25 años de una fiesta de siempre
Paquirri triunfó en Bilbao en las corridas de agosto de 1978, Ortega Cano sufrió una cogida y el Athletic ganó el trofeo Villa de Bilbao. Era un agosto más o menos normal en tiempos de grandes cambios políticos y sociales que se también se acercaban a la Semana Grande, anquilosada en la fórmula de sumar teatro y toros. El nuevo modelo de fiestas de Bilbao tomó la calle con un entusiamo popular que sorprendió hasta a sus propios organizadores, el colectivo Txomin Barullo, embrión de la comparsa que aún sigue en activo. Un millón de personas salieron a la calle a lo largo de aquellos nueve días de festejos. Había nacido la Aste Nagusia, con sus comparsas, sus txosnas, los fuegos artificiales y Marijaia como figura simbólica.
Iñaki Astoreka, de la comparsa Hontzak, vivió la primera Aste Nagusia con 32 años y desde entonces no se ha perdido ni una. De aquel agosto de 1978 recuerda la ilusión. 'Las fiestas tenían entonces muchas carencías, pero no importaba', dice. 'Teníamos todos muchísima ilusión porque rompíamos con el pasado. Las fiestas nos abrían las puertas de la calle'.
La Aste Nagusia ha cumplido 25 años en 2002, pero celebra las bodas de plata con discreción. No habrá grandes fastos de aniversario. Una exposición en el edificio de La Bolsa, en el Casco Viejo, rememora la sucesión de las 24 semanas anteriores.
Las comparsas han editado para conmemorar el aniversario el disco 25 años, 25 sueños, un cancionero festivo en el que han participado 15 intérpretes, desde Oskorri a Fermín Muguruza, El Consorcio y La Otxoa.
Crear unas fiestas populares de la nada y mantenerlas durante 25 años llena de orgullo a muchos de los que siguen trabajando en su organización. Los veteranos recomiendan no perder de vista que la fiesta la hacen las personas que participan en ella. 'La gente de 20 años cree la Aste Nagusia ha existido siempre', recuerda Astoreka, 'pero no hay que olvidar los orígenes'.
La reivindicación de unas fiestas populares estaba en la calle desde el verano de 1977. El Corte Inglés recogió la demanda y convocó un concurso de ideas. El modelo de Txomin Barullo -reunir la fiesta en torno a las txosnas concentradas en el Arenal- se impuso y consiguió que el Ayuntamiento aportase el presupuesto. Un fuerte movimiento de comparsas, cerca de 40 grupos con una media de 500 comparseros, lo sacó adelante en medio del entusiasmo general en los años siguientes.
Con la década de los 80 llegó una crisis de crecimiento. Las fiestas perdieron público y ganaron en problemas, que se tradujeron incluso en el boicoteo de los comparseros por sus desavenencias con el Ayuntamiento. El bache se superó y la Aste Nagusia ha ido madurando, extendiéndose a otros barrios de la villa, ganando en limpieza y ampliando los actos. Pero el corazón de las fiestas de Bilbao sigue estando en el Casco Viejo y el Arenal, igual que hace 25 años.
En 1978, el presupuesto era de siete millones de pesetas y se consiguió tras muchas tensiones con el Ayuntamiento. Este años, las arcas municipales gastarán, sin ninguna reticencia, 2.067.000 euros. Como si la Aste Nagusia existiese de toda la vida.
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