Sólo un 14% de los jóvenes se identifica con España
Un congreso sobre adolescencia analiza las razones de la conflictividad del colectivo de 12 a 18 años
'Yo creo que influye mucho la edad, aunque a mi hermana, cuando tenía mi edad, la dejaban volver a casa menos tarde que a mí', dice un adolescente de un grupo de chicos de entre 12 y 14 años. 'Nosotros, así, insultamos a los profesores y eso. Porque, profesores que se dejan, así, más o menos, conocer y que intentan conocernos son dos o tres. Nada más', asegura una chica de un grupo de 14 a 16 años. 'En el baño, cuando entramos a beber agua, a hacer pis o a lo que sea, entramos, cogemos un cacho de papel higiénico, lo mojamos y lo pegamos al techo o algo', comenta un chaval entre las risotadas de sus compañeros de 12 a 14 años. 'En mi instituto es que siempre hay peleas fuera y al final llega la policía. A veces por temas de costo (hachís) y eso, sabes, que se debe dinero', cuenta una de un grupo de chicas de 14 a 16 años. 'Es que a estas edades somos muy gamberros', reconoce un adolescente de primero de ESO. 'Hombre, hay más cosas, pero esas son las principales: el sexo, las drogas y el alcohol', asegura una adolescente de un grupo de chicas de tercero de ESO. 'Yo no soy nazi ni nada de eso, pero normalmente los líos que hay suelen pasar todos por gitanos y moros', dice una voz en un grupo de chicos de entre 12 y 14 años.
Éste es un mosaico de las opiniones de jóvenes adolescentes madrileños recogidas dentro de la colección de ediciones El niño en Europa realizada por la Plataforma de Organizaciones de Infancia. Los actos de gamberrismo y vandalismo que se suceden en los espacios públicos y privados tienen con frecuencia a los adolescentes como protagonistas. Recientemente volvían a convertirse en noticia las quemas nocturnas de coches en Valencia y en el último estudio del Defensor del Menor aparecían los menores valencianos como los que más delitos cometieron durante el año 2001; los botellones-manifestación de Cáceres ocupaban también importantes espacios informativos; por no hablar de las reiteradas denuncias de los profesores por conflictos y faltas de respeto en los institutos, los destrozos de mobiliario urbano en el fin de semana, las peleas y la siniestra lista de accidentes de tráfico... Todo ello ha provocado que se llegue a criminalizar a este colectivo abstractamente conocido como menores y que se refiere a los chavales de entre 12 y 18 años. ¿Qué les pasa a estos jóvenes más jóvenes?
Sociólogos, educadores, psicólogos, filósofos, jueces de menores, asistentes sociales y representantes de padres de alumnos se han dado cita esta semana en Mollina (Málaga) en unas jornadas tituladas Las adolescencias: realidades emergentes, organizadas por la Plataforma de Organizaciones de la Infancia perteneciente al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, con el fin de analizar las conductas de las personas que se encuentran en esta franja de edad.
Allí han llegado a una conclusión: la revolución tecnológica, coincidente con el cambio de milenio, ha provocado cambios de tal magnitud en la familia, el trabajo y el disfrute del ocio que los patrones de control y educación que ayudaban a orientar las vidas de los más jóvenes han quedado obsoletos.
