La rebelión de Barguti
El conflicto palestino-israelí, algo contenido en cuanto al puro enfrentamiento terrorista y militar, no deja de crepitar en otros frentes. Uno de ellos es el juicio que los israelíes quieren hacerle a Maruan Barguti, jefe de las milicias de Fatah y líder del terrorismo suicida, según el Gobierno de Sharon. Hay que decir quieren porque quienes lo apresaron en abril pueden haberse arrepentido ya de la patata caliente que tienen entre manos.
Con la del miércoles son ya tres sus comparecencias, todas suspendidas apenas iniciadas, de forma que la próxima se prevé para el 21 de noviembre, y en cada una de ellas Barguti y sus seguidores han sabido hacer de la vista una protesta contra la ocupación israelí. Los abogados del palestino, inhabilitados por los jueces israelíes, pretenden acusar al Estado sionista de delitos cometidos en su calidad de potencia ocupante. La batalla legal puede que acabe ganándola Israel, pero está mucho menos claro que la de la propaganda corra la misma suerte.
Los motivos de enfrentamiento crecen. El último -especialmente inoportuno en las circunstancias presentes- es la reciente decisión del Congreso de EE UU de que en los documentos oficiales se considere a Jerusalén capital de Israel como pretenden desde 1949 todos los gobiernos sionistas, pese a que ninguna potencia lo reconoce, ya que contraviene una resolución de la ONU sobre el carácter internacional de la ciudad. Bush ha tenido que recalcar que la decisión -que provocó ayer violentos incidentes en Jerusalén entre la policía israelí y manifestantes palestinos y contra la que se manifestaron miles de personas en Gaza y Cisjordania- invade las competencias presidenciales y que no variará la política de no reconocer más capital que Tel Aviv.
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