La terapia hormonal masculina, bajo sospecha
La eficacia de la testosterona contra la andropausia no ha sido demostrada en ensayos clínicos
Las autoridades sanitarias de EE UU suspendieron recientemente un gran estudio de terapia de sustitución hormonal en mujeres sanas porque el tratamiento parecía ser más perjudicial que beneficioso. Pero mientras esa acción generaba titulares y alarma, pocos habían prestado atención unas semanas antes cuando las autoridades decidieron no seguir adelante con otro estudio de sustitución hormonal, pero en este caso en varones de edad avanzada. La hormona es la testosterona, y su uso se está disparando. Sólo en EE UU se firmaron 1,5 millones de recetas de testosterona y fármacos similares en 2001, frente a las 806.000 de 1997. La hormona se ha anunciado como posible antídoto contra el envejecimiento y como forma de mantener un cuerpo delgado y musculoso.
La testosterona puede favorecer el cáncer de próstata y aumentar el riesgo de infartos
Los hombres que toman la hormona participan en un gran experimento sin control
Pero aunque teóricamente la testosterona puede ayudar a contrarrestar los efectos del envejecimiento -pérdida de masa ósea y muscular, disminución de la libido- dichos efectos nunca se han demostrado en un ensayo clínico de gran alcance. Como resultado, afirman los expertos, los hombres que toman el fármaco están participando en un gran experimento no controlado.
El argumento a favor de la sustitución de testosterona descansa en observaciones bien conocidas: al envejecer, los niveles de testosterona de los varones descienden; al tiempo, pierden músculo y masa ósea, su impulso sexual mengua y es posible que sufran depresión o pérdida de memoria.
En los varones jóvenes con afecciones médicas que disminuyen su nivel de testosterona, dichos síntomas desaparecen cuando toman el fármaco. Así que, preguntan los médicos, ¿por qué no administrársela también a los varones de edad más avanzada?
Pero la testosterona puede alimentar el crecimiento del cáncer de próstata y aumenta la producción de glóbulos rojos, probablemente aumentando el riesgo de coágulos que pueden causar infartos de miocardio y cerebrales. Esos riesgos, junto con una preocupación por los costes, llevaron a las autoridades a finales del mes de junio a echar abajo el proyecto de realizar un estudio de seis años sobre la sustitución de testosterona. Sin este estudio, las respuestas sobre los riesgos y los beneficios de la testosterona quizá tarden mucho tiempo en llegar.
'Lo único que siempre aprendemos de la historia médica es que nunca aprendemos', ha declarado John B. McKinlay, director del Estudio de Envejecimiento Masculino de Massachussets, un estudio público sobre el envejecimiento en 1.700 varones. En referencia al ensayo clínico de terapia hormonal en mujeres suspendido hace dos meses, McKinlay afirma: 'Todo el mundo lo tomaba, con 45 millones de recetas anuales en EE UU. Y, de repente, descubrimos que no sólo no hace lo que suponíamos sino que tiene consecuencias adversas'.
'Estamos a punto de repetir esa debacle. No tenemos el más mínimo indicio respecto a la sustitución de testosterona. Cinco hombres aquí, diez allá. Seis ratas y una perdiz en un peral. La fisiología no está ahí, pero la industria sí'.
Richard Hodis, director del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE UU, ha expresado también su preocupación. 'Reconocemos que es una cuestión de salud pública importante en potencia', ha dicho. 'Para entender el papel de la sustitución de las testosterona, estamos de alguna manera donde estábamos hace décadas respecto a la sustitución del estrógeno femenino. Está claro que no sabemos suficiente para informar a los hombres y a sus médicos sobre las ventajas y los posibles riesgos de la sustitución hormonal'.
No obstante, algunos médicos afirman que el déficit de testosterona es una afección médica real que necesita tratamiento. 'Decir que no existe es enterrar la cabeza debajo de la arena', ha dicho Larry Lipshultz, profesor de urología en el Baylor College of Medicine. 'La cuestión que hay sobre la mesa es: ¿Se puede recetar esta medicación de manera entusiasta sin disponer de buenos estudios controlados? Mi respuesta es que voy a seguir utilizando este fármaco', dice.
En los jóvenes con bajos niveles de testosterona, el problema está claro. Pierden músculo y acumulan grasa. También pierden masa ósea, tienen un descenso de la vitalidad, son menos capaces de mantener una erección y pierden agudeza mental. La testosterona mejora estos síntomas.
