Álava, una forma singular de ser vascos
El 'lehendakari' puede perder este territorio en su camino hacia la libre asociación
Álava, el único territorio vasco donde el PNV ha perdido el poder después de 20 años de ejercerlo, puede ser una de las piedras con las que tropiece el plan de libre asociación del lehendakari, Juan José Ibarretxe. La singularidad de esta provincia, a la que debieron hacerse concesiones para garantizar la aprobación del Estatuto de Gernika en 1979, se ha manifestado en otros momentos históricos.
Su Diputación foral ya tiene el acuerdo, comunicado por carta al lehendakari, de ingresar directamente en las arcas de la Hacienda central su parte del cupo (cantidad que se paga al Estado por servicios no transferidos) si el Gobierno vasco decide retenerlo para pagar transferencias pendientes.
La diferencia alavesa está anclada en la historia y en su situación geográfica fronteriza
Recuperar Álava en las municipales de mayo de 2003 se convierte así en un objetivo primordial para el plan de Ibarretxe. Y retenerla fuera del alcance del nacionalismo es igual de vital para el Partido Popular y el PSE en su oposición a él.
La diferencia alavesa está anclada en la historia y en su misma disposición geográfica fronteriza, que propició una romanización más rápida y profunda y la incorporación al Reino de Castilla en 1200. Es también el lugar donde antes retrocedió el euskera. Ya en el siglo XX, participó en los intentos -1917 y 1932- de lograr un Estatuto de Autonomía conjunto, pero nunca fue grande el entusiasmo.
Con una fuerte implantación de la derecha tradicionalista unificada por José María de Oriol y un peso escaso del nacionalismo, en dos ocasiones relevantes se desmarcó de Guipúzcoa y Vizcaya: una fue el plebiscito sobre el llamado Estatuto de las Gestoras (cuyo contenido esencial era el de Estella, pero sin Navarra) en el que Álava sólo dio un 46% de votos aprobatorios; la otra, su permanencia, como hizo Navarra, en el bando de los insurrectos de Francisco Franco en 1936, que le ahorró la consideración de 'provincia traidora' impuesta por Franco a sus vecinas rebeldes y le permitió conservar los fueros y el Concierto Económico durante el franquismo.
'El agravio y el rechazo al centralismo ha sido menor, porque nos hemos educado viendo que aquí había unas ciertas competencias, una Diputación con su Concierto... Ha habido más miedo, con un punto quizá de complejo, al centralismo vizcaíno', afirma Emilio Guevara, primer diputado general de la democracia y el hombre, junto a José Ángel Cuerda, alcalde de Vitoria durante 20 años, que ganó Álava para el PNV y el Estatuto de Gernika en 1979. Hoy, Guevara está expulsado y Cuerda, apartado y en escasa sintonía con la apuesta de Ibarretxe.
Para garantizar el sí de Álava al texto estatutario fueron necesarias tres concesiones. Una, tener representación paritaria con las otras provincias en el Parlamento (20 escaños, ahora 25), pese a que su población sea sólo de 280.000 habitantes, frente al millón de Vizcaya; otra, la inclusión en el artículo 37 de la garantía de que el Estatuto no alteraría el régimen foral alavés ni las competencias del futuro Gobierno vasco lo serían a costa de las que ya tenía su Diputación. La tercera fue el establecimiento de la capitalidad vasca en Vitoria.
Con todo, en el referéndum de 1979, el sí se quedo 7 puntos por debajo de la media (83% frente a 90% ) y el no la sobrepasó en 5 puntos. La Constitución había sido aprobada 10 meses antes con una participación de casi el 60% (frente al 43% de Vizcaya y Guipúzcoa) y con el 71% de votos a favor. En el referéndum de la OTAN, por contra, el resultado fue parejo y el no rozó el 60%.
El comportamiento electoral revela diferencias notables. Las primeras elecciones las ganó de calle la UCD, como en el resto de España, lo mismo que hizo el PSOE en 1982 y el PP en 2000. De los cuatro diputados que envía al Congreso, tres son siempre de los dos grandes partidos -dos del que gana en el conjunto de España y uno de su alternativa- y sólo uno para el PNV.
Incluso en la representación en el Parlamento vasco, el apogeo del nacionalismo se estancó en 1990. A partir de entonces sólo 10 de los 25 parlamentarios que se eligen en Álava son nacionalistas. Incluso sumando ahora a IU, la relación es de 14 para PP y PSE, frente a 11 de PNV, EA, Batasuna e IU. Hasta en las últimas elecciones municipales, con ETA en tregua y en el mejor momento del Pacto de Lizarra, los partidos agrupados en él perdieron con el 48% de los votos, frente al 50,75% que sumaron los grupos no nacionalistas.
De ahí que unas elecciones anticipadas de tono plebiscitario -a las que podría verse impelido Ibarretxe en 2004 si su proyecto se ve bloqueado en el Parlamento vasco dentro de un año- o su anunciada consulta, contengan para el lehendakari un riesgo evidente en ese territorio. Además, llevadas las cosas al extremo, Álava tiene dos ejemplos muy cercanos de autonomías uniprovinciales muy prósperas, Navarra y La Rioja, lo que, sumado a su posición avanzada respecto a Guipúzcoa y Vizcaya en índices de bienestar, los dos grandes partidos pueden invocar.
En otros indicadores tampoco sigue Álava la tendencia progresiva de las vecinas Guipúzcoa y Vizcaya. Por ejemplo, la última medición del uso del euskera en la calle revela que sólo el 3% de las conversaciones son en ese idioma, frente al 30% de Guipúzcoa (14% de media en las comunidades vasca y navarra), y, además, ha descendido un punto desde la anterior medición en 1997.
Álava sí se ha incorporado entusiasta, por contra, a la escolarización en euskera. Aunque permanece algo por debajo de la media de la comunidad (87%), el 80% de los niños de educación infantil se educa en euskera o en modelo bilingüe. La opción por el castellano la hace sólo el 20%, algo más de la media vasca, situada en un 13%.
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