Una bodega cautivadora

La Granja Nuestra Señora de Remelluri, a las afueras de Labastida, seduce desde la entrada a la finca. Antes de conocer sus vinos, el entorno cautiva de tal modo que la predisposición considerada y la simpatía son inevitables. Sobre todo, una vez que se pasea por los edificios y las tierras de esta bodega que fue pionera en Rioja en la producción a partir de viñedos propios.

Los responsables de Remelluri insisten en la antigüedad del establecimiento humano en esta zona, siempre vinculado a la elaboración de vino, como muestra un lagar rupestre, uno de los más antiguos de la Rioja alavesa. Pero la realidad supera las advertencias previas: cualquier observador se convence de que, efectivamente, el lugar es único para vivir y cultivar la tierra.

Beneficiado por el respaldo de la sierra de Toloño, agraciado por el sol de Levante, con unas condiciones orográficas envidiables, el paraje es ideal. Así lo entendió el guipuzcoano Jaime Rodríguez Solís cuando en 1967 compró esta propiedad en manos privadas desde la Desamortización de Mendízabal.

Entonces, entre la élite del mundo del vino, se comenzó a hablar de reproducir en Rioja el modelo del château bordelés. Entre ellos estaba el fallecido Manuel Llano Gorostiza, uno de los responsables de la implantación de este tipo de bodegas en la zona.

En ese momento, Jaime Rodríguez se encuentra con una casa restaurada en el siglo XVIII y una ermita de fecha desconocida, rodeadas de unos terrenos que había que recuperar para la vid. Poco a poco, y con un más que buen gusto, va rehabilitando y ampliando las edificaciones, mientras comienza a elaborar vino que sale al mercado por primera vez en 1971.

Ya entonces, hace más de 30 años, aquella partida de botellas supuso una revelación entre los aficionados que se ha mantenido, con algún que otro altibajo, hasta hoy. Remelluri parte de un cuidado de las viñas casi ecológico, en busca de un fruto robusto capaz de soportar la elaboración posterior con el fin de conseguir un vino poderoso.

Porque en ese tratamiento del mosto también hay un procedimiento peculiar, que procura resaltar las virtudes de cada añada. Una primera fermentación con apuntes de inspiración borgoñona. y luego, la fermentación maloláctica en tinos de madera y el envejecimiento en barricas de roble francés, y la consolidación posterior en botella, en unas nuevas instalaciones subterráneas que mantienen el respeto al entorno.

Mención aparte merece el vino blanco que están elaborando en la actualidad, con dos variedades autóctonas (moscatel y garnacha) y cinco foráneas, entre las que se encuentran la sauvignon o la roussane. Una muestra definitiva de la vinculación de los responsables de la bodegacon las tendencias más innovadoras.

Sin olvidar, eso sí, el entorno en una finca que también ofrece servicio de restaurante y visitas organizadas. Ahí encaja (aunque es una obra mucho más ambiciosa) la intervención del pintor Vicente Ameztoy en la ermita, con cinco pinturas de los cinco santos que dan nombre a los parajes de la finca. Recreaciones un tanto profanas que el pintor guipuzcoano fue realizando mientras vivía en la casa contigua, en un recogimiento que ofrece un atractivo más a esta bodega singular.