¿Un síndrome de Afganistán?
El Ejército de EE UU investiga asesinatos y suicidios de militares relacionados con un tratamiento contra la malaria
Cinco asesinatos y dos suicidios en menos de un mes, tres de ellos cometidos por soldados que regresaban de Afganistán. Todos ocurrieron en la base de Fort Bragg, en Carolina del Norte, el escenario de esta serie de sucesos. Perplejo, el Ejército ha mandado un equipo de especialistas para averiguar las causas de las muertes, que podrían estar relacionadas con el uso de una medicina contra la malaria.
Los hechos ocurrieron entre junio y julio, pero sólo ahora el Pentágono ha decidido despachar un equipo de 16 epidemiólogos, médicos, psiquiatras, ayudantes sociales e incluso un reverendo para tratar de elucidar el caso. Los expertos pasarán al menos cuatro días en Fort Bragg, base de las tropas especiales que han estado operando en Afganistán.
Del hermetismo militar sólo se han hecho públicas dos pistas: tres de los soldados que presuntamente asesinaron a sus mujeres acababan de volver del frente y se sospecha que todos tomaban un remedio común contra la malaria comercializado por los laboratorios Roche bajo el nombre de Lariam.
Esta medicina, tal y como advierte la propia farmacéutica, puede tener serios efectos segundarios y provocar 'ansiedad, paranoia, depresión hasta alucinaciones y comportamientos psicóticos' en casos excepcionales (según la OMS, uno de cada 20.000). Roche también precisa que Lariam no puede ser consumido por 'pacientes con depresión activa o con antecedentes recientes de depresión'.
Los investigadores no han querido adelantarse y han asegurado que analizarán todas las circunstancias de los asesinatos, desde la compleja reinserción tras meses de lucha hasta los problemas personales de las parejas afectadas. 'Nuestra investigación quiere ante todo evitar que vuelvan a producirse hechos como éstos', comentó uno de los oficiales. 'Tenemos unos cincuenta suicidios al año tan sólo en el Ejército, y es un auténtico problema'.
El primer asesinato ocurrió el 11 de junio. Los cadáveres del sargento Rigoberto Nieves, de 32 años, miembro de las fuerzas especiales que acababa de volver de Afganistán, y de su esposa, Teresa, fueron encontrados en su casa. Se cree que Nieves mató a su mujer y luego se pegó un tiro. A principios de julio se halló el cuerpo de Jennifer Wright estrangulada y enterrada en un bosque. Su marido, el sargento William Wright, que también acababa de regresar, está detenido. El 9 de julio, el cadáver de Marilyn Griffith apareció entre los restos de su casa en llamas. Su marido, el sargento Cedric Ramon Griffith, de 28 años, ha sido acusado de apuñalar a su mujer y pegarle fuego a la casa. El 19 de julio las autoridades volvieron a encontrarse con un espectáculo muy similar al del primer caso al descubrir los cuerpos del sargento Brandon Floyd, de 30 años y miembro de la Delta Force, y de su mujer, Andrea, los dos con disparos de bala. Del quinto caso apenas se sabe nada: una mujer fue acusada de asesinar a su marido, también militar.
'Miles de soldados han sido desplegados en zonas donde debían tomar tratamientos contra la malaria y no hemos tenido ningún problema', aseguró una de las portavoces del Ejército, Elaine Kanellis, 'no han vuelto a casa a cometer ningún crimen'.
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