ojo y cobra la invalidez total
"Estoy cobrando 520 euros al mes, bastante menos de la mitad de lo que sacaba faenando por la noche al boquerón en aguas marroquíes. Me dieron 1.600.000 pesetas de indemnización (9.616 euros) por los 20 años de trabajo y tengo pendiente otros dos millones por el desguace del barco, pero el asunto es que aquí en Barbate no hay alternativa, incluso para trabajar en la construcción hay que salir fuera". La otra alternativa, la del tráfico del hachís, tan presente en el municipio, le da literalmente pánico. La pregunta que le ronda obsesivamente día y noche a Antonio Corrales, la que le amarga la existencia y le impide disfrutar de este periodo de inactividad laboral, es qué hará con su familia cuando se le acabe el paro e inevitablemente se coman las indemnizaciones, cómo sobrevivirá con su mujer y sus hijos de 15 y 10 años en Barbate con los 330 euros de la ayuda familiar.
Tiene 42 años y una rodilla deshecha, aquejada de artrosis, que le impide arrodillarse. "¿Quién me va a dar trabajo?". Antonio se levanta a las 8.30 y después de llevar a los niños al colegio se va al muelle a ver si sale algo, "más que nada para no olvidar". Se junta con los amigos, juega a las cartas, regresa a casa a comer y mata la tarde delante de la televisión para no volver a salir y tener que gastar. "Nos han quitado las ganas de vivir, aquí ya hay gente desquiciada". Se pasa la noche pensando si deberían seguir los pasos de las familias que ya han salido de Barbate.
Los prejubilados
En Cádiz hay gente que envidia a Manolo Mestre, antiguo trabajador de los astilleros porque perdió la visión del ojo derecho en un accidente de trabajo y como le dieron la invalidez total cobra una pensión de 1.262 euros. Al igual que en Avilés o en Bilbao, muchos consideran envidiable la situación de los prejubilados de la siderurgia, los astilleros y las minas que después de haber ganado buenos sueldos, lograron mejores indemnizaciones y pensiones, gracias al poder sindical en las grandes empresas y a la necesidad de garantizar la paz social. Por escandalosas que puedan parecer algunas de esas pensiones, conviene no olvidar que los "afortunados" sólo suponen el 10% de los trabajadores prejubilados.
Los barrios surgidos al calor de las grandes industrias estratégicas estructuradas o abandonadas, como el de San Fernando en Cádiz o el de La Luz en Avilés, no muestran, ciertamente, un paisaje de depresión económica, si se observa la afluencia a los bares y a las tiendas, si se tienen en cuenta los modelos de los coches. Pero los "prejubilados de lujo" han sido sustituidos por trabajadores precarios con sueldos mucho menos dignos. Los que heredaron el problema de la falta de un horizonte definido son los hijos de aquella "aristocracia obrera" y los trabajadores de las industrias auxiliares, forzados muchas veces a buscarse la vida en otras partes.
A Francisco Bedelli, antiguo soldador del Astillero de Cádiz, le prejubilaron con el 76,5% del sueldo y cobra una pensión de 1.100 euros. Tampoco es que se queje, visto el panorama, aunque como todos los reconvertidos sigue viviendo como una injusticia tremenda el cierre de su empresa. "Fue un mal acuerdo porque dejamos de ganar el 24% del sueldo y ése era un dinero que necesitaban mis hijos para ir a la Universidad. Influye mucho además que fuera una cosa forzosa. Con 55 años te echan a la calle y te declaran inútil y aunque tengas una situación económica desahogada te encuentras sin tener nada que hacer. Joder, hay compañeros que se han querido suicidar y yo mismo me cogí una depresión de muy señor mío".