'Los padres están más preocupados de dónde están sus hijos físicamente que de las páginas que visitan en Internet, o de la gente con la que se comunican en los chats, o del tipo de videojuegos que se compran, o de los programas que ven en televisión. Están preocupados físicamente de sus hijos y no tanto moralmente, cuando las nuevas tecnologías, desde la televisión hasta Internet, han propiciado un importante desequilibrio en los valores asentados. Pero Internet no es más que el reflejo de nuestra realidad plural, así que no demonicemos la tecnología y aprendamos a dirigir a nuestros hijos también por esos vericuetos digitales'. El que habla es Santiago Lorente, doctor en Sociología y profesor de Sociedad de la Información en la Universidad Politécnica de Madrid. Es un entusiasta de las nuevas tecnologías, pero advierte seriamente de que la frontera entre el uso y el abuso de las mismas está en los valores imperantes en la sociedad y señala, con preocupación, que los adolescentes de hoy no sólo utilizan todas las nuevas tecnologías (televisión, vídeo, móvil, ordenador, videojuegos...) sino que lo hacen 'compulsivamente' con todos los riesgos que esto entraña: aculturación en lo banal, falta de ejercicios de imaginación, individualismo, falta de habilidades sociales, infantilismo, consumismo, adicciones y dependencias... La cuestión se centra entonces en los valores que imperan en la sociedad actual y, según los expertos, los valores que prevalecen son los económicos. Y advierten que se corre el riesgo de que la sociedad se convierta en esclava de las nuevas tecnologías por motivos estrictamente comerciales y lucrativos.
Así lo expresa Alicia Mirayes, doctora en Filosofía por la Universidad de Oviedo y profesora de enseñanza secundaria: 'Los adolescentes hacen suyos y radicalizan los valores sociales con mayor consenso. Esos son justamente los valores económicos que exaltan el individualismo y ensalzan la competitividad, la eficacia, el éxito y la riqueza. Dichos valores, fuera del contexto económico, tienen unas consecuencias nefastas para el desarrollo del individuo porque no profundizan en el desarrollo del civismo y no contribuyen a hacer una sociedad más justa. No olvidemos que la adolescencia es justo el periodo en el que comienzan a forjarse las identidades. El problema de nuestro tiempo es que el individualismo ha sustituido al civismo y la máxima es que 'cada quien debe salvaguardar sus propios intereses'.
Llegado este punto, los analistas señalan que corresponde al Estado, a través de las instituciones públicas, hacer frente a los poderes económicos para garantizar una sociedad asentada sobre los valores de igualdad, solidaridad, tolerancia, respeto. 'El Estado es quien está obligado a compensar desigualdades y el sistema educativo existe y funciona para garantizar unos valores fundamentales', dicen. Por eso, y como conclusión de las jornadas, lanzan algunas propuestas:
- Tomar medidas que permitan a los padres conciliar la vida laboral y la vida familiar: los estudios recientes revelan que la incorporación de la mujer al trabajo ha dado lugar a la llamada generación llave: adolescentes a los que sus padres les dan la llave de una casa en la que casi nunca hay nadie y, por tanto, pasan mucho tiempo solos viendo la televisión o con amigos en la calle. Ambas formas de ocio se han convertido, según los expertos, en los principales agentes socializadores de los jóvenes, que absorben mucha información en una total ausencia de crítica. Así, la mayoría de los adolescentes se educan sin pautas de conducta claras.
- Dotar de medios técnicos y humanos las escuelas e institutos. Los profesores afirman sentirse incapacitados para atender a alumnos tan diversos y dicen que necesitan el apoyo de especialistas como asistentes sociales, psicólogos o pedagogos: 'No me siento preparado para dar clase cuando tienes alumnos con minusvalías psíquicas y motoras de integración, inmigrantes que no saben ni leer ni escribir que sólo están ahí por la edad, chicos con problemas familiares graves que les hacen conflictivos... En pro de la integración se están haciendo cosas que, al final, profundizan en la marginación porque generan alumnos estigmatizados por el fracaso escolar', dice Mariano Sánchez, profesor de ESO en Torrepacheco (Murcia).
- Incidir en una normativa que regule la televisión pública para que no esté tan regida por la audiencia y sí por transmitir valores cívicos que ayuden a los jóvenes a saber vivir mejor.
