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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Papeles cambiados

Las decisiones opuestas de la Reserva Federal estadounidense (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) sobre los tipos de interés revelan dos maneras distintas de entender la política monetaria y cómo hacer frente a los problemas de la economía. La Fed actuó con contundencia y rebajó los tipos en medio punto, el doble de lo que esperaban los mercados, para transmitir el mensaje nítido de que no dejará que un eventual hundimiento del consumo, afectado por el efecto pobreza provocado por la caída de las bolsas, comprometa la recuperación de la actividad. El BCE ha adoptado, por el contrario, una posición de extrema prudencia y ha mantenido el coste del dinero en la eurozona en el 3,25%. La diferencia de retribución del dólar y el euro está ya en dos puntos.

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Hay razones que explican estos enfoques. Greenspan no encuentra un problema de inflación, sabe que la productividad se mantiene firme y tiene muy presentes las consecuencias de una posible guerra con Irak. Duisenberg, por el contrario, obsesionado con la inflación, parece despreocuparse de la reactivación de la economía europea. Es difícil sostener, como hizo en su rueda de prensa, que el principal problema de la economía europea en estos momentos sea la inflación. En Alemania, su motor, más bien parece lo contrario. Es paradójico que con una tasa de crecimiento económico superior a la europea, Greenspan insista en afianzar la reactivación; mientras el BCE profundiza en la ortodoxia monetaria con la preocupación única de la inflación. El hecho de que el índice de precios (2,2%) exceda en dos décimas el objetivo establecido por el BCE no parece justificación suficiente.

La interpretación más benévola, apoyada por las propias declaraciones de Duisenberg, es que el BCE ha aplazado hasta diciembre una reducción de tipos que hubiera contribuido a reducir la inquietud financiera y a fortalecer la confianza en la recuperación alemana. La rebaja del coste del dinero no es una panacea universal, pero es un instrumento disponible que hubiera facilitado la digestión de las deudas de los ciudadanos europeos y de algunas empresas, como las tecnológicas y de telecomunicaciones, cuyos balances están provocando graves inquietudes en los mercados. El BCE se esfuerza por ganar credibilidad a fuerza de gestos intimidatorios y dureza monetaria que ponen en riesgo el crecimiento y la estabilidad financiera de la UEM y poco contribuyen finalmente a consolidar su autoridad.

Pero dicho esto, no toda la responsabilidad es atribuible a Duisenberg y al consejo del BCE. Es necesario revisar los objetivos de la institución monetaria para que, además de actuar como guardián de la inflación, incorpore a su agenda, como hace la Fed, parámetros relacionados con el empleo y el crecimiento. Y ese cambio le corresponde al Consejo Europeo.

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