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Tribuna:AULA LIBRE
Tribuna
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Los 'criterios de calidad' y la enseñanza superior de la música

Con la llegada al poder del Partido Popular, el sistema educativo ha entrado en zafarrancho de combate: el Gobierno pretende redimir la educación del desatino socialista, enmendar la LOGSE en tiempo récord; emprender una cruzada. Para ello, se introducen cambios drásticos en la educación infantil, secundaria y la formación profesional; se politizan las humanidades y se produce una espectacular retirada de recursos humanos y económicos en la enseñanza pública.

¿Cómo afecta este torbellino a las enseñanzas musicales? Primero fue el retraso de cinco años en la implantación del nuevo plan de estudios del grado superior. Duro golpe para los estudios profesionales que no habían conocido renovación alguna desde 1966. Después, la revisión de las enseñanzas mínimas de la ESO se saldó con una notable reducción horaria y una imposición de contenidos teóricos en el más puro estilo del pasado. Más tarde, la LOU tampoco planteó la oportunidad de considerar como universidades a los centros superiores de enseñanzas artísticas -situación generalizada en muchos países de la UE-, ni abrió debate sobre su integración en la universidad, ni planteó el desarrollo de una normativa para la enseñanza superior. ¿Quién se ocupa, entonces, de las enseñanzas artísticas superiores de la música, las artes escénicas, las artes plásticas y el diseño, que conducen a la obtención de títulos equivalentes a los universitarios?

Hay una imposición de contenidos teóricos al más puro estilo del pasado
La gran conquista de la LOGSE fue la equiparación con la enseñanza universitaria
Es más atractivo construir auditorios que ocuparse de formar a futuros profesionales

La gran conquista de la LOGSE fue la equiparación de los niveles superiores de estas enseñanzas con las universitarias. Al fin llegaba el reconocimiento académico de unos estudios condenados a la consideración de 'oficio'. ¿El error? No prever el marco legal para que su desarrollo y organización fueran compatibles con los títulos que otorgan sus centros. En este sentido, resulta clamoroso el desajuste entre nuestro sistema educativo y la realidad europea: desde Helsinki hasta Viena no hay conservatorio superior de música que no esté imbricado en la estructura y régimen jurídico de la universidad o de la enseñanza superior.

En 1995, la Subdirección General de Enseñanzas Artísticas planteó la necesidad de corregir tamaña deficiencia e incluir en la LOPEG la cobertura legal que permitiera el desarrollo de estas enseñanzas. Así de fácil hubiera sido establecer la vía para dotar a los centros superiores del marco legal que les corresponde, pero hay que decir, en honor a la verdad, que ni los responsables ministeriales de aquel entonces aceptaron la enmienda ni los de ahora han sido capaces de revisar la situación para mejorarla.

Es mucho más atractivo construir auditorios y teatros que ocuparse de la formación de los futuros profesionales de la música y de las artes escénicas. Siete años después, vuelve a repetirse la historia a pesar de que no sólo los sectores afectados han exigido la solución del problema, sino que desde diferentes instancias internacionales se viene insistiendo en la consolidación de un sector no universitario de enseñanza superior (OCDE, 1997; Unesco, 1998, y Declaración de Bolonia, 1999).

Si las reformas educativas emprendidas por el Gobierno pretenden corregir los graves defectos de la LOGSE , con la publicación del proyecto de Ley de Calidad se cumplen los peores pronósticos para las enseñanzas artísticas superiores, ya que el proyecto no sólo no subsana las deficiencias señaladas, sino que ignora su existencia. En la nueva estructura del sistema educativo no existe más enseñanza superior que la universitaria. A partir de esta negación existencial, el título de bachiller faculta sólo 'para acceder a la formación profesional superior y a los estudios universitarios', habida cuenta de que en el catálogo de centros no aparecen los superiores de enseñanzas artísticas.

La nueva calidad prescinde, asimismo, de la formación pedagógica establecida en la LOGSE para ejercer la docencia. El proyecto considera que los titulados en enseñanzas artísticas deben realizar en la universidad el título de especialización didáctica que se exige a los profesores de secundaria o de formación profesional, si bien matiza que los estudios se adaptarán a las características de estas enseñanzas. ¿Dónde se va a realizar tan importante adaptación? Al parecer, la ministra y su equipo consideran los centros superiores de enseñanzas artísticas idóneos para impartir estudios que conducen a títulos equivalentes al de licenciado, pero no para responsabilizarse de la formación inicial del profesorado.

En coherencia con lo anterior, los centros superiores (centros sine nomine que existen -alrededor de 40 en España-, aunque la Ley de Calidad los ignore) deberán regirse por idénticos órganos de gobierno, participación y coordinación docente que el resto de las enseñanzas escolares. ¿Qué broma es ésta en la que las necesidades organizativas de un conservatorio superior se equiparan a las de una escuela infantil? Idéntico tratamiento de 'adaptación' reciben otros aspectos esenciales como los referidos a la dirección, evaluación o inspección. En suma: las enseñanzas superiores no universitarias tienen que organizarse como si no lo fueran.

Se equivoca el ministerio si piensa que unos estudios equivalentes a los universitarios en titulaciones, complejidad académica e importancia profesional van a permanecer de facto en el nivel asignado. La realidad demuestra que la aplicación de los nuevos planes de estudios requiere otras soluciones. Los alumnos ingresan en un conservatorio superior y esperan un funcionamiento semejante al de una facultad universitaria, no una regresión hacia la educación secundaria que acaban de abandonar. En este sentido, algunas comunidades autónomas han encontrado en la gestión privada una fórmula liberadora para evitar la inoperancia del marco legal.

Lo estudios superiores de música ofrecen treinta y cinco titulaciones y necesitan un armazón jurídico propio que resuelva la especificidad de su ordenación académica y la organización de sus centros. Por otra parte, una estructura curricular tan compleja -más de doscientas asignaturas- precisa de diferentes figuras de profesorado y no un cuerpo único de catedráticos, como está establecido.

Resulta paradójico dejar estas enseñanzas sin el marco legal que les corresponde y hablar de calidad. ¿Cuántos años habrá que esperar para que los responsables ministeriales se ocupen de estos estudios con el respeto y el rigor que merecen?

Elisa Roche es catedrática de Pedagogía Musical.

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