- Educar con y en democracia, implicando a los jóvenes en las decisiones que les atañen de manera que se sientan más comprometidos con ellas y aprendan a valorarlas y respetarlas. El último estudio de Instituto Idea refleja lo poco que valoran los adolescentes el sistema democrático. Sólo un 30% cree que la democracia es insustituible, mientras que el resto considera que es igual un régimen democrático que uno autoritario o que la democracia sólo sirve si sabe dar solución a los problemas (véase gráfico).
- Enseñar a utilizar y socializar el uso de las nuevas tecnologías. Los expertos han detectado una importante fractura social entre aquellos chavales que tienen acceso a las nuevas tecnologías y los que no.
La violencia, otra forma de expresión
'Durante la adolescencia y la primera juventud se manifiesta con más frecuencia que en otras edades el gusto por las situaciones de riesgo y por los comportamientos transgresores de las normas. Esos comportamientos implican frecuentemente el recurso a la violencia, relacionada con las actividades en grupo o pandilla', explica José Antonio Alcoceba, profesor de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid.Según datos del último trimestre de este año, el 20% de los chavales entre 15 y 17 años afirmaba haber participado alguna vez en enfrentamientos violentos con amigos o compañeros de estudios. El 16% declaraba haber mantenido enfrentamientos entre pandillas, bandas juveniles, rivales deportivos, etcétera. 'Yo incluso he reunido a todos los colegios del barrio para ir a pegar a una chica. Hasta en su casa y to, empecé a... a tirar piedras a su casa y todo. Y ha tenido que venir incluso la policía, pero no sé para qué ha venido...', cuenta una chica de un grupo de 14 a 16 años. Un 9% ha participado alguna vez en destrozos de mobiliario urbano u otros objetos como rayar coches, y un 5% afirma haber mantenido enfrentamientos violentos con sus padres. 'Estas actitudes violentas son, a juicio de los propios adolescentes, reflejo de la extensión de la violencia en nuestra sociedad', añade Alcoceba. El 81% de los jóvenes considera que la violencia se encuentra bastante o muy extendida en su entorno social, según los datos del estudio sobre Los valores del alumnado de Educación Secundaria de la Comunidad de Madrid realizado por el Instituto Idea. Esta violencia es especialmente percibida por los jóvenes en los espacios de ocio, seguida de la que aparece en el entono más cercano como el barrio o el centro escolar. 'En el instituto se provoca la chispa y en la calle el incendio', dice un chico de un grupo de primero de secundaria.Los adolescentes creen que el chaval violento es aquel que tiene problemas en casa, que tiene ganas de llamar la atención y obtener protagonismo: 'Yo creo que es porque en sus casas no hay buen ambiente y es lo que aprenden', dice una chica de tercero de la ESO.
Creciente localismo juvenil
El último estudio realizado por el Instituto de la Juventud (Injuve) pone de manifiesto el creciente localismo que existe en la actual generación de adolescentes. Según el estudio Informe de Juventud 2000, los adolescentes españoles de entre 15 y 17 años son quienes en mayor medida se sienten identificados con sus espacios geográficos más cercanos. Así el 60% de estos jóvenes pueden calificarse como localistas. Es decir, se identifican con su pueblo o ciudad y con sus gentes.En mucha menor medida se identifican con España: sólo un 14%; y con su comunidad autónoma: un 10%. La identificación con Europa de los jóvenes pertenecientes a este grupo de edad es prácticamente anecdótica: un 2%. Y tan sólo un 8% de estos jóvenes se sienten y se identifican como 'ciudadanos del mundo'.'Paradójicamente', explica el profesor de Ciencias de la Información José Antonio Alcoceba, la visión localista de los adolescentes se ha venido acentuando en los últimos años. 'En esta época de globalizaciones, los jóvenes españoles parecen situarse demasiado apegados a su entorno afectivo: la familia y el grupo de amigos. Estas querencias repercuten sin duda en cuestiones como el tardío abandono de los jóvenes del hogar, la escasa movilidad laboral, la visión etnocéntrica que impide entender mejor fenómenos actuales como el de la inmigración, etcétera'.
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