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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Depósitos nucleares

La Comisión Europea ha aprobado dos propuestas para unificar las normas de seguridad e imponer plazos a la construcción de depósitos seguros para los residuos nucleares de alta actividad. Una normativa europea de estas características es esencial, porque las posibles filtraciones de residuos y los peligros que puedan derivarse para la salud o el medio ambiente no reconocen fronteras ni autoridades nacionales. En la actualidad, la Unión Europea genera cada año 40.000 metros cúbicos de residuos nucleares y sólo Finlandia y Suecia cuentan con proyectos serios para enterrar en profundidad los de alta intensidad. La perspectiva de ampliación a países con centrales nucleares activas y, en algunos casos, con normas de seguridad menos rigurosas que las que son comunes en la UE hace aún más necesarias las directivas propuestas.

Todos los países con centrales nucleares saben que la única solución realista a corto plazo para evitar la contaminación por este tipo de materiales es su custodia en un almacenamiento geológico profundo (AGP) en condiciones de gran estabilidad. Pero, salvo Suecia y Finlandia, el resto de países, incluyendo España, posponen una y otra vez las difíciles e impopulares decisiones que, más pronto que tarde, habrá que tomar al respecto. La directiva propuesta establece, en particular, que los AGP deberían estar en funcionamiento antes de 2018, una fecha que parece lejana pero no lo es. Cumplir este plazo implica tener elegido el emplazamiento para 2008, lo que en el caso español supondría adelantar el programa previsto. El problema que hay que resolver no es técnico, sino político, ya que todas las autoridades locales se niegan, en principio, a aceptar la ubicación en su territorio de una instalación como ésta, a pesar de las posibles contraprestaciones económicas.

El problema no es fácil, pero su solución es imperativa. Los residuos existen y, por ahora, están custodiados en cada una de las centrales. Pero, a medida que éstas vayan cerrando, habrá que acomodarlos en un almacén definitivo. No parece lógico que permanezcan dispersos, haciendo más difícil su salvaguardia con las garantías precisas. A más largo plazo, es poco verosímil que se vaya simplemente a esperar su desactivación tras miles de años de custodia. Lo que habrá que hacer es neutralizarlos y convertirlos en materiales inocuos por procedimientos que los científicos han empezado ya a estudiar. Aparte del almacenamiento, ineludible en las próximas décadas, deberá hacerse un esfuerzo de investigación en procedimientos para neutralizar de forma definitiva tan peligrosas sustancias.

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