_
_
_
_
CLÁSICOS DEL SIGLO XX: UNA INVITACIÓN A LA LECTURA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El filósofo, entre la multitud

Juan Luis Cebrián

José Ortega y Gasset es, sin género de dudas, el intelectual español de mayor influencia en la sociedad del siglo XX y La rebelión de las masas, la más famosa de todas sus obras. Escrito en el periodo de entreguerras y publicado en forma de folletón por el mítico diario El Sol, este ensayo es asignatura inevitable para todo el que quiera entender el proceso social y político de la Europa del pasado siglo, y marcó un hito memorable en la manera de escribir el castellano. Algunas de sus reflexiones han sido, obviamente, superadas por posteriores acontecimientos de la Historia y en cierta medida así lo reconoció el propio autor, años más tarde, cuando escribió su célebre prólogo para franceses durante el exilio que vivió en Holanda huyendo de la guerra civil española. Pero el paso del tiempo no ha podido ni con la lozanía de expresión del filósofo ni con la vigencia de muchas otras de sus afirmaciones.

La obra es un escrito en parte político, en parte sociológico, en parte filosófico. Fue redactada en momentos de creciente preocupación por el porvenir de las relaciones internacionales, reciente aún el triunfo de los bolcheviques en Rusia y rampantes entonces las consignas del fascismo italiano, a cuyo líder, Benito Mussolini, se permite Ortega definir como prototipo de hombre-masa. El libro -suponiendo que sea un libro, según él mismo dice- es un brillante alegato en defensa de la libertad, contra las tendencias colectivistas de la época y contra los agoreros que anunciaban la decadencia de Europa. Pero no termina ahí. A lo largo de sus no muchas páginas, el filósofo discurre por meandros muy diferentes que se refieren a la concepción del hombre como ser histórico, a su reverente atención por el papel de la ciencia y la técnica en el futuro de la humanidad, a los conflictos crecientes entre los individuos y las sociedades que ellos mismos integran y, de manera muy evidente, a su concepción acerca de las naciones, como expresión de diversas afinidades pretéritas, y del Estado, como fruto de la voluntad imaginativa de quienes lo construyen.

Tantos años después de su publicación, sigue siendo emocionante para el lector percibir el vívido sentimiento europeísta de que Ortega hace gala. '...Llega para los europeos la sazón en que Europa puede convertirse en idea nacional', declara abiertamente, para defender después que la única empresa que pudiera contraponerse a la victoria de los planes quinquenales soviéticos es 'la construcción de Europa como gran Estado nacional'. Constantemente hace el filósofo este llamamiento, en medio de su escepticismo ante el porvenir de América y su rechazo a las modas implantadas en Moscú. La recuperación de los valores occidentales como proyecto de futuro, 'la incitación de un nuevo programa de vida' frente a la moral eslava, le parecen la única solución al estado de estupor creciente en que viven los ciudadanos europeos de su tiempo, convertidos en mediocre multitud. Pero su inicial optimismo es desbaratado por la constatación de un hecho crucial que él define como la verdadera cuestión: Europa se ha quedado sin moral. De la verificación de este fracaso, fruto de 'las insuficiencias radicales que padece la cultura europea moderna', proviene, en última instancia, esta forma humana ahora dominada que Ortega identifica y define como la masa en rebeldía.

La rebelión de la masas sigue siendo un libro subyugante por su modernidad y por su audacia. También por su brillantísima prosa, en la que abundan y se mezclan la ironía, el humor y hasta el chascarrillo con ejemplos didácticos, propios del catedrático de metafísica que Ortega era, e incluso alusiones taurinas a la forma en que Lagartijo gustaba de estoquear el toro. Muchas de sus frases son auténticas greguerías al estilo ramoniano, como ese pronunciamiento de que 'todo concepto va montado en la ironía de sí mismo', y otras resultan madrugadoramente premonitorias: 'Quiero decir que el contenido de la vida en el hombre de tipo medio es hoy todo el planeta: que cada individuo vive habitualmente todo el mundo'. En esta anunciación temprana de la globalización nos sorprende, además, con el aviso sobre una de las características más irritantes que comporta la paradoja, objeto luego de infinidad de ensayos e investigaciones: 'La rebelión de las masas puede, en efecto, ser tránsito a una nueva y sin par organización de la humanidad, pero también puede ser una catástrofe en el destino humano'.

Algo de esto nos puede ayudar a entender el por qué, generación tras generación, los ensayos de Ortega se redescubren como la cumbre de la moderna filosofía hispana. Por lo demás, esta colección de artículos, que tomó luego forma de libro, es tan rica en ideas y resulta tan entretenida de leer que nos hace añorar los tiempos en que los columnistas de los periódicos preferían la reflexión y el debate a la insidia y la banalidad, y no confundían la excelencia de la escritura con el abuso del retruécano. Quizá se debiera a que todavía no nos había gobernado durante décadas un hombre-masa, cuya apelación a la violencia y su exhibición de mediocridad dejaron huella tan profunda entre nosotros que aún perdura incluso en las más altas instancias del ruedo ibérico, el cual parece estar reclamando, de nuevo, la sagacidad en la estocada de los viejos maestros.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_