Pacto de Estabilidad: rebelión en la granja
EL FANTASMA DE OSKAR LAFONTAINE se agita entre las filas del nuevo Consejo de Ministros alemán. Hace varios años, el entonces ministro de Economía de Gerhard Schröder cesó por presionar al Banco Central Europeo (BCE) para que bajase los tipos de interés. Debió de ser cuestión de formas porque una legislatura después, en el documento que cierra el contrato para gobernar entre los socialdemócratas y los verdes, la coalición advierte al BCE de que si no recorta el precio del dinero, será muy difícil que la economía salga de la crisis.
Corren tiempos de recesión en Europa, y las sensibilidades son distintas de las de hace tres o cuatro años. En un mismo día, el Gobierno alemán cometió dos heterodoxias: influir en la autoridad monetaria europea para que practique una política más laxa y anunciar que al final del año en curso tendrá un déficit público superior al 3% de su producto interior bruto (PIB), saliéndose de las exigencias máximas de Maastricht. En el programa de gobierno anunciado, Schröder contempla además una ligera subida de impuestos. Es decir, menores tipos de interés, más impuestos y más déficit.
El debate sobre la necesidad de una política presupuestaria deficitaria, que acompañe a unos tipos de interés bajos en tiempos de crecimiento débil, se extiende por los principales países europeos. Salvo en la papista España
Nadie se ha rasgado las vestiduras porque era una decisión cantada. Unos días antes, el canciller alemán había buscado el consenso sobre estos asuntos con el presidente francés, Jacques Chirac, en un enganche defensivo del famoso eje franco-alemán. Desde París también se habían roto las normas. El Gobierno de derechas francés había anunciado no sólo que retrasaba el objetivo del equilibrio presupuestario, sino que no se comprometía tampoco a una interpretación más flexible del Pacto de Estabilidad y Crecimiento como la que proponía el comisario europeo Pedro Solbes: no reducirán año a año el déficit público en un 0,5% mientras persista la debilidad de la coyuntura. El portavoz del grupo parlamentario del primer ministro Raffarin atacaba a la vez al BCE por no bajar los tipos de interés y a la Comisión por mantener las normas sobre la reducción del déficit público. Otro comisario, el francés Pascal Lamy, añadía fuego al fuego calificando el Pacto de Estabilidad de 'pacto medieval'.
A la Comisión Europea se le acumula el trabajo. Después del no francés a esa versión retardatoria del déficit cero, el ministro de Finanzas alemán Hans Eichel declaraba que su país tendría un desequilibrio de las cuentas públicas superior al 3% del PIB. Lo hacía al mismo tiempo que Solbes abría el procedimiento de infracción contra Portugal por tener un déficit excesivo, el 4,1% del PIB, y le daba 15 meses para situar las cuentas públicas por debajo del 3%.
Ese procedimiento de infracción contempla multas de hasta el 0,5% del PIB del país sancionado, como último recurso para cumplir el compromiso de consolidación presupuestaria suscrito por los Quince en el año 1997. El Gobierno portugués de Durão Barroso también ha hecho subir la deuda pública, que roza ya el 60% del PIB, lo que rompe por segunda vez con los criterios de Maastricht.
No son sólo esos tres países los que tienen problemas. Italia también pasa momentos de apuro. Se ha demostrado que en coyunturas débiles hay que apoyarse en las políticas presupuestarias que, al no admitir fácilmente la subida de impuestos so pena de atizar la recesión, incurren en déficit públicos crecientes.
Con el precedente de Portugal, a Pedro Solbes no le va a quedar más remedio que abrir procedimientos de infracción a Alemania y Francia, los países más significativos de la UE. Alemania ya se libró de la reprimenda de la Comisión Europea el pasado mes de febrero, cuando el Consejo de Ministros de la UE frenó la propuesta de Solbes. A la segunda puede ir la vencida.
El debate sobre los límites del Pacto de Estabilidad se extiende por toda la UE. ¿Por toda? No. En España, el dogma de la política económica sigue siendo el déficit cero. Pase lo que pase. Incluso la ceguera.
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