Barceló protagoniza el otoño artístico en Roma con una gran retrospectiva
El arte de Pompeya inspira la muestra más completa presentada en Italia por el artista
La Galería de Arte Moderno de Roma acoge desde hoy la mayor retrospectiva sobre el pintor español Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957) presentada en Italia hasta la fecha. Un total de 60 obras (entre ellas 26 lienzos y 17 esculturas) que recorren las distintas temáticas de su producción desde 1983, cuando el 'fenómeno Barceló' tomó forma, hasta 2000, y 16 cerámicas recién salidas del taller temporal que utiliza el artista desde la primavera pasada en Vietri sul Mare, cerca de Nápoles. 'El sitio es perfecto, está entre Pompeya y Pestum', dice Barceló.
'Lo mejor es que tengo a mano los mismos materiales que usaron los artistas de Pompeya hace dos mil años, la arcilla y los pigmentos antiguos, como el negro de manganeso', añadió el pintor.
Vestido como un obrero más de los que colocan los últimos objetos de la exposición antológica, Barceló deambula por las salas del museo romano con la misma naturalidad que si pisara su estudio de Vietri, donde ha dado forma a las cerámicas inspirándose en los motivos del arte pompeyano. Los talleres y estudios son precisamente el tema central de esta retrospectiva que, según la comisaria de la muestra, Anna Mattirolo, será la gran oportunidad de acercar a los italianos el arte de un pintor 'que comparte tantas cosas de nuestra cultura mediterránea, influenciado además por artistas italianos como Lucio Fontana'. La muestra superará con creces la organizada en Trento en 1993, según Mattirolo, y las distintas exposiciones de obras de Barceló en Italia. 'He participado en muestras colectivas en varias ciudades italianas, pero no había estado en Roma, que me gusta tanto', comentó el artista.
El uso de la arena del mar, la lava de los volcanes, los sedimentos de los ríos y los pigmentos locales se ha convertido en una de las constantes de su obra, una seña de identidad que le sigue a través de casi 20 años de pintura y escultura. Reconocido y admirado como un pintor de talento desde mediados de los años ochenta, cuando no había cumplido aún los 30 años, Barceló parece conservar el control sobre su 'personaje', sin entregarse a excesos ni rarezas. Atiende a los periodistas, conversa con los organizadores y observa hasta los más mínimos detalles -los letreros con los títulos son un poco grandes, se lamenta- de las obras expuestas.
'Este cuadro', dice, señalando un lienzo blanco con 'crestas' de materia, titulado Mer du Nord, 'lo pinté en el techo, por eso ha goteado así la pintura. Es mi último lienzo'. Un poco más lejos, se detiene a contemplar La Biblioteque a la Mer, pintado en 1984, una fecha clave en su vida porque conoció a su esposa, Cécile Franken, trasladó su estudio pictórico a París y participó en la 41ª Bienal de Venecia. El pintor señala con el dedo el nombre de Machado, escrito en el lienzo. 'En aquella época hice muchísimas librerías', dice, 'recuerdo que este cuadro lo pinté en Portugal'.
¿Qué impresión le causan todas estas obras reunidas bajo el techo de esta imponente sala de museo romano? Barceló dice que el efecto es interesante, porque no había previsto el resultado de algunos cuadros, ni el comportamiento que tendrían los materiales usados. 'Al final, las cosas mejores ocurren sin que uno lo sepa'.
Diseminadas por la sala principal están las esculturas en bronce que el pintor empezó a crear en los años noventa. 'Pintura, escultura o cerámica, no encuentro ninguna dificultad en pasar de una cosa a la otra, aunque es la pintura el elemento orgánico, lo que se ha convertido en una necesidad vital para mí', explica. Esculturas que recuerdan vagamente a algunas obras de Picasso, como la Cabra, de 1993, o el Animal del pintor, de la misma fecha, se mezclan con formas más ligadas a la estética de sus propios cuadros como Tête de gorille, de 2000.
'No se puede decir que la obra de Barceló haya evolucionado, sino que se ha transformado', opina Mattirolo, comisaria de la exposición y responsable del sector de Arte Contemporáneo del museo romano. 'Por ejemplo, estaba en África y no podía pintar porque el viento levantaba mucha arena, entonces su pintura se ha transformado en cerámica', añade. Barceló explica el proceso de creación de su cerámica Pulpo blanco, en la que se distingue el pulpo blanco sobre el vaso de cerámica, retorcido, replegado sobre la base por la mano del artista hasta crear una forma nueva y desconocida. 'En realidad', dice Barceló, 'todas estas cerámicas han sido como un ensayo para la catedral de Palma'. Un anticipo italiano de lo que será la gran obra mallorquina, con un nexo común, el de la arcilla eterna.
Viajero incansable
Viajero incansable, el pintor mallorquín sigue distribuyendo su tiempo entre los estudios de París, Mali y Mallorca. 'Paso cuatro meses en cada uno', explica. Aunque no siempre las estancias se reparten con la misma exactitud temporal. Ahora, por ejemplo, trabaja en Vietri ('un sitio donde existe una tradición ceramista de hace dos mil años', dice) en la que será su próxima y monumental obra: la capilla de la catedral de Palma de Mallorca que Gaudí no terminó, abandonada desde 1914.
'Estoy preparando una cerámica que cubrirá toda la capilla. Los 300 metros cuadrados irán recubiertos de cerámica que estoy haciendo en planchas de tres metros cada una', dice. Se titulará La multiplicación de los panes y de los peces. Será una enorme y frágil pieza, y una vez que se rompa, Barceló pretende recomponerla como si fuera un puzzle sobre los muros de la capilla.
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