'La moda ha perdido frescura y espontaneidad'
Sus extravagantes diseños, la carga sexual de su ropa -como utilizar los sujetadores a modo de ropa exterior- y el uso de cruces y rosarios como complementos convirtieron a Domenico Dolce (Polizzi Generosa, Palermo, 1958) y Stefano Gabbana (Milán, 1962) en una de las parejas del mundo de la moda más polémicas y controvertidas de la última década. Instalados en la élite de los diseñadores, la fama y el dinero no han mermado la pasión y la energía con la que hace 18 años decidieron unirse para abrir un pequeño estudio de diseño de moda en Milán. 'Somos de los pocos que todavía podemos controlar lo que hacemos, porque somos propietarios de nosotros mismos. Esto nos permite ser creativos al máximo en un mundo, el de la moda, que ha perdido toda la espontaneidad por culpa del dinero', afirman orgullosos, mientras valoran el actual momento de la moda, en el que nadie impone su ley y todo vale, como el 'paraíso de la creatividad absoluta'.
'Hoy, en moda, todo vale: se mezclan estilos y tendencias, es el paraíso de la creatividad'
Instalados en una inmensa suite de dos plantas del piso número 40 de un lujoso hotel de Barcelona con panorámicas vistas a la ciudad y el mar, Domenico Dolce y Stefano Gabbana se disponen a disfrutar de un fin de semana turístico por la capital catalana tras haber participado, el pasado jueves, en la ceremonia de entrega de los premios de la cadena musical MTV Europa, que, como firma de moda, han patrocinado. Lucen pantalones de pana y camisas negras, por las que asoman, en su desabrochado cuello, sendos crucifijos de considerable tamaño. Una cohorte de secretarios, asistentes y personal de su gabinete de prensa les rodea en todo momento siguiendo atentos su conversación. Tres eran las personas que trabajaban en su primer estudio de moda -abierto en 1982-; hoy son miles las personas que, directa o indirectamente, trabajan para la firma.
'No decidimos trabajar en el mundo de la moda para poder ganar dinero. Nos gustaba diseñar ropa y sabíamos que si hacíamos bien nuestro trabajo, con el tiempo, llegaría el dinero', explica Stefano Gabbana. 'Pero ahora', tercia en la conversación Domenico Dolce, 'todo se basa en el negocio y el dinero. La moda ha perdido la frescura, la espontaneidad que tenía hace 20 años, cuando las jóvenes generaciones de diseñadores aportaban savia nueva. Después de 18 años en este negocio, todavía estamos entre los diseñadores más jóvenes del mundo de la moda. La presión que ejerce el dinero impide que surja gente nueva. Los inversores quieren beneficios a la tercera temporada y con esta premura de tiempo es imposible que ningún joven tenga la oportunidad de expresarse y encontrar su camino'.
Liberados de la presión de tener que rendir cuentas a terceros, Dolce y Gabbana se sienten unos privilegiados, con su libertad e independencia. 'No sabemos cuánto durará, pero esperamos que sea mucho tiempo. No cotizamos en bolsa y esto es una suerte, aunque algunos de los grandes grupos ya han tratado de comprarnos. Nuestra respuesta siempre ha sido: no', afirma rotundo Dolce. 'Decimos lo que queremos y hacemos lo que pensamos, aunque también tenemos la ambición de crecer, y por ello estamos atentos a lo que la gente quiere, y también al marketing, que mezclamos con la creatividad'.
Atentos a la demanda de los consumidores, Dolce y Gabbana gustan de viajar, pasear, seguir la actualidad en el mundo de la música y relacionarse con amigos que nada tienen que ver con la moda para observar, como entomólogos, las preferencias y gustos de la gente y nutrirse de ideas para sus colecciones. 'Son pequeños detalles, señales que te indican qué quiere el público', asegura Dolce. La pareja juzga como apasionante el actual momento, en el que 'la moda es la no moda'. 'Es un juego de palabras, pero ejemplifica perfectamente esta época en la que todo vale, en la que se mezclan estilos, conviven tendencias y cada uno se expresa como quiere haciendo singular y único, con interpretaciones personales, algo tan popular y común como unos pantalones vaqueros'. Y sentencia: 'Hoy la moda es el paraíso de la creatividad. Es algo que jamás había sucedido en la historia desde la época babilónica. Está naciendo una nueva manera de hacer moda'.
La pareja lleva colgado desde principios de los años noventa el calificativo de 'provocadores y vulgares'. 'No somos vulgares', se defienden. 'Si veo a una mujer luciendo a la vista ropa interior no se me ocurre pensar que es una puta. Jamás hemos mostrado los pechos de las modelos en nuestros desfiles, algo que sí han hecho otros diseñadores famosos de los que no diré nombres, pero que, como nosotros, son italianos. Eso sí era vulgar'.
'Cuando, tras tres años de pensarlo mucho, porque somos religiosos, decidimos usar rosarios como complementos de moda, se nos llamó de todo. Pero en las iglesias y monasterios se venden rosarios y nadie lo ve como una provocación. Nadie ha bendecido nuestros rosarios y se nos llama provocadores, mientras no se ve como perverso que la Iglesia los venda y haga con ello un negocio. Es exactamente lo mismo que nosotros hacemos', concluye el diseñador milanés.
Babelia
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