Una segunda luna de la Tierra
Los astrónomos (profesionales y aficionados) que rastrean el cielo en busca de asteroides y cometas llevan un animado mes de septiembre mientras tratan de averiguar qué es, de dónde viene y dónde va un misterioso objeto que gira en torno a la Tierra. Tras semanas de observaciones que han permitido refinar la órbita actual, pasada y futura de la misteriosa segunda luna, la NASA ha confirmado por fin las sospechas iniciales: se trata de la tercera etapa del cohete Saturno V que lanzó la cápsula lunar tripulada Apolo 12 el 14 de noviembre de 1969. Este fragmento de chatarra espacial, llamado J002E3, se convierte así en el primer objeto conocido capturado por la gravedad terrestre. Los últimos datos corrigen cálculos iniciales que daban como muy probable que J002E3 acabara chocando contra la Luna. Lo más seguro, dicen ahora los expertos, es que el objeto abandone de nuevo la órbita terrestre en junio de 2003.
Hace falta un telescopio de aficionado relativamente potente para observar J002E3, que esta semana cruza la constelación de Tauro. El astrónomo aficionado canadiense Bill Yeung lo descubrió el 3 de septiembre. Se dio cuenta enseguida de que se movía muy rápidamente. El Minor Planet Center, en Cambridge (EE UU), que coordina a los observadores de cometas y asteroides en todo el mundo, anunció tras un cálculo rápido de la órbita que J002E3 estaba entonces sólo al doble de distancia que la Luna (tiene una órbita elíptica caótica), que daba vueltas alrededor de la Tierra y que su brillo intrínseco era escaso. Estos hechos hicieron sospechar enseguida que no se trataba de un asteroide, sino probablemente de un resto de cohete o de nave espacial.
A mediados de este mes se confirmó la naturaleza artificial de J002E3. Varios grupos de astrónomos analizaron la luz que reflejaba el objeto para esclarecer su composición química, con éxito. 'Los colores no correspondían a los de ningún asteroide conocido, sino más bien a las propiedades espectrales de un objeto recubierto con pintura de óxido de titanio, el tipo de la utilizada en las etapas superiores de los cohetes Saturno V del programa Apolo', explicó Carl Hergenrother, uno de los autores de las observaciones, en un comunicado de la Universidad de Arizona. La tercera etapa de los cohetes Saturno medía unos 18 metros de largo.
En las últimas semanas una docena de aficionados ha proporcionado más de un centenar de medidas de su posición. 'Estos datos, que proceden de una red organizada espontáneamente, han resultado clave para determinar la trayectoria pasada y futura' del fragmento de basura espacial, ha declarado Steven Chesley, del Jet Propulsion Laboratory (JPL), en Pasadena (EE UU). Así, aunque J002E3 ha recorrido en este tiempo sólo un sexto de su órbita en torno a la Tierra, ya se ha averiguado cuándo y cómo fue capturado.
Visitante temporal
'La tercera etapa del Saturno V fue abandonada tras el lanzamiento en una órbita muy distante de la Tierra', ha informado Paul Chodas, del JPL. 'Nuestra hipótesis es que pasó 15 meses orbitando la Tierra de forma caótica, hasta que encontró una trayectoria de salida a través del portal L1'. El portal L1 -punto de Lagrange 1- es un punto virtual en el espacio, a 1,5 millones de kilómetros de distancia en dirección al Sol, donde el tirón gravitatorio de la Tierra y el Sol se anulan. Así que los expertos creen que el fragmento de chatarra escapó por ahí de la órbita terrestre en marzo de 1971; quedó entonces atrapado en una órbita heliocéntrica hasta el pasado abril, cuando volvió a la órbita terrestre por el mismo punto.
Se sabe que muchos cuerpos pequeños del sistema solar han usado un mecanismo así para entrar en la órbita de Júpiter, pero es la primera vez que se observa para la Tierra. 'Es más, estamos casi seguros de que volverá a escaparse de la órbita terrestre el próximo junio. Es sólo un visitante temporal', afirma Chodas.
Los primeros cálculos de la órbita daban una probabilidad del 20% de que J002E3 chocara contra la Luna en 2003, y un 3% de que cayera en la Tierra -seguramente se desintegraría en la atmósfera- en los próximos 10 años. Los nuevos datos reducen ambas probabilidades a menos de un 1%.
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