El reto verde de la nueva UE
A los diez países de la ampliación les costará 100.000 millones de euros aplicar las normas medioambientales de la Unión Europea
Entrar en el club que presume de tener los más altos estándares medioambientales del mundo tiene un alto precio. La Comisión Europea calcula que alcanzarlos les supondrá a los diez países que en 2004 formarán parte de la Unión Europea (UE) una inversión del 2% al 3% de su producto interior bruto durante un par de décadas y que sólo aplicar la ingente normativa comunitaria les costará entre 80.000 y 110.000 millones de euros. A ello hay que añadir los caros proyectos de renovación o desmantelamiento nuclear. Ocho reactores atómicos de diseño soviético y obsoleto tienen sus días contados.
Chipre, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia son los diez países que, previsiblemente, formarán parte de la UE dentro de sólo dos años. Bulgaria y Rumania tendrán que esperar hasta 2007. Se unirán a un club que dispone de más de 200 normas medioambientales y de los estándares más altos del mundo en reciclado de residuos, tratamiento de las aguas o emisiones limpias, entre otros parámetros medioambientales.
En algunas zonas, la contaminación superaba 30 veces los límites de la UE
La Unión Europea dispone de más de 200 normas sobre medio ambiente
Frente a ello, estos países cuentan con una renta per cápita muy inferior a la media comunitaria, una industria obsoleta y unas fuentes energéticas poco eficientes y muy contaminantes. La Comisión ha tenido que negociar con ellos diversos aplazamientos para la entrada en vigor de muchas normas que no podrán cumplirse en 2004, pero el esfuerzo que están haciendo es titánico, en ocasiones con financiación ya comunitaria. 'En estos años, por ejemplo, han cerrado cientos de vertederos', asegura Soledad Blanco, responsable en la Comisión Europea de la colaboración medioambiental con terceros países.
Un ejemplo paradigmático de los esfuerzo realizados es el del llamado Triángulo negro, una zona situada entre la República Checa (Bohemia), Polonia (Silesia) y Alemania (Sajonia). En esta zona, altamente industrializada en la etapa comunista, de la que partía el 75% de la electricidad de la antigua Checoslovaquia, la contaminación ambiental superaba 30 veces los límites establecidos en la UE, lo que generaba un alto índice de problemas respiratorios en la población de la zona.
Hoy, tras una década de trabajo conjunto entre los tres países y la Comisión Europea, el carbón ha sido sustituido por el gas, las emisiones disponen de filtros que evitan la contaminación del aire y se ha iniciado la reforestación de la zona. Los lugareños han dejado de sufrir tantos problemas respiratorios y los pájaros han regresado a los jardines.
Este tipo de programas de rehabilitación son muy caros, pero la Comisión Europea pone el acento en el ahorro que generan en otros terrenos. Un estudio encargado por Bruselas asegura que lograr una calidad del aire como la de la UE 'reducirá el número de bronquitis crónicas en los países candidatos de entre 43.000 y 180.000 casos' y que, además, 'se podrían evitar de 15.000 a 34.000 muertes prematuras', la mayor parte de ellas en Polonia.
Desde la Agencia Europea de Medio Ambiente advierten, al mismo tiempo, que en ocasiones, el desarrollo sostenible pasa en esos países por una reconversión industrial que puede dejar a miles de trabajadores en el paro, lo que 'no es muy sostenible socialmente', como indica el portavoz John Carritt. El desafío está en saber renovar instalaciones y en evitar los errores cometidos en la Europa occidental, que se atreve a dar lecciones ecologistas una vez que ha terminado con una parte importante de su patrimonio natural.
En los países candidatos hay especies de plantas y animales que son muy raras o ya están extinguidas en la UE, como el bisonte, el lobo o el oso. Es cierto que el Danubio, el río más largo de Europa, que discurre por hasta seis países candidatos, está seriamente contaminado por los pesticidas agrícolas o las balsas mineras de Rumania, pero también que las concentraciones de nitratos de los ríos británicos, daneses o alemanes son mucho más elevadas que las de los ríos letones, lituanos o eslovenos, debido, bien es cierto, a su mayor industrialización.
El tratamiento de las aguas residuales es una de las grandes asignaturas pendientes de los países candidatos y una de las que más van a encarecer la factura. En la mayor parte de los países de la UE, las aguas residuales del 80% de la población sufren algún tipo de tratamiento. En los países candidatos, ese porcentaje baja hasta el 50%, situándose, eso sí, a un nivel similar al que exhiben los países del sur, como España o Portugal.
El exclusivo club de Bruselas está exigiendo a los países candidatos unos niveles medioambientales que a veces ni siquiera cumplen sus propios miembros. De hecho, el número de infracciones en este capítulo es el más elevado. El ex director de la Agencia Europea de Medio Ambiente, Domingo Jiménez-Beltrán, alerta del peligro de burocratizar en exceso dichos países y de hacerles caer en errores o tendencias negativas. Una de ellas, la más clarificadora, es el sistema de transporte de mercancías. Mientras la UE está sumida en la dominancia del transporte por carretera, altamente contaminante y peligroso, en estos países predomina todavía el tren. Y así se da la circunstancia de que la UE se propone hacer grandes inversiones para recuperar el transporte ferroviario, mientras en los países candidatos se jubilan trenes y tranvías y se cambian por modernos vehículos de carretera.
Desmantelar nucleares de diseño soviético
La seguridad de las plantas nucleares de los países que próximamente entrarán en la UE es uno de los asuntos que más preocupan en Bruselas. La mayoría de reactores en funcionamiento son de diseño soviético y, tras analizar su situación, la UE pidió el cierre de ocho de ellos por considerar que resultaba demasiado caro, si no inviable, optimizar el nivel de seguridad de sus instalaciones.
Eslovaquia, Lituania y Bulgaria, los tres países afectados por los cierres, ya se han comprometido con la UE a llevar a cabo su desmantelamiento entre 2003 y 2010. A cambio, la UE, además de asesorar, financia en parte la operación para que se haga con seguridad aportando el 15% del coste, lo que varía entre 200 millones de euros y 1.000 millones por reactor.
Las negociaciones más difíciles han sido las de la central más peligrosa, la de Ignalina, en Lituania. De hecho, el Gobierno lituano no confirmó el cierre definitivo hasta el pasado mes de junio. Ignalina dispone de dos reactores similares al de Chernóbil, en Ucrania, causante en 1986 de la mayor tragedia nuclear de origen civil. El compromiso de cierre no impide que, mientras tanto, Lituania siga invirtiendo cada año importantes cantidades de dinero para mejorar su seguridad, lo que, sin embargo, según los expertos de la UE, no es suficiente para conseguir que Ignalina cumpla los requisitos de seguridad esperados.
El sector energético de Lituania, como muchos de los países de la antigua esfera soviética, sigue siendo muy dependiente de Rusia, lo que también preocupa enormemente en Bruselas. De hecho, la UE está intentando llegar a un acuerdo con Rusia sobre la seguridad de las centrales nucleares de primera generación que todavía funcionan tan cerca del territorio europeo. A cambio, la UE podría abrir la mano en la limitación impuesta desde hace más de diez años a los materiales atómicos rusos, como propone la comisaria de Energía Loyola de Palacio.
En el lado positivo están las renovaciones y mejoras. Muchos de los reactores ya están conformes con los estándares internacionales de seguridad. En cuanto a Temelín, la central checa que generó hace dos años importantes protestas ecologistas en Austria (la frontera está a 30 kilómetros), ha sido totalmente renovada y cumple con los mejores niveles de seguridad. 'Seguramente', dice un especialista en Bruselas, 'no hay ninguna otra central que haya sufrido tantas auditorías'.
Finalmente, siempre quedará la seria amenaza de los residuos radioactivos, lo que no es un problema exclusivo del Este. Dentro de la UE, sólo Suecia y Finlandia han optado por el almacenamiento en profundidad. Finlandia es el único país de la UE que ha anunciado la construcción de una nueva central, en contra de la tendencia internacional a cierres y moratorias precisamente por el problema no resuelto de los residuos nucleares. Bélgica, Italia, Austria, Alemania, Suecia y Dinamarca o bien carecen de centrales o bien han anunciado ya el desmantelamiento progresivo de sus centrales.
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