Japón admite por primera vez el empleo de armas biológicas contra China durante la II Guerra Mundial
Un tribunal de Tokio admitió ayer que el Ejército Imperial japonés usó armas bacteriológicas en China durante la II Guerra Mundial, pero desestimó la demanda de un grupo de ciudadanos chinos que pedían indemnización y una disculpa oficial de Japón. Es la primera vez que un tribunal japonés reconoce las actividades bélicas con gérmenes de la Unidad 731 y otras divisiones de armas bacteriológicas del Ejército nipón durante la guerra chino-japonesa entre 1937 y 1945.
El juez del tribunal del distrito de Tokio, Koji Iwata, afirmó que la evidencia presentada por la defensa mostraba que el uso de gérmenes por el Ejército Imperial en China 'causó la muerte de muchos habitantes'. La demanda había sido interpuesta en 1997 y 1999 por 180 víctimas y familiares de personas fallecidas en ataques de armas biológicas japonesas y pedía una indemnización de 10 millones de yenes por persona (unos 84.000 euros). Según los demandantes, el Ejército japonés usó pulgas infectadas con la peste bubónica y comida preparada con dosis de bacteria del cólera en las provincias de Zhejiang y Hunán, causando la muerte de muchos civiles entre 1940 y 1942. La demanda afirmaba que las tropas japonesas violaron las leyes internacionales sobre la seguridad de los pueblos ocupados. Acusaba, además, a Tokio de tratar de ocultar la guerra bacteriológica.
El Ejecutivo japonés había rechazado las acusaciones con el argumento de que los individuos no tienen derecho a pedir compensación bajo las leyes internacionales. Japón aseguró que no era responsable de compensar por actos cometidos antes de la aprobación de la Ley Estatal de Compensación, en vigor después de la guerra, y que no tenía 'responsabilidad legal' de revelar detalles de la guerra bacteriológica a los demandantes. Aunque la demanda de ayer era la primera conectada directamente con ataques bacteriológicos en la guerra chino-japonesa, en juicios anteriores se había admitido la existencia de la Unidad 731. Esta unidad, que se dispersó y destruyó sus instalaciones en China al final de la II Guerra Mundial y, según los historiadores, pidió a sus miembros 'llevarse los secretos a la tumba', experimentó en prisioneros de guerra chinos y de otras nacionalidades. El historiador Hal Gold, autor de una recopilación de testimonios sobre la Unidad 731 publicada en 1996, describe cómo algunos prisioneros de avanzada edad eran aislados y obligados a vestir una prenda acolchada en las que se criaban al menos un centenar de pulgas cada día. Los animales eran recogidos e infectados con gérmenes y luego utilizadas como arma contra la población.
China renunció a una compensación a cambio de que Tokio incluyera una expresión de disculpa por su ofensiva bélica en un comunicado conjunto emitido al reanudar relaciones diplomáticas con Japón, en 1972.
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