¡Qué escándalo!
El lehendakari Ibarretxe podría haberse convertido en todo un estadista si hubiera basado su proyecto de convivencia política, incluso de construcción nacional, en contra del terrorismo y concitando los apoyos políticos y sociales bajo su liderazgo en esa tarea. Sin embargo, ha intentado escamotear la trascendente importancia que el terrorismo tiene en la sociedad vasca y hace una propuesta política que no sólo no se enfrenta decidida y principalmente a ETA, sino que puede recibir del mundo radical filoetarra algún tipo de apoyo, incluido el electoral, porque a lo que decididamente se enfrenta es al marco constitucional por el cual, él mismo, es lehendakari. Sólo cabe agradecerle que nos siga demostrando día a día lo enajenado que resulta ser todo nacionalismo, incluido el de esta tan pequeña tierra, y que se confirme, una vez más, que el nacionalismo de los oprimidos acaba siendo nacionalismo de opresores.
El 'lehendakari' podía haber proyectado la nación vasca en el esfuerzo de los demócratas contra ETA
Probablemente, su unilateral credo nacionalista no le ha permitido detectar quién es el 'auténtico'(terminología maoísta) enemigo del pueblo vasco. Tampoco, ni siquiera, lo que es el pueblo vasco, que parece identificarlo con la comunidad nacionalista. La evidente comunión etnicista que comparte con el nacionalismo terrorista (lo que contamina totalmente su proyecto de futuro) no le permite asumir una definición racionalista y democrática de entidad nacional dirigida a la convivencia democrática de todos los ciudadanos. Y basa su propuesta, por el contrario, en la lengua, en una visión particular de la historia, en voluntades, en sentimientos y pasiones desencadenados por el sacrificio, la sangre y la muerte. Comparte así la misma concepción que los genios de la bomba el pistoletazo. Unilateralmente, basa toda su propuesta en el nacionalismo más radical. Podía haber proyectado la nación, o la nacionalidad, vasca en el esfuerzo unido de los demócratas contra ETA. Ello le hubiera supuesto el apoyo de los partidos democráticos, del empresariado, de la intelectualidad. Se hubiera decidido gestar la nación vasca en el rechazo a la muerte, en la defensa de los valores democráticos, en la solidaridad con las víctimas, y se hubiera convertido en todo un líder. Pero ha hecho todo lo contrario.
En su proyecto ha obviado la importancia del terrorismo. Una importancia que limita la igualdad de la ciudadanía, dividiéndola entre la sociedad nacionalista y la sociedad en riesgo de morir, silenciando a la sociedad no nacionalista, asumiendo el condicionamiento por el terror de demasiados comportamientos que en ocasiones parecen libres, autorizando la existencia de una sociedad del miedo ante la que puede presentar, pues esa sociedad está en crisis, la propuesta de ruptura más grave que haya padecido Euskadi desde la guerra civil. ¿Por qué prefiere la ruptura a constituir, a liderar, una comunidad política, una nacionalidad o una nación frente al terrorismo, esgrimiendo los valores de la igualdad, la libertad y la fraternidad? Lo prefiere porque es nacionalista, nacionalista de verdad, nacionalista del siglo pasado, integrista y antiliberal.
Se podría haber optado por constituir un proceso nacional frente al terrorismo -insigne y filantrópico proceso y objetivo- que generara dinámicas de integración entre los demócratas, mayor vasquismo entre los constitucionalistas, mayor compresión del constitucionalismo ente los nacionalistas moderados; pero eso supondría erradicar el nacionalismo más integrista y reaccionario, y el nacionalismo acabaría contemplando el Estatuto como todo un gran logro, como un fin en sí mismo. Pero ha preferido poner en riesgo absolutamente todo.
Es muy posible que le preocupe mucho más las consecuencias derivadas de la unidad de los demócratas frente a ETA, el reconocimiento de las reglas del juego democrático, los derechos de los no nacionalistas vascos, que acabar con ETA. De esta manera empieza a aparecer claro que la derrota de ETA no le preocupa, que ETA desaparecerá cuando Euskal Herria sea independiente, es decir, esté dominada por el nacionalismo.
No hay que escandalizarse por las reacciones que ha provocado la propuesta del lehendakari, hay que escandalizarse de este lehendakari. Y tenía la oportunidad en la mano: constituir una nación de ciudadanos frente al terrorismo, pero eso estaba decidido que no lo iba hacer, sino todo lo contrario. Estaba decidido desde días después del asesinato de Miguel Angel Blanco. Para hacer lo que está haciendo fue designado lehendakari, porque el nacionalismo moderado teme mucho más (como todos los nacionalismos de verdad) a la democracia que a un grupo terrorista.
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