El efecto en varones de mayor edad está menos claro. En algunos estudios, aumentaba la densidad ósea y el tejido muscular. Pero Alvin Matsumoto, investigador geriátrico de la Universidad de Washington, ha afirmado que los estudios eran demasiado reducidos y breves para poder analizar los riesgos potenciales: cáncer de próstata, infartos cardiacos y cerebrales. Eso, según Matsumoto, era un verdadero problema. 'La principal preocupación para todo aquel que esté remotamente considerando tratar a individuos mayores es el cáncer de próstata y la enfermedad cardiaca', afirma.
Hace aproximadamente tres años, el Departamento de Asuntos Veteranos y el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento invitaron a los investigadores a enviar propuestas para estudiar la sustitución de testosterona en hombres de edad avanzada con bajos niveles hormonales. Matsumoto y Glenn Cunningham del Baylor College of Medicine y el Houston V. A. Medical Center propusieron un estudio de gran alcance para determinar los riesgos y beneficios del fármaco: un ensayo clínico de seis años con 6.000 varones en 40 hospitales. Costaría unos 110 millones de dólares.
Pero en junio, tras extensas discusiones, se tomó la decisión de no seguir adelante. La cuestión no contestada era si se podía diseñar, y cómo, un experimento que protegiese a los sujetos del estudio de los riesgos potenciales del fármaco y que proporcionase al mismo tiempo datos definitivos sobre sus beneficios potenciales.
El 'invento' del climaterio masculino
El intento de utilizar los denominados extractos testiculares como fuente de juventud comenzó el 1 de junio de 1889, cuando un fisiólogo francés de 72 años, Charles Édouard Brown-Séquard, informó que se había inyectado una sustancia extraída de los testículos de perros y cobayas. Las inyecciones, según él, 'habían aumentado su fuerza física y su energía intelectual, habían aliviado el estreñimiento e incluso ampliado el arco de su orina', explica John Hoberman, historiador de la ciencia de la Universidad de Texas. Instantáneamente nació un mercado. 'Todos los mercachifles saltaron ante la noticia'. En 1918, Leo L. Stanley, médico de la prisión de San Quintín, transplantaba testículos de presos ejecutados a otros sanos, afirmando que el tratamiento restauraba la salud y la potencia. Pronto, Stanley utilizó testículos de animales afirmando que eran igual de eficaces. Lo buscaron cientos de pacientes. Sus artículos aparecieron en la revista Endocrinology. En 1935 se aisló la testosterona y los médicos empezaron a darla a las mujeres para curar el cáncer de mama, a los atletas para aumentar su masa muscular, a los homosexuales para curar su orientación sexual y a los hombres sanos contra el envejecimiento. El 15 de abril de 1939, The Journal of the American Medical Association publicó un artículo titulado El climaterio masculino. El tratamiento recomendado era la terapia con testosterona. 'La testosterona acababa de salir al mercado', según Hoberman. 'Que nadie me diga que fue un accidente que de repente tuviésemos una menopausia masculina'. Durante décadas, la terapia se basaba en dolorosas inyecciones intramusculares. A mediados de la década de 1990 se introdujo un parche, pero incluso así provocaba a veces irritación cutánea, y a algunos hombres no les gustaba llevar un signo tan visible. Eso cambió en junio de 2000, cuando el laboratorio belga Unimed Pharmaceuticals comenzó a vender Androgel, un preparado de testosterona que el varón podía aplicarse sobre la piel. 'Es como ponerse protector solar', según William Crowley, profesor de la Facultad de Medicina de Harvard. La FDA, la Agencia del Medicamento de EE UU, aprobó el gel para el tratamiento del hipogonadismo, o niveles muy bajos de testosterona causados por trastornos genéticos, quimioterapia, radiación o tumores. Pero en cuanto un fármaco entra en el mercado, los médicos lo pueden recetar como les plazca. De la noche a la mañana, había demanda de testosterona. McKinlay considera que esto es 'medicalizar el envejecimiento normal' y que la analogía con la menopausia es falsa. En la menopausia, los niveles de estrógeno caen precipitadamente. Los hombres sanos, por el contrario, tienen un descenso lento y continuo de testosterona, del 0,5% anual a partir de los 30.
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