Él encontró la salida en un curso de guía voluntario del Museo Provincial de Cádiz. Ahora trabaja como guía, no oficial, para los colegios, las asociaciones de vecinos y de jubilados. "Estoy muy orgulloso de haber aprendido y de poder ser útil. El museo es una cosa viva que te obliga a adaptarte y a enriquecer los conocimientos. No cobramos nada, ni aceptamos propinas. Ésa es la gracia. Los jubilados tenemos que rebelarnos contra los que nos declaran inútiles". Al igual que Manolo Mestre, se escandaliza por la situación de la juventud gaditana a la que ven atrapada en el paro, el subempleo y la carestía de la vivienda. "Da pena ver a esa juventud tan preparada esperando en la calle a ver lo que les sale. Aquí es que hay gente que tiene que acudir a la Cruz Roja porque llega la hora de la cena y todavía no ha comido. Lo que falta es un proyecto para este país". Estos viejos obreros sindicalistas no pasan por alto el hecho de que casi todos los días aparezcan cadáveres de inmigrantes en la punta de Tarifa.
El paquistaní Javed Ilyas no vino en patera. Llegó a Barcelona hace 10 años porque entre los inmigrantes europeos se corrió la voz de que España iba a regularizar la situación de un contingente de extranjeros y que había trabajo y poco rechazo. "Tenía trabajo en Francia, pero no tenía papeles y para nosotros tan importante es una cosa como otra, así que me puse en marcha". Lo que encontró al llegar a Barcelona fue un panorama bien distinto al esperado. "Tuve muy mala suerte", dice. "España se convirtió en una cárcel para mí. Resultó que eran las Olimpiadas y la policía andaba como loca a la búsqueda del inmigrante. Así que siempre encerrado en casa. Salía a la calle en plan clandestino a coger faena, como si fuera a robar, como si fuera un ladrón. Como no podía viajar en metro ni en autobús, iba en taxi. Imagínese, en taxi a trabajar a la obra".
Estuvo así, clandestino, más de tres años conviviendo con otros 16 paquistaníes en un piso de 70 metros cuadrados del barrio chino, donde residen 10.000 de los aproximadamente 20.000 paquistaníes que hay en España. "Hubo una temporada en la que llegamos a vivir hasta 80 en un piso de 130 metros, pero los únicos que se dieron cuenta fueron los empleados de Aguas de Barcelona y eso que pagábamos todas las facturas. Vinieron a hacer una inspección porque como teníamos un consumo muy alto estaban convencidos de que habíamos instalado una lavandería industrial o algo así. Se portaron bien y no nos denunciaron, así que seguimos así hasta que un día apareció la policía que buscaba a un compañero nuestro sin papeles y lo descubrió todo. Tampoco los vecinos se lo creían", comenta. "Como salíamos a la calle de tres en tres o de uno en uno pensaban que vivíamos 8 o 10, no más. Nos sacaron la cara ante la policía. Dijeron que éramos buenos vecinos, educados, que nunca hacíamos ruido, ni montábamos broncas. Usted no encontrará a un paquistaní robando", subraya Javed.
"Aquellos años fueron muy duros. Después de haber dejado Pakistán para huir del hambre me encontré en el Primer Mundo, en España, pasando hambre. Casi no podía mandar dinero a mi familia. Trabajaba muy poco por culpa de los papeles y me alimentaba muy mal. Comía garbanzos cuando podía y si no pan o pan con aceite. Me decía: ¿pero llegará el día en que España me permitirá comerme un pastel?". Javed consiguió los papeles en 1995 y ahora dirige una empresa de la construcción en la que también trabaja un colombiano y un indio. "No, no hay guerra aquí entre los indios y nosotros, eso se lo dejamos para nuestros patriotas de los Gobiernos".
El primer trabajo
Aunque se presenta como "paleta y pintor de la construcción", Javed se licenció en Ciencias Políticas en su país y es el animador de la revista Masala (mezcla de especias diversas) que publica la agrupación de trabajadores paquistaníes. Habla inglés, árabe, español y entiende el catalán. Hombre de izquierdas, se sorprende del poco interés que los españoles demuestran por los asuntos políticos. "En la obra, durante el bocadillo sólo se habla de fútbol". Dice que, en realidad, sí hay racismo en España y que lo que más le sorprende es que esa reacción se dé entre gente en principio inteligente y de izquierdas. "Los inmigrantes ya sabemos que nos toca hacer los peores trabajos, que nos van a pagar menos y que vamos a ser los primeros en ser despedidos, pero no entiendo a mucha gente. Mire, si quiere viajar cómodamente sentado en los autobuses de Barcelona sólo tiene que venir conmigo. Verá cómo está siempre libre el asiento de al lado. No lo comprendo porque supongo que en los autobuses también viaja la gente de izquierdas".
De todas formas, parece contento. Cuenta con poder traer a su familia dentro de seis meses y el barrio le gusta, aunque piensa que los servicios municipales deberían dedicarle más atención. "Es un poco sucio pero está bien, hay gente de todas las partes, de todos los países, todas las culturas. Es bonito. A nuestra rambla le llamamos 'la triste' porque en cualquier esquina vas a encontrar a dos paquistaníes lamentándose; uno porque no tiene trabajo y el otro porque no tiene papeles". Hace poco la policía desarticuló en Barcelona a una banda de "empresarios" de la construcción que explota a inmigrantes sin papeles. La paga por 12 horas de trabajo de albañil oscilaba entre los cuatro y los siete euros.
El joven madrileño de 28 años prefiere que no se publique su identidad porque teme granjearse una imagen conflictiva en el mundo empresarial. "Me voy a París y a Londres a buscar trabajo, pero no quiero aparecer como un rebelde porque no sé si tendré que volver a Madrid a tocar las mismas o parecidas puertas". Terminó la carrera de Empresariales hace tres años y como la mayoría de su promoción tuvo suerte porque poco después encontró un puesto de prácticas en el departamento de marketing en una empresa automovilística. "Eran contratos de seis meses renovables, que son ventajosos para la empresa puesto que desgravan a la Seguridad Social. Me despidieron al cabo de año y medio. La explicación que me dio mi jefe al comunicarme que no me renovaba el contrato es que no le echaba suficientes cojones al trabajo, pero lo que quería decir en realidad es que debería haberle hecho más la pelota o haberme quedado trabajando después de cumplir las horas".
Dice que esta primera experiencia de trabajo ha sido bastante frustrante y que no ha aprendido demasiado, ya que hacía un trabajo propio de un becario y el ambiente tampoco era bueno. "Teóricamente, el trabajo y el espíritu de equipo es fundamental en estas empresas modernas, pero en la práctica lo que prima es el arte del disimulo, de aparentar que se trabaja. Hay mando vertical, falta de criterio que se sustituye por la autoridad y jefes poco preparados. Triunfan dos tipos de personas: los simpáticos extrovertidos que hacen el doble juego y dan palmaditas a los jefes, y los sumisos, transparentes, grises que no plantean problemas y trabajan muchísimo. Yo no respondo a ninguno de esos perfiles, creo que soy capaz y dinámico y pido que me valoren por lo que hago". Ganaba bastante bien: 1.200 euros al mes y 14 pagas. Había pensado independizarse. Su novia tiene un problema mayor porque como ha hecho Historia y por lo visto eso no tiene salidas claras "está condenada a trabajar en lo que le salga".
La familia, el gran colchón que amortigua en España el impacto del paro y la precariedad, ha perdido en muchos casos la estabilidad de décadas atrás. Así que la pregunta es qué pasa con las familias desestructuradas, qué pasa cuando los padres entran en la rueda fatal del paro al empleo precario y del empleo precario al paro, o cuando los que caen en el pozo son los jóvenes destinados a completar las bajas pensiones de sus progenitores. En España, la precariedad laboral triplica a la europea y la media de duración de los contratos a los menores de 30 años está por debajo de las tres semanas. Más del 40% de los jóvenes están desocupados y el 70% de los que trabajan tienen contratos temporales. Es un mundo que se retroalimenta alternativamente en la precariedad y el desempleo, que navega a la deriva en la inestabilidad, la incertidumbre y la angustia ante el porvenir, como si el sistema le hubiera cortado las amarras. Hay algunos datos. La tasa de desempleo entre quienes han tenido relaciones laborales temporales es casi cuatro veces superior a la de los trabajadores con contratos fijos.
Anabella Estévez tiene 30 años, es secretaria de dirección, madre de cuatro hijos y separada. El paro es sólo su segundo mayor problema porque con un historial de malos tratos conyugales, su mayor inquietud sigue siendo zafarse de la persecución y del acoso al que su ex marido le somete, impunemente, por las calles de Sevilla. Cuando se separó, después de haber trabajado durante 11 años para su antiguo marido, descubrió que no tenía derecho al subsidio de desempleo, ya que el contrato a tiempo parcial de una hora diaria que había suscrito, más que nada para burlar la inspección, sólo le había procurado dos años de cotización, uno menos del necesario. De repente, se encontró en la calle con cuatro hijos y sin recursos.
Malos tratos
Pasó por un piso de acogida protegido y durante seis meses hizo un curso de camarera de piso, específico para maltratadas, que durante seis meses le aseguró una ayuda de 450 euros al mes. La ayuda extraordinaria de 2.211 euros que se entrega a las víctimas de la violencia conyugal para que rehagan su vida le permitió enfrentarse a un futuro laboral bastante negro.
"Vivo gracias a mis padres que además cuidan a mis hijos cuando trabajo". Muy activa, dice que se ha pateado y sigue pateándose todo tipo de empresas a la búsqueda de empleo y que el panorama no es nada halagüeño. "Yo me apunto a cualquier cosa, a mí me han llamado a las diez de la noche para hacer de camarera, pero en Sevilla", asegura, "es prácticamente imposible encontrar un trabajo de más de 540 euros y siempre en precario. En algunos anuncios, utilizan lo de se busca secretaria como reclamo para ofrecerte a continuación un trabajo de comercial, de ventas, en el que no sacas más allá de 480 euros. He trabajado en una ETT y sé que también ellos ponen muchas veces anuncios de fontaneros, albañiles, secretarias, para hacer fichas, para llenar el archivo, porque en la práctica muchos de esos trabajos ni siquiera existen. Las ETT ganan dinero y las empresas que las contratan se ahorran el tener que coger gente fija porque la tienen siempre a prueba. Todos ganan a costa nuestra. Quieren jovencitos porque tragan con lo que sea, les pagan menos y se benefician de las ayudas a la formación. A mí me dicen que estoy demasiado preparada".
Al igual que otros desempleados, Anabella tiene tras de sí un historial de pequeños y grandes abusos, de decepciones y engaños; subraya la escasa utilidad de las bolsas de trabajo, pero está reconocida a no pocos organismos, estamentos y personas que le han asesorado y tratado de ayudar. No habla mal de los sindicatos, porque ha encontrado ahí voces y manos amigas. A sus 30 años, tiene perfectamente claro que su futuro laboral pasa por convertirse en autónoma antes de que le llegue la fatídica cuarentena. "Soy muy trabajadora y dinámica, antes de casarme era muy buena estudiante y aprendo deprisa. Saldré adelante con mis cuatro hijos, estoy segura, aunque hay días que lo veo todo muy, muy negro. Para encontrar un trabajo, lo más importante es creer que lo vas a encontrar. Ya he pensado varios negocios interesantes que no requieren demasiada inversión y he empezado a estudiar Derecho. Mi idea es montar un bufete, para atender a mujeres maltratadas y convertirme en una profesional independiente antes de cumplir los 40 años".
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