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Entrevista:VANCE COFFMAN | PRESIDENTE DE LOCKHEED MARTIN

'El sistema económico de EE UU es el nuevo blanco del terrorismo'

'Mantener el impulso tecnológico en defensa es una cuestión de valores', según Coffman

A los 58 años de edad este ingeniero aeroespacial dirige, desde 1998, los controles de la primera empresa mundial de armamento que reparte sus actividades en cuatro áreas de negocio: integración de sistemas, espacio, aeronáutica y servicios tecnológicos -trabaja tanto para la Seguridad Social como para el FBI-, factura más de 25.000 millones de dólares al año y tiene una cartera de pedidos superior a los 70.000 millones. Desde su llegada a la presidencia de Lockheed, Vance Coffman no ha escatimado esfuerzos en predicar las bondades de una estrecha cooperación transatlántica en materia de defensa.

Pregunta. Hace poco más de un año denunciaba la difícil situación de las empresas de defensa con un importante exceso de capacidad de producción y con los inversores mirando hacia otros sectores. Tras el 11-S, el panorama es completamente distinto, hasta el punto de haberse convertido en las estrellas de Wall Street en un momento de crisis. ¿Cuánto tiempo va durar esa situación?

'Pedimos a nuestros jóvenes que vayan a la guerra y tenemos la obligación de traerlos de vuelta, por lo que mantenemos la presión tecnológica para asegurarnos de ello'
'Sospecho que próximamente se van a unir muchas empresas de defensa de segundo o tercer nivel'
'Para que una coalición de fuerzas tenga éxito los socios deben acudir a la mesa en condiciones similares'

Respuesta. Durante los últimos 10 años, la industria de defensa en todo el mundo, y especialmente en EE UU, atravesó una fase de menor adquisición. En ese periodo la capacidad de la industria superaba a la demanda. Lo que sucede hoy, tras el 11 de septiembre, es una llamada de atención que recuerda que el mundo no es tan seguro como creíamos. Hay amenazas a la seguridad, especialmente en forma de terrorismo, que no pueden ser frenadas por las fronteras nacionales, sino más bien por ideas. La actividad terrorista salió a la superficie cuando se convirtió a aviones comerciales en misiles de crucero. Era una clase distinta de amenaza, en la que muy poca gente había pensado hasta ese día. Y tiene muchas implicaciones de cara al futuro.

P. ¿Puede suponer incluso un nuevo proceso de fusiones y adquisiciones en el sector?

R. En gran medida, el proceso de fusiones ya se ha dado en EE UU con bastante buen resultado. No sé si se producirán otras en el futuro, pero las grandes fusiones ya han ocurrido. Sin embargo, entre las empresas de segundo o tercer nivel, sospecho que muchas más se unirán. Nuestra estrategia en el mercado internacional ha sido buscar los socios de referencia. Nosotros somos el socio de referencia para las mejores empresas del mundo, y buscamos que esas empresas sean nuestros socios. Y cuando nos asociamos con empresas de otros países, creemos que ello reporta capacidad, tecnología y técnicas de integración de sistemas a los productos de ese país. Por esa razón trabajamos fundamentalmente con países de la OTAN o al menos países aliados.

P. ¿Qué papel puede desempeñar la industria española de defensa en ese panorama de cooperación transatlántica?

R. Uno de los aspectos de nuestra actividad como empresa es la búsqueda de socios industriales con una alta cualificación. Creemos haber encontrado dos en España con esa categoría. Estamos asociados con IZAR en el sector naval para desarrollar el sistema de combate AEGIS en las fragatas F-100, y ese modelo de fragata española se ha usado en Noruega, donde recientemente ganamos un concurso. La otra área de actividad son los aviones. En esa área tenemos a CASA, que es uno de los principales competidores, con los CN-235, en el programa Deep Water para la Guardia Costera de EE UU. Es una organización muy competente, que está haciendo un gran trabajo.

Además de los aviones, con CASA también llevamos a cabo actividades relacionadas con el espacio. Ellos fabrican la estructura del adaptador interfase para nuestra nueva plataforma de lanzamiento Atlas V, y algunos elementos exteriores y materiales estructurales, también.

P. ¿Debe coordinarse la inversión europea y estadounidense en defensa?

R. Debemos pensar más en el frente común de EE UU y Europa en lo referente a la seguridad nacional. El gasto en productos de seguridad y defensa en EE UU duplica más o menos al de los países europeos de la OTAN. Y si nos fijamos en el gasto en I+D, vemos que en EE UU es cuatro veces mayor que en Europa. La cuestión es: ¿están los países gastando lo suficiente para asegurar su defensa en la actual situación política internacional? Tendemos a pensar que la guerra en coalición es el futuro, pero para que una coalición de fuerzas tenga éxito, los socios deben acudir a la mesa en condiciones similares. Esto tiene que ver con la falta de inversiones en adquisiciones y en I+D. Y es en este área en la que creemos que la cooperación transatlántica puede ser muy útil.

P. Pero en Europa las cosas no son tan sencillas. No hay un Gobierno único ni un único presupuesto de defensa. Y son muchas las voces en contra de las inversiones en este sector, que en algunos casos representan a organizaciones y partidos que llegan al poder.

R. El 11 de septiembre, EE UU sufrió el mayor ataque de su historia contra su propio territorio. A principios de la II Guerra Mundial, Pearl Harbor fue atacado y EE UU perdió unas 2.300 personas en un solo día. El 11 de septiembre los ataques en Nueva York, Washington y Pensylvania se cobraron alrededor de 3.000 vidas. Creo que ese acontecimiento fue una llamada de atención muy importante para la población de EE UU. Muchos países hacen frente a actividades terroristas, pero no hay muchos que hayan perdido 3.000 personas en un solo día. Creo que el sistema económico de EE UU y su éxito se han convertido en un blanco. Eso nos lleva a actuar. No puedo predecirlo, pero es posible que otros países del mundo que tienen economías parecidas descubran que tienen riesgos parecidos.

P. De cualquier manera, la brecha tecnológica entre EE UU y Europa en este sector es muy amplia y con visos de aumentar cada vez más. Parece que EE UU va a reservarse los segmentos y sistemas con mayor valor añadido y que Europa seguirá a remolque...

R. Europa deberá modernizar sus equipos de la forma que crea más conveniente. Puesto que la OTAN es una organización de defensa, esperamos que se impulse la cooperación. Cuando se piensa en nuevas vías de cooperación entre Europa y EE UU, uno de los mayores esfuerzos, que sirve de ejemplo, sería el Joint Strike Fighter. Actualmente hay ocho países involucrados en el desarrollo, no en la producción aún, sino en la fase de desarrollo. Eso es algo inédito en un producto militar. Ello nos dará un mayor valor añadido, ya que puede satisfacer las necesidades de toda la gama de ejércitos del aire, marina y fuerzas terrestres.

P. Pero aunque se alcancen esos acuerdos en programas concretos, las diferencias iniciales en inversiones en I+D, etcétera, ¿no suponen un freno insalvable para la cooperación transatlántica?

R. Al contrario, creo que la amplifica. Si piensa en países como Reino Unido, Italia, Noruega, Holanda, Dinamarca, Canadá, Turquía o Australia, que participan en el programa, tienen interés en el avión, pero también extraerán un beneficio industrial; todos tienen capacidades industriales de talla mundial en diferentes aspectos.

P. Parece que pretenden que Europa se acerque tecnológicamente a EE UU en el desarrollo de sistemas de defensa, pero al mismo tiempo tratan de mantener la ventajas que les reporta la situación actual...

R. Creo que la cuestión de fondo para mantener un gran impulso tecnológico es de valores. Quizá a causa de estos y del modo de vida de EE UU, cuando pedimos a nuestros jóvenes que vayan a la guerra tenemos la obligación de traerlos de vuelta a casa, y mantenemos la presión tecnológica para asegurarnos de ello. No tenemos deseo de hacer guerras, pero si hay que ir a la guerra, hay que hacerlo de forma que se proteja la vida de nuestros ciudadanos.

P. El Joint Strike Fighter supone, entre otras cosas, una gran victoria sobre Boeing, que está teniendo problemas en la Unión Europea por las ayudas públicas recibidas a la exportación. ¿Puede ocurrirle lo mismo a Lockheed?

R. La situación es distinta porque nuestro producto es diferente y el sector de aviones comerciales no es tan importante para nosotros. Nuestros productos tienen que ver con la seguridad nacional y no hay demasiados paralelismos con el mercado civil.

Vance Coffman, presidente de Lockheed Martin.
Vance Coffman, presidente de Lockheed Martin.MIGUEL GENER

Vuelos de distinta índole en España

Pregunta. Además de las empresas actuales con las que mantienen acuerdos, ¿pueden incorporarse próximamente otras compañías españolas en sus programas?Respuesta. Siempre estamos a la búsqueda de los mejores socios industriales. P. Respecto a su apuesta con el avión CN-235 de EADS-CASA en el programa Deep Water, ¿se mantiene en los mismos niveles o está perdiendo posiciones respecto al Spartan italiano, en que el que poseen el 50%?R. El proceso de selección en el concurso del programa Deep Water en EE UU está en marcha desde hace unos cinco años. Y hemos podido ganar ese concurso basados en que ofrecemos el mejor valor a nuestros clientes. Hay una enorme cantidad de barcos distintos que pueden adquirirse a través del programa Deep Water, así como varias docenas de aviones y una serie de helicópteros. Nosotros recibimos el contrato principal de integración de los sistemas y hay que finalizar la elección de las soluciones a todos los requisitos. Nuestro cliente ha pasado por ese mismo proceso de finalización a lo largo de las últimas semanas y creo que no debemos intervenir más allá de verificar que el proceso de selección se lleva a cabo. P. Parece que EADS-CASA va a montar en España el avión de transporte militar A-400M, que compite directamente con su C-130... R. Es interesante que en un mercado donde hay dos aviones de carga ya desarrollados como el C-17 y el C-130, se pueda transmitir a otros operadores la idea de que un tercer avión es rentable. La cuestión de producir un avión cuyo desarrollo costará miles de millones de dólares y no estará en el mercado hasta dentro de 8 o 10 años constituye una propuesta interesante. Ya hemos dicho en otras ocasiones que cooperaríamos si otros países quisieran desarrollar el C-130 y trabajaríamos para que esa opción fuera interesante